jueves, 31 de julio de 2025

Terremoto en Rusia le recuerda a Colombia su riesgo sísmico y de tsunamis

Tras el sismo de magnitud 8,8 en Kamchatka (Rusia), la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) emitió una advertencia para la costa Pacífica colombiana por posible formación de olas. Cauca, Nariño, Chocó y Valle del Cauca estuvieron en estado de riesgo, aunque la alerta se redujo a una recomendación. Según experto de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), este tipo de terremotos —propios de zonas de subducción como la del Pacífico colombiano— puede generar tsunamis cuando el fondo marino se eleva abruptamente, como ocurrió en Tumaco en 1979.


 El profesor Germán Prieto, del Departamento de Geociencias de la UNAL, recuerda que Colombia está expuesta a eventos similares. “Hace 46 años ocurrió un terremoto de magnitud 8,2 en Tumaco, que generó un tsunami con olas de hasta 6 m”. Aunque ni los terremotos ni los tsunamis se pueden predecir, sí es posible monitorearlos en tiempo real y activar alertas tempranas que permitan evacuar a la población de zonas costeras antes de la llegada de la ola.

El monitoreo depende de dos sistemas centrales: las estaciones sismológicas, que detectan inmediatamente la magnitud y ubicación del sismo, y los sensores oceánicos, como los buoys o flotadores ubicados en distintas zonas del Pacífico, que registran con gran precisión el nivel del mar y alertan sobre cambios bruscos. Esta información es transmitida por satélite, lo que permite ganar minutos o incluso horas antes de que la ola impacté las costas.

En el caso colombiano, un tsunami tardaría en llegar desde decenas de minutos hasta poco más de una hora, mientras que en lugares como Hawái o Japón el tiempo de arribo puede ser de 6, 10, o incluso 12 horas. Este margen hace que las alertas tempranas sean vitales para proteger vidas.

El caso de Rusia: qué ocurrió y por qué genera tsunamis

“El sismo se produjo a lo largo de una falla de unos 500 km de longitud por 100 km de ancho, y un bloque de roca se desplazó hasta 10 m respecto al otro”, explica el profesor Prieto, cuyo trabajo se centra en comprender la diversidad de terremotos y los movimientos del suelo asociados que se esperan en la superficie terrestre.

“Este movimiento vertical del fondo marino, ocurrido a unos 30 km de profundidad, provocó una alteración en la superficie del océano que generó una ola de tsunami capaz de viajar a gran velocidad a través del Pacífico. Para que esto ocurra, el fondo del mar se debe levantar o hundir abruptamente desplazando grandes volúmenes de agua. En este caso se trató de un terremoto inverso, característico de las zonas de subducción, en el que un lado de la falla se eleva sobre el otro creando las condiciones ‘perfectas’ para formar una ola de gran energía”, explica el experto.

“Aunque no se presentan con frecuencia, estos eventos sísmicos son de esperarse en este tipo de ambientes tectónicos. Son los escenarios donde se han registrado los terremotos más grandes, como el de Tohoku en Japón (2011), Chile (1960) o Alaska (1964)”, agrega. De ahí que existan sistemas internacionales de alerta en el Pacífico.

En Kamchatka, la placa del Pacífico se desliza bajo una placa más pequeña llamada de Ojotsk, en una dinámica muy similar a la del litoral Pacífico colombiano, donde la placa de Nazca subduce bajo la Sudamericana, lo mismo que ocurre en Perú, Ecuador y Chile.

Investigaciones de la UNAL ayudan a entender riesgos sísmicos y de tsunami en Colombia

El reciente tsunami en Rusia revive preguntas sobre la vulnerabilidad de otras regiones del mundo. En Colombia, por su ubicación en el cinturón de fuego del Pacífico, las costas del Chocó y Nariño enfrentan un riesgo sísmico alto, con posibilidad de tsunamis generados por sismos de subducción.

Desde la UNAL, equipos científicos han desarrollado herramientas para estudiar y anticipar estos escenarios. Por ejemplo, en alianza con la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), Investigadores de la Universidad elaboraron mapas de curvas de fragilidad que permiten estimar los daños que causaría un tsunami en infraestructuras de Tumaco y Buenaventura. También crearon escenarios precomputados de tsunamis simulados –útiles para evaluar impactos en tiempo real– y curvas de vulnerabilidad que analizan la respuesta estructural de las edificaciones.

En 2021, Miguel Ángel Rivas Tabares, magíster en Ingeniería - Estructuras de la UNAL, diseñó una  herramientas. para calcular    la vulnerabilidad, de viviendas tipo palafito     –típicas de zonas costeras del Pacífico– ante la combinación de sismos y tsunamis. Este desarrollo considera factores como la fuerza de las olas, el material de las viviendas y su exposición geográfica. Este insumo le ha servido a la Dirección General Marítima (Dimar) para diseñar estrategias de mitigación.

Por último, investigaciones en Geofísica realizadas en 2020 han mostrado que incluso el núcleo interno una esfera sólida de hierro y níquel  a más de 5.000 km de profundidad,estaría girando.  Según el geólogo de la UNAL Albert Aguilar, este fenómeno se ha identificado al analizar ondas sísmicas (PKIKP) en los terremotos repetitivos, llamados “dobletes”.

Estos aportes científicos no solo buscan avanzar en la predicción del riesgo, sino además fortalecer la educación pública, el monitoreo y la capacidad de respuesta ante posibles eventos naturales extremos.

 




martes, 29 de julio de 2025

Herramienta digital transformaría el tratamiento de aguas en zonas rurales de Colombia

 Solo el 2 % de la población rural del país accede a algún tipo de tratamiento de aguas residuales, mientras que cerca del 60 % de estas se vierten directamente a ríos y quebradas, entre otras fuentes hídricas. Para enfrentar este problema, una herramienta digital permite identificar qué tecnologías de tratamiento son más adecuadas para cada territorio según sus condiciones técnicas, sociales y ambientales. La innovación fue validada en Santander de Quilichao (Cauca), uno de los municipios PDET (priorizado por los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) más afectados por el conflicto armado, y ofrece una solución ajustada a las necesidades reales de la ruralidad colombiana.

La ingeniera ambiental Daniela Fajardo Martínez, magíster en Ingeniería - Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), desarrolló este método innovador que funciona gracias a softwares especializados y herramientas geográficas que analizan bases de datos gubernamentales e informes técnicos sobre la ruralidad y las aguas residuales en Colombia. Lo novedoso es que se transforma el paradigma tradicional, es decir que las aguas residuales domésticas ya no se ven solo como desecho, sino que se convierten en un recurso valioso a partir del cual se puede generar fertilizantes, energía y agua tratada.

“La adopción de la economía circular en el manejo de aguas residuales no solo permite reducir la contaminación y el estrés hídrico, sino que además contribuye a la restauración del ciclo natural del agua y a la generación de subproductos de valor”, explica la investigadora Fajardo, quien basó su trabajo en los principios establecidos por el Banco Mundial y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Para validar la efectividad de la herramienta seleccionó el municipio de Santander de Quilichao (Cauca), uno de los territorios PDET más afectados históricamente por el conflicto armado. Con una cobertura de acueducto rural del 42 % y de alcantarillado del 15 %, además de enfrentar sequías prolongadas por efectos del cambio climático, este municipio presentaba condiciones ideales para evaluar tecnologías bajo el esquema de unidades sanitarias secas.

Tres tipos de agua, tres soluciones tecnológicas

La investigación partió identificando 20 tecnologías bajo el enfoque de economía circular, clasificadas según el tipo de agua residual: amarillas (orina), grises (duchas, lavamanos, cocina) y marrones (materia fecal). Así, mediante algoritmos la herramienta es capaz de encontrar qué modelo u opción es mejor en cada caso para implementarla.

“Encontramos que en este municipio las mejores opciones serían: para aguas residuales amarillas, un reactor de bajo costo para la producción de estruvita sería la mejor alternativa en la mayoría de las veredas. Esta tecnología, con un costo aproximado de $2,1 millones, no requiere energía eléctrica y puede recuperar más del 80 % de los nutrientes presentes en la orina, generando un  fertilizante mineral de alta calidad especialmente valioso para la economía agrícola local”, asegura la investigadora.

Por otro lado, para aguas residuales grises, los filtros sostenibles se posicionaron como la solución más viable, utilizando materiales naturales como arena, aserrín y carbón activado para producir agua tratada utilizable en riego y limpieza; y para las aguas residuales marrones, los biodigestores destacaron como la tecnología más apropiada y se empleado antes en algunas veredas del municipio, transformando los desechos en biogás para cocina y abono líquido, reduciendo además la dependencia de leña o gas comercial.

El estudio analizó 106 veredas donde conviven campesinos, comunidades indígenas (53,9 %) y afrodescendientes (46,1 %), evaluando 9 tecnologías diferentes, 3 para cada tipo de agua residual doméstica, y lo más interesante es que, como enfatiza la experta: “la herramienta no se limita a Santander de Quilichao, pues la metodología se diseñó para adaptarse a los 170 municipios PDET o cualquier zona rural del país”.

Esta capacidad de adaptación territorial representa un avance significativo hacia el cumplimiento del ODS 6: Agua limpia y saneamiento, y las metas de la Estrategia Nacional de Economía Circular (ENEC), que busca incrementar en un 50 % los proyectos de reúso de aguas residuales tratadas.

Para ello implementó la evaluación de múltiples criterios ambientales, técnicos (diseño, construcción, operación y mantenimiento), económicos (viabilidad y sostenibilidad tecnológica), socioculturales (dinámicas sociales, costumbres y saberes), y de riesgos (posibles afectaciones), mediante el método de evaluación TOPSIS, en el lenguaje de programación R, el cual permite procesar información especializada y generar mapas mediante sistemas de información geográfica (SIG), teniendo en cuenta el tipo de tecnología que más se ajusta al territorio.

“Los criterios se seleccionaron fundamentándose en los lineamientos conceptuales y estructurales previamente identificados para Colombia, mientras que la ponderación de las dimensiones se estableció a partir de la consulta a 15 expertos del sector”, detalla la investigadora.

La herramienta desarrollada considera variables específicas como topografía, acceso vial, disponibilidad de materiales, aceptación cultural y condiciones climáticas, lo que permite su replicación en cualquier contexto rural colombiano.

Un modelo replicable para todo el país

A pesar de los avances normativos, en Colombia persisten desafíos en la implementación, como falta de claridad regulatoria, altos costos de algunas tecnologías, ausencia de incentivos económicos y debilidades en la articulación institucional. Sin embargo, la investigación demuestra que las soluciones existen y son económicamente viables.

“Colombia cuenta con las capacidades técnicas para implementar soluciones circulares en el manejo de aguas residuales. Lo que se requiere es voluntad política, inversión coordinada y marcos normativos actualizados que incentiven estos proyectos”, concluye la investigadora.

Los resultados, presentados en el XVII Congreso Iberoamericano de Sistemas de Abastecimiento, Saneamiento y Riego (2023) celebrado en España, representan un modelo replicable que  transformaría la gestión de aguas residuales en toda la ruralidad colombiana, convirtiendo un problema histórico en una oportunidad de desarrollo sostenible.






lunes, 28 de julio de 2025

Con vigilancia digital controlan plaga que arriesga exportaciones florales

 Además de ser reconocida por afectar cultivos de tomate y espárrago, la negrita o caracha (Prodiplosis longifila) también causa pérdidas de hasta el 100 % en follajes ornamentales empleados en fincas de Cundinamarca para arreglos florales y jardinería, convirtiéndose en un riesgo para la floricultura de exportación. Ante la situación, el uso de herramientas digitales ha permitido acercar a los agricultores a los datos y fortalecer la vigilancia fitosanitaria en el centro del país.

Colombia, el segundo país exportador mundial de flores cortadas, afronta una nueva amenaza: la negrita, una mosca de apenas 3 mm de longitud, que aunque se registró en el país en década de 1980, ahora enciende las alarmas del sector floricultor en el centro del país, debido a su reciente surgimiento y grave afectación en plantas de follaje como el rusco (Ruscus aculeatus) y otras del género Cocculus, que apenas comienza a documentarse.

Uno de los hospederos reportados para esta especie es el clavel (Tagetes sp.), lo que indica un potencial riesgo de expansión hacia otras especies de flores de corte, amenazando aún más su producción. Al ser considerada como plaga cuarentenaria en varios países, podría generar restricciones comerciales si se comprueba su presencia en flores destinadas a la exportación.

En municipios como Cachipay, Anolaima, Zipacón y La Mesa, reconocidos por su producción de follajes ornamentales, los productores han reportado pérdidas totales en sus cosechas. La plaga, difícil de detectar por su actividad nocturna y el camuflaje de sus larvas, obliga a muchos agricultores sin asesoría técnica a aplicar pesticidas hasta 3 veces por semana, lo que eleva los costos y puede generar resistencia a los productos, complicando aún más su control.

Así lo evidencia un estudio pionero liderado por el profesor Joaquín Guillermo Ramírez Gil en el Laboratorio de Agrocomputación y Análisis Epidemiológico de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Bogotá. La investigación combinó epidemiología digital, ciencia ciudadana, inteligencia artificial, análisis de datos y saberes campesinos para detectar, monitorear y mitigar el avance de esta mosquita, como complemento a la vigilancia fitosanitaria tradicional.

Epidemiología digital en plantas

Los resultados del estudio son preocupantes: más del 50 % de los agricultores reportaron pérdidas entre el 20 y 40 % de su producción debido a la plaga, y en algunos casos extremos la afectación llegó al 100 %. En cuanto a la vigilancia digital, el análisis estadístico mostró una correlación positiva entre los picos de búsqueda en Google y los casos confirmados por el ICA. Esta plataforma resultó ser la más confiable, seguida de YouTube y X.


La metodología empleada por la ingeniera agrónoma Laura Alejandra Valbuena Gaona, magíster en Ciencias Agrarias de la UNAL, se basó en el análisis de tendencias mediante un estudio bibliométrico de artículos científicos extraídos de las bases de datos Scopus, PubMed y Google Scholar. El objetivo fue establecer el estado del arte sobre Prodiplosis, con un total de 957 documentos analizados.

El primer registro encontrado se remonta a 1812. A partir de 1987 se evidenció un crecimiento sostenido en las publicaciones, con un pico en 2019, año en el que se reportaron 82 artículos centrados en temas como identificación, distribución, daños, calidad, rendimiento, manejo y genética.

También analizó las dinámicas en redes sociales como X (antes Twitter) y YouTube, además de los datos disponibles en la web mediante la plataforma Google Trends, observando picos de interés desde 2016 que sugieren que en ese periodo la plaga empezó a convertirse en un problema en países andinos como Perú, Ecuador y Colombia. “En el caso colombiano, los mayores niveles de búsqueda se ubicaron en Cauca, Nariño, Cundinamarca y el Eje Cafetero”, informa la investigadora Valbuena.

Para recopilar las percepciones y levantar información sobre las prácticas de manejo relacionadas con Prodiplosis en los sistemas de cultivo de más de 20 productores de follajes en Cachipay, la magister utilizó encuestas en chats grupales de WhatsApp, con 53 preguntas estructuradas, que arrojaron vacíos en el conocimiento de la biología, la ecología y las estrategias de manejo de la plaga, especialmente en follajes. “A pesar de las limitaciones de conectividad, los agricultores tienen acceso a celulares y se comunican por redes sociales”, comentó.

Para facilitar la recolección de datos, la investigadora trabajó con la finca Economía Agrícola-Agropecuaria Villapard, con el acompañamiento de los agricultores Héctor Julio Villamil y Luz Mary Pardo, así como con otras fincas de Cachipay. Como parte del proceso, desarrolló dos herramientas interactivas: una aplicación móvil llamada Pro-Diplosis, para el registro en campo, y una plataforma web conocida como Portal Agrointeractivo, que permite visualizar mapas, modelos predictivos y recomendaciones de manejo.

Los resultados sobre el uso e impacto de los productos aplicados contra Prodiplosis indican que, según los agricultores, el control químico resultaba más efectivo cuando se aplicaba después de las 6 p. m., entre 2 y 3 veces por semana. Esto coincide con el horario de mayor actividad sexual de las moscas adultas.






sábado, 26 de julio de 2025

Céspedes que crecen en el fondo del mar colonizan arrecifes del Caribe, una beca busca entender por qué

 En los arrecifes del Caribe colombiano, una comunidad similar a un césped terrestre está compitiendo contra los corales masivos, debilitando su recuperación y transformando el paisaje submarino. Se trata de los céspedes algales, comunidades de algas filamentosas que colonizan los espacios antes ocupados por corales vivos. Comprender esta dinámica es el propósito de la investigación de María Helena Benavides Marchena, estudiante de la Maestría en Ciencias – Biología Marina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe, ganadora de una de las 5 becas Colombia Biodiversa 2025.

En la convocatoria I-2025 participaron 101 propuestas de estudiantes de pregrado y maestría provenientes de 41 universidades colombianas. El jurado seleccionó solo 5 trabajos, que por su pertinencia, claridad, impacto y rigurosidad recibirán apoyo económico para culminar sus investigaciones. Entre ellos fue escogido el proyecto de la estudiante Benavides, quien se convirtió en la segunda persona de la UNAL Sede Caribe en obtener esta distinción, sumando así 25 galardonados de la Universidad a lo largo de los años.

El estudio se desarrolla en los arrecifes oceánicos del Archipiélago de San Andrés y Providencia, dentro de la Reserva de la Biósfera Seaflower. Allí, los corales masivos, estructuras que por siglos han sostenido la vida marina, enfrentan un enemigo silencioso: los céspedes algales, una “alfombra vegetal” que crece en el fondo del mar.

“Estos céspedes no solo impiden el crecimiento del coral, sino que además lo desplazan lentamente y afectan su recuperación después de que perturbaciones exacerbadas por el calentamiento global o la contaminación generan pérdida de tejido vivo del coral”, explica la investigadora.

Cómo se estudia esta competencia submarina

Durante expediciones científicas Seaflower Albuquerque (2018), Bajo Nuevo (2021), y Cayo Bolívar (2022) se recolectaron más de 230 muestras en núcleos de coral para analizar las interacciones entre céspedes algales y corales masivos.

En laboratorio, la estudiante Benavides ha empezado a analizar la composición de estas comunidades, sus variables estructurales y signos de competencia, mediante microscopía óptica y con el apoyo de expertos. El objetivo es entender cómo influyen en esta competencia ecológica factores como la profundidad, el tipo de coral o la ubicación.

La investigación se desarrolló en tres atolones de la Reserva, en donde se tomaron fotos y se extrajeron núcleos de ~4,5 cm de diámetro de la interacción coral-césped. Para ello se tomaron muestras en las distintas unidades geomorfológicas del atolón y en diferentes especies de coral, lo que le permitirá identificar patrones de competencia entre algas y corales.

Además se registraron datos tanto cualitativos –sobre la exposición al oleaje– como cuantitativos, entre ellos la profundidad y la sedimentación. Estos datos ayudarán a entender cómo influyen los factores del entorno en el avance de este fenómeno.

Relevancia para la conservación de los arrecifes

La investigación no solo aporta al conocimiento científico sobre biodiversidad marina, sino que también ofrece pistas para entender las dinámicas de perturbación en los arrecifes. En palabras de la becaria: “los céspedes algales están colonizando espacios antes ocupados por corales constructores de arrecifes. Entender cómo se estructuran y en qué condiciones ganan la competencia contra los corales (espacio) es fundamental para saber que está ocurriendo en los arrecifes”.

Los resultados apoyarían decisiones en planificación ambiental y en futuras estrategias de restauración coralina, al identificar condiciones ecológicas que favorecen o dificultan la recuperación coralina. Además funcionan como bioindicadores de cambios ecosistémicos y de estrés ambiental, esenciales para entender la resiliencia de los arrecifes en el contexto del cambio climático.

Desde la UNAL Sede Caribe, esta investigación refleja el compromiso con el conocimiento situado, la protección de ecosistemas únicos y la formación de jóvenes investigadoras que aportan a los desafíos ambientales del país. A través del Fondo Colombia Biodiversa, la Fundación Alejandro Ángel Escobar ha apoyado por 20 años a estudiantes de todo el país para impulsar tesis sobre biodiversidad y sostenibilidad. Hoy María Helena Benavides forma parte de ese legado.









jueves, 24 de julio de 2025

El potencial eólico del Caribe colombiano se ha debilitado en los últimos 40 años

 Entre 1981 y 2020 la potencia del viento en el Caribe colombiano se ha reducido un 15 %, fenómeno que se relacionaría con un ciclo natural del Chorro de Bajo Nivel del Caribe, una corriente atmosférica determinante para el régimen de vientos en la región. Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) documenta por primera vez cómo ha cambiado su comportamiento a lo largo del tiempo, con implicaciones directas para el desarrollo de proyectos de energía eólica en departamentos como La Guajira.

El Chorro de Bajo Nivel del Caribe funciona como una autopista aérea que cruza el sur del mar Caribe, a la altura del norte colombiano. Esta gran corriente de viento se forma por las diferencias de presión atmosférica y temperatura superficial entre el océano Atlántico tropical, el mar Caribe y el Pacífico oriental. Al llegar a la Región Caribe, especialmente a La Guajira, el viento se encuentra con las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá generando un efecto embudo que lo acelera y lo vuelve más constante.

Ese aire en movimiento, invisible pero potente, es el que hace girar las turbinas de los parques eólicos y que convierte a esta región en una de las más prometedoras del país para generar energía con el viento; sin este Chorro, La Guajira no tendría su reconocido potencial energético. Sin embargo, en los últimos 30 años ha perdido potencia, y una de las posibles razones es la variabilidad climática natural en la región, como la fase cálida de la Oscilación Multidecadal Atlántica, un ciclo climático que hace que las aguas del océano Atlántico se calienten o se enfríen durante periodos de entre 20 y 40 años.

Es como si el océano tuviera su propio ritmo: una “respiración térmica” de largo plazo que sube y baja la temperatura superficial del mar.

Cuando el Atlántico entra en una fase cálida, el agua libera más calor hacia la atmósfera, alterando los patrones de lluvia, de huracanes y de viento en todo el Caribe. Este fenómeno afecta directamente a Colombia porque puede fortalecer o debilitar el Chorro de Bajo Nivel del Caribe, esa corriente de viento clave para generar energía en regiones como La Guajira.

Esto fue lo que encontró el investigador David Garzón Casas, magíster en Meteorología de la UNAL, quien revisó los datos de viento en 25 estaciones meteorológicas del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y de la Dirección General Marítima (Dimar), ubicadas alrededor de la Región Caribe de Colombia, para analizar cuál ha sido el comportamiento del viento, además de otros datos in situ y de información de reanálisis climáticos históricos.

“En el norte del Magdalena, a unos 10 km del mar Caribe, hay una corriente de viento importante que aún no ha sido estudiada a fondo, pero que se convertiría en un fenómeno relevante para el futuro energético del país”, asegura el experto.

Qué pasará con el viento de Colombia

Además de analizar cómo ha cambiado el viento en las últimas décadas, el investigador Garzón también quiso mirar hacia el futuro. Para ello utilizó los resultados de múltiples simulaciones del sistema climático terrestre incluidas en el proyecto internacional CMIP6, que reúne modelos numéricos para entender los efectos del cambio climático bajo distintos escenarios: unos más optimistas, en los que la humanidad logra reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante políticas sostenibles, y otros más pesimistas, en los que persiste la dependencia de combustibles fósiles y las emisiones contaminantes aumentan.

Con base en estos escenarios, analizó cómo se comportaría el viento en la Región Caribe durante los próximos 100 años. En el caso más optimista, el viento se mantendría estable, sin grandes variaciones. Pero en el peor escenario, es decir, uno en el que la temperatura media del planeta aumentara hasta 5 °C y los niveles de dióxido de carbono crecieran drásticamente, la potencia del viento aumentaría hasta 128 vatios/m2 más, lo que implicaría mayor energía disponible para mover turbinas eólicas, aunque a costa de un planeta mucho más alterado y vulnerable.

Recordemos que el cambio climático puede aumentar la potencia del viento, ya que, al calentar más la Tierra, también intensifica las diferencias de temperatura y presión entre regiones. Y son justamente esas diferencias las que ponen en movimiento el aire: cuanto mayor contraste, más fuerte soplará el viento. Es como si la atmósfera se sobrecalentará y empujará el aire con más fuerza para intentar equilibrarse, generando así corrientes más rápidas y con mayor energía.

“En el peor escenario posible de cambio climático, en el que las concentraciones de CO2 pasen de 400 partes por millón (ppm) en 2025 a 1.100 ppm en 2100, Colombia mantendría un gran potencial para aprovechar la energía eólica y reducir los riesgos asociados con su alta dependencia de la energía hidráulica, como las represas”, explica el magíster.

Colombia tiene viento, pero no tiene cómo aprovecharlo

Aunque el país cuenta con uno de los mejores recursos eólicos del continente, especialmente en La Guajira, aún no ha logrado aprovecharlo como debería. Hoy menos del 1 % de la electricidad nacional proviene del viento, a pesar de que estudios estiman que solo en La Guajira se generaría más energía de la que consume Bogotá.

Uno de los principales obstáculos es la falta de infraestructura. Para que la energía eólica llegue desde el norte hasta los grandes centros de consumo, se necesitan redes eléctricas robustas, que en muchos casos aún están en construcción o ni siquiera existen. Sin estas conexiones, los parques eólicos no pueden enviar la energía que producen.

También persiste una deuda con las comunidades indígenas, pues muchos proyectos se han planeado sin una participación adecuada del pueblo wayúu. La ausencia de consulta previa y de beneficios claros para la población local ha generado bloqueos, tensiones y retrasos. A esto se suman las trabas burocráticas como conseguir permisos, licencias ambientales y aprobaciones oficiales que puede tomar años, y los procesos no siempre están adaptados a las particularidades de la energía eólica. Todo esto retrasa los proyectos y ahuyenta a los posibles inversionistas.

La investigación del magíster Garzón, dirigida por el profesor José Franklyn Ruiz, de la Facultad de Ciencias de la UNAL, contribuye a entender el comportamiento del viento en Colombia, un tema poco estudiado y que, según afirma el magíster, presentaría menos incertidumbre que fenómenos  como la lluvia, de la cual depende en gran parte la matriz energética del país. Esta última se verá afectada por eventos climáticos extremos, lo que hace necesarias alternativas más estables, como la energía eólica.

 

 







miércoles, 23 de julio de 2025

UNA VICTORIA PARA LA VIDA SILVESTRE EN EL VALLE DEL CAUCA

 UN REGRESO TRIUNFAL: BABILLAS, TORTUGAS Y SERPIENTES RECUPERAN LA LIBERTAD EN BUENAVENTURA

En una jornada cargada de emociones y compromiso ambiental, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) liberó 40 ejemplares de fauna silvestre en el corazón del Pacífico, devolviendo a estas especies su derecho a la libertad. Babillas, tortugas y serpientes fueron protagonistas de un momento que reafirma el deber de proteger y respetar la vida silvestre.

La naturaleza siempre encuentra el camino para reivindicar la vida. Así quedó demostrado durante una jornada de liberación de fauna silvestre, organizada por la CVC, que devolvió la libertad a 40 ejemplares de especies nativas en las exuberantes tierras del Pacífico, específicamente en la zona rural de Buenaventura.

 “Hoy estamos celebrando la vida, la recuperación y la oportunidad de corregir los errores humanos, devolviendo a estos animales al lugar que siempre les ha pertenecido: la naturaleza”, afirmó Juan Fernando Ospina, funcionario de la CVC y líder de la jornada.

Desde tempranas horas, los técnicos y biólogos de la entidad emprendieron el viaje hacia un área del Pacífico, cargando con ellos más que animales: llevaban historias de lucha, supervivencia y resiliencia. La jornada inició bajo un sol radiante, sin embargo, como suele ocurrir en la región del Pacífico, los cielos pronto se tornaron grises y las lluvias hicieron su aparición. Para los expertos de la CVC, esto no representó un obstáculo, sino un símbolo natural.

 “Los animalitos no tienen calendario ni pronóstico del clima, la naturaleza es impredecible y hermosa. Aunque nos sorprendió la lluvia, la liberación continuó porque el regreso de estas especies no puede esperar. Es la bienvenida de la selva, la bendición del agua para quienes retornan a su hogar”, comentó Ospina con emoción, mientras se desarrollaba la jornada en medio del paisaje verde y lluvioso.

Entre los animales liberados, se encontraban tortugas de diversas especies, serpientes que juegan un papel crucial en el control de plagas naturales y varias aves que, con su vuelo libre, regresaron a los bosques donde cumplen funciones ecológicas indispensables.

Pero, sin duda, las verdaderas estrellas de la jornada fueron dos majestuosas babillas, reptiles emblemáticos de los humedales y ríos colombianos, que personificaron la misión de la CVC en defensa de la fauna silvestre.

Las babillas: símbolo de resistencia y restauración ecológica

 Las historias de estas dos babillas son reflejo de los problemas que enfrentan diariamente las especies silvestres en Colombia. Una de ellas fue rescatada en el municipio de Jamundí, en una ocupación indebida de su hábitat, mientras que la otra fue entregada de manera voluntaria a la DAR Centro Sur de la CVC, en Buga, tras haber sido mantenida ilegalmente en cautiverio como mascota.

“Estas babillas representan lo que estamos tratando de cambiar: la percepción errónea de que la fauna silvestre puede ser domesticada. La realidad es que estos animales sufren en cautiverio, no cumplen sus ciclos naturales y ponen en riesgo la salud pública. Cada liberación es una oportunidad para corregir el impacto negativo sobre nuestra biodiversidad”, explicó David Otero, funcionario de la CVC en Buenaventura.

 Tras un proceso de rehabilitación física, valoración veterinaria y readaptación conductual en el Centro de Atención y Valoración (CAV) San Emigdio, propiedad de la autoridad ambiental vallecaucana, ambas babillas finalmente regresaron a un entorno controlado, seleccionado cuidadosamente por los especialistas para garantizar su bienestar y adaptación.

La liberación de los reptiles es un acto de justicia ecológica. Ellos desempeñan un papel esencial en los ecosistemas acuáticos, ayudando a regular poblaciones de otras especies, así como mantener el equilibrio natural y contribuir a la salud de los cuerpos de agua.

 La CVC reafirma su compromiso con la protección, recuperación y conservación de la fauna silvestre del Valle del Cauca. Gracias al trabajo articulado con otras autoridades ambientales, los cuerpos policiales y la participación de la comunidad, cada vez más animales están regresando a su hábitat, cerrando ciclos de sufrimiento y abriendo puertas a la esperanza.








martes, 22 de julio de 2025

Colombia prioriza al chontaduro y la sidra como cultivos de oportunidad frente al cambio climático

  Estos cultivos se destacan por su alta capacidad de adaptación a condiciones climáticas extremas, aporte nutricional significativo y potencial de escalabilidad. 

 La selección, liderada por la Alianza de Bioversity International y el CIAT, Agrosavia y el Crop Trust, con la participación de productores, investigadores, sector privado, sociedad civil y tomadores de decisiones, representa un avance estratégico hacia sistemas agroalimentarios más resilientes y sostenibles.


Colombia ya eligió sus dos cultivos de oportunidad. A través de un proceso participativo que reunió a representantes del Gobierno Nacional, productores, investigadores, organizaciones ambientales, de cooperación internacional, gremios del agro y emprendedores del sector privado, Colombia priorizó el chontaduro y la sidra como cultivos de oportunidad.

 Estas especies se priorizaron por su capacidad para diversificar los sistemas alimentarios, hacer frente al cambio climático, fortalecer la seguridad alimentaria del país y escalar su impacto a nivel nacional.
 La selección se llevó a cabo entre el 15 y el 16 de julio en Bogotá, durante el Taller Nacional sobre Cultivos de Oportunidad, liderado por la Alianza de Bioversity International y el CIAT, con el apoyo de Agrosavia y el respaldo del Crop Trust, organismo internacional dedicado a salvaguardar la diversidad de cultivos. 

El chontaduro y la sidra fueron seleccionados entre 48 especies tradicionales. ¿Qué son los cultivos de oportunidad? “Estos cultivos tienen un potencial aún no del todo aprovechado para mejorar la nutrición, diversificar las dietas y fortalecer los medios de vida rurales”, dice Edwin Garzon-Horta, del Crop Trust. 
Los cultivos de oportunidad son especies resilientes que crecen en suelos pobres, soportan temperaturas extremas y resisten largos periodos de sequía. 

Requieren menos insumos, ofrecen un alto valor nutricional y representan alternativas más sostenibles frente a los modelos agrícolas intensivos.

 Además, están profundamente ligados a las tradiciones locales, las cocinas regionales y los saberes ancestrales.
 El chontaduro: alimento, tradición y oportunidad El chontaduro es una especie nativa que se cultiva en Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Chocó, el occidente de Risaralda, Urabá, Putumayo, Caquetá, sur del Meta, Amazonas, Guaviare y Vaupés.

 Su fruto se consume cocido o en bebidas tradicionales como la chicha y el masato. Además de su valor cultural, ofrece múltiples usos: palmito, aceite, alimento animal y madera para construcción o artesanía. Aunque su consumo fuera de la región Pacífica es limitado, el palmito de chontaduro tiene un alto potencial para nuevos mercados. 

Para Colombia, el banco de germoplasma principal se encuentra en el Centro de Investigación El Mira, de Agrosavia, en Tumaco, donde se mantienen 241 accesiones de chontaduro que representan gran parte de la variabilidad genética de la especie. 


La sidra, un alimento tradicional con valor medicinal La sidra se cultiva en zonas de clima templado a cálido de Nariño, Cauca, Antioquia, Cundinamarca y otras regiones como la Sierra Nevada, Putumayo y el Eje Cafetero.

 Se consume cocida en sopas, guisos o ensaladas. Además de su uso alimentario, las raíces y hojas se emplean en medicina tradicional. 
Su comercialización es principalmente local y rural, aunque existe un mercado internacional. En Colombia, hasta el momento, no existen colecciones registradas.

 A nivel regional, existe un banco de germoplasma activo en Costa Rica, con amplia diversidad genética.
 Aunque el chontaduro prescultivos abre nuevas posibilidades para impulsar la investigación científica, incluyendo la conservación de accesiones, y avanzar hacia sistemas alimentarios más resilientes.

 “El evento de priorización fue una oportunidad clave para alinear la investigación científica y la estrategia, asegurando que enfoquemos nuestros esfuerzos donde tendrán mayor impacto para los agricultores y los sistemas agroalimentarios”, explicó Lizeth Llanos, científica de datos senior de la Alianza Bioversity - CIAT. Además, el ejercicio de priorización permitió identificar desafíos comunes como la débil articulación con los mercados, el limitado apoyo institucional y la necesidad urgente de mayor inversión en investigación. 

El camino a seguir exige integrar estos cultivos en las políticas públicas, los programas de investigación y las estrategias comerciales.

 “Agrosavia tiene la oportunidad de generar un esfuerzo conjunto para que, como país, rescatemos la diversidad que hay en el territorio, logremos integrar conocimientos, y aportemos —junto con el saber de nuestras comunidades y el conocimiento técnico y científico— a la conservación de estos recursos genéticos y, quizás, a su restitución en poblaciones que los han perdido”, agregó Carolina González, jefe del Departamento de Agrobiodiversidad de Agrosavia.

 El evento se realizó en el marco de la iniciativa internacional Fondo de Financiamiento para el Poder de la Diversidad (Power of Diversity Funding Facility), liderada por el Crop Trust y que cuenta con el respaldo financiero del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ), a través del Banco de Desarrollo KfW, y del Departamento de Asuntos Exteriores de Irlanda. El proceso de priorización continuará en países como Kenia, India, Nigeria, Tanzania, Uganda y Zambia, en una apuesta global por rescatar, conservar y promover los cultivos que pueden nutrir un futuro más resiliente y equitativo.


lunes, 21 de julio de 2025

CALI TIENE EL PRIMER HELIPUNTO DEL PAÍS PARA CONTROL DE INCENDIOS FORESTALES

Cali cuenta desde este viernes 18 de julio con el único helipunto del país diseñado para el control de incendios forestales con asistencia de los helicópteros de la Fuerza Aérea Colombiana. Está ubicado en un sitio estratégico para las labores del Cuerpo de Bomberos de Cali.

“El año pasado se presentaron 390 incendios que afectaron 420 hectáreas solamente en Cali, donde se presentó un 25 % de los incendios que hubo en el Valle, por eso nos pusimos de acuerdo con nuestro Benemérito Cuerpo de Bomberos de Cali y  nuestra Fuerza Aérea para construir este helipunto en un sitio estratégico donde los pilotos puedan recargar agua con el bambi bucket en un reservorio y ayudar a combatir los incendios forestales que nos afectan los cerros en temporadas de verano como la que se avecina”, dice Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director general de la CVC.

 En este helipunto los helicópteros podrán aterrizar en una plataforma de 900 metros cuadrados perfectamente demarcada con la normativa exigida por la Fuerza Aérea Colombiana y cuenta con una manga veleta que permitirá a los pilotos calcular la intensidad y dirección del viento. Además, cuenta con un reservorio con capacidad de 160 metros cúbicos de agua que permite recargar en vuelo el bambi bucket. El helipunto se construyó en el predio Loyola perteneciente a los bomberos, ubicado en el corregimiento La Castilla de Cali.

 “Hasta ahora, los helicópteros recargaban el bambi bucket en la parte alta de Chipichape o en este mismo predio de los bomberos, pero para ello se usaban unas piscinas portátiles que se debían llevar hasta estos sitios y llenarlas con carrotanques que se abastecen del hidrante más cercano, todo el proceso tardaba unas tres horas”, añadió el Director General de la CVC. 

“Con el helipunto y el reservorio todo será más sencillo, además porque las piscinas portátiles tienen una boca pequeña y los pilotos debían maniobrar mucho, el reservorio, en cambio, tiene 9 metros de lado, suficiente para la entrada del bambi bucket. Además, cada carga del bambi bucket es de 2,5 metros cúbicos y el reservorio, con 160 metros cúbicos de capacidad, permitirá varias recargas”, explica José David Saldarriaga, ingeniero civil de la CVC y además bombero voluntario del Cuerpo de Bomberos de Cali.

Desde mayo pasado se han hecho pruebas con vuelos, aterrizajes y recargas de agua con total éxito.

La CVC entregó además una dotación por valor de 1.500 millones de pesos a los bomberos de Cali, en la que se incluyen 698 unidades de elementos de protección personal y herramientas como palas, palines, motosierras, guadañas dos bombas de alta capacidad y una cámara optrónica para la detección de incendios forestales, con esta ya se completan 9 en puntos estratégicos de los cerros tutelares de Cali.

 “No solamente se hizo la adecuación del espacio, sino que también se creó un taller para la atención de incendios forestales con la Fuerza Aérea, una capacitación para las brigadas de bomberos forestales donde se incentivó la comunicación con los pilotos en temas de señales, de manejo de la información, de lenguaje para que se entendiera tanto el piloto como el personal que está en tierra para controlar el incendio forestal”, dice Suárez Gutiérrez.

 "Es histórico no solo para Cali sino para Colombia somos los primeros en tener esta infraestructura para salvar vidas tanto humanas como las vidas silvestres", destacó María Alexandra Pacheco Muñoz, secretaria de Gestión del Riesgo de Cali.

"Todo esto lo tenemos gracias a la financiación que realizó la CVC, la institución puso el lote pero la CVC puso todo el presupuesto para financiar la helibase y la donación de estos equipos esenciales para la extinción de incendios forestales. Son equipos de alta tecnología y equipos muy finos precisamente ahora que se viene la época de incendios forestales", dijo Capitán Francisco Javier Díaz comandante del Cuerpo de Bomberos de Cali.


"Quiero agradecer a la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca y al Benemérito Cuerpo de Bomberos de Cali por confiar en las capacidades técnicas de la Fuerza Aeroespacial Colombiana para obtener este objetivo estratégico porque en eso se convierte, para la extinción de incendios en los Farallones de Cali y el área metropolitana", dijo el coronel Germán Augusto Varela comandante del comando aéreo de combate 7 de la Fuerza Aeroespacial Colombiana.










miércoles, 16 de julio de 2025

Peces loro en San Andrés, muy jóvenes para salvar el arrecife

 Aunque los peces loro son comunes en la Isla, la mayoría son juveniles que aún no alcanzan la talla mínima para reproducirse. Esta situación, sumada a la ausencia casi total de especies grandes como Scarus guacamaia o S. coelestinus, compromete su capacidad para controlar las macroalgas que asfixian los corales.

En las últimas décadas los arrecifes coralinos del Caribe han sufrido un deterioro progresivo, la cobertura de coral vivo ha disminuido cerca del 80 % desde los años setenta, y en varios sectores ha sido reemplazada por macroalgas verdes y pardas, que crecen rápidamente y compiten con los corales por espacio, luz y nutrientes. No se trata del sargazo pelágico que flota en mar abierto, sino de algas bentónicas que colonizan el arrecife cuando faltan herbívoros.

En el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, donde se concentra el 77 % de la cobertura coralina del país, esta amenaza es especialmente grave, ya que sus islas forman parte de la Reserva de Biosfera Seaflower, y albergan los arrecifes más extensos de Colombia. Su deterioro pone en riesgo actividades como la pesca artesanal, el turismo y la protección natural de la costa. A esto se suma que el Archipiélago presenta una conectividad ecológica excepcional entre arrecifes, manglares y pastos marinos, que permite completar los ciclos de vida de muchas especies, incluidas las de valor comercial.

Los peces loro (Scaridae) —coloridos y vitales habitantes de los arrecifes— cumplen una función ecológica esencial, ya que raspan y consumen las algas que crecen sobre los corales y los fondos marinos, permitiendo que los arrecifes respiren y se regeneren. Por eso se les conoce como los “jardineros del arrecife”. Su ausencia acelera un cambio de fase arrecifal, en el que las algas desplazan al coral vivo, dominando las coberturas del fondo (bentos), por lo se impone un nuevo equilibrio degradado.

Un nuevo estudio realizado por la médica veterinaria Diana Carolina Castaño Giraldo, especialista en Fauna Marina y magíster en Ciencias – Biología Marina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe, advierte que aunque estos peces todavía están presentes en la Isla, el 93 % de los individuos registrados son juveniles, es decir que aún no han alcanzado la talla necesaria para reproducirse ni para cumplir eficazmente con su función de herbivoría.

Según la investigadora, “muchos de estos peces son capturados antes de reproducirse por primera vez, lo que compromete la recuperación de sus poblaciones”.

Además, el estudio reporta la desaparición casi total de especies de tallas grandes como S. guacamaia o S. coelestinus, que pueden llegar a medir hasta 120 cm de longitud, valiosas por su capacidad de remover grandes cantidades de algas en cada mordida.

“Sin peces grandes ni adultos, la función de limpieza del arrecife se debilita y se favorece el dominio de las algas sobre los corales. Durante los 5 años de monitoreo solo se registraron 5  individuos de cada una de estas especies, con ausencia en los últimos años, una cifra alarmantemente baja para su función ecológica”, agrega la autora.

¿Qué es la biomasa y por qué es importante?

Uno de los indicadores usados para evaluar la salud de los arrecifes es la biomasa: el peso total de los peces registrados en un área determinada. No basta con contar cuántos peces hay; es necesario saber si esos peces están creciendo, si se están reproduciendo, y si su tamaño es suficiente para ejercer su función ecológica de control de las algas.

La especialista en Fauna Marina explica que, “la función de herbivoría de estos peces está directamente relacionada con su tamaño: cuanto mayor es la talla, mayor es la fuerza de mordida y la cantidad de algas que pueden remover del arrecife”.

En este caso, la biomasa promedio de peces loro en San Andrés fue de 2.253 gramos por cada 100 m², un valor que se encuentra en el rango de estado “regular” para el indicador (menor a 2.740 gr/100 m2), y aunque supera el umbral “crítico” (990 g/100 m²) definido por iniciativas como Healthy Reefs for Healthy People Initiative –una organización internacional que promueve el monitoreo y la conservación de arrecifes en el Caribe–, no garantiza por sí solo la estabilidad del arrecife si la mayoría de los peces son juveniles.

De hecho, el estudio encontró que en algunos sitios con mayor biomasa también se registró una alta cobertura de macroalgas, lo que sugiere que el número y tamaño actuales de los peces aún no son suficientes para controlar su crecimiento.

Cinco años de monitoreo

El estudio se realizó entre 2013 y 2019 en cuatro estaciones: Bajo Bonito, Luna Verde, Wild Life y Bahía Honda; en este se registraron 3.120 individuos de peces loro pertenecientes a 11 especies. La investigación consistió en censos visuales subacuáticos de peces, realizados por buzos en transectos de 50 x 2 m. Se registraron las especies, su talla y abundancia, y estos datos se usaron para estimar la biomasa mediante modelos biológicos. Además se registraron en video los fondos marinos (videotransectos) para analizar la cobertura de coral, algas y pastos.

“El equipo de trabajo aplicó una metodología estandarizada que incluyó cuatro roles: un buzo para el censo visual, otro para los videotransectos, uno para medir la complejidad estructural, y un último encargado de los datos complementarios como el registro de invertebrados”, relata.

Las especies de peces loro más comunes fueron S. taeniopterusS. iseriS. aurofrenatum y S. viride, todas de tallas medianas, con longitudes comunes entre 18 y 38 cm y umbrales de madurez sexual que oscilan entre los 15 y 18 cm.

Los sitios con mayor cobertura coralina –como Bajo Bonito y Wild Life– presentaron los valores más altos de biomasa y diversidad. En cambio, Bahía Honda, dominada por arena y pastos marinos, registró los valores más bajos y una alta proporción de peces en etapa juvenil, lo que sugiere un uso del área como hábitat temporal o zona de crianza.

En 2019 el monitoreo detectó un incremento notable y atípico de peces loro de tallas medias en algunas estaciones. Por ejemplo, en Bajo Bonito se registraron picos de biomasa de hasta 9.907 g/100 m², con una mayor presencia de individuos de S. taeniopterus

E9.907 g/100 m², con una mayor presencia de individuos de S. taeniopterus, especialmente con rangos de tallas alrededor de los 20 cm, que superaban la talla de madurez sexual (unos 17 cm), lo cual obedecería a posibles agregaciones reproductivas temporales.

Según la magíster, “la biomasa actual no indica un estado crítico, pero sí representa una alerta temprana que se debe atender con educación ambiental y aplicación efectiva de sanciones, así como de alternativas para los pescadores para diversificar su economía y fuente de alimentos”.

Esta investigación ofrece una base científica sólida para ajustar los planes de manejo del Sistema Regional de Áreas Marinas Protegidas. También resalta la urgencia de proteger a estas especies no solo por su belleza o su valor ecológico, sino porque desempeñan funciones vitales para la salud del arrecife y los miles de isleños y raizales cuyos medios de vida que dependen de él.

El trabajo fue dirigido por la profesora Adriana Santos Martínez, de la UNAL Sede Caribe, y co-dirigido por el profesor Amílcar Cupul, de la Universidad de Guadalajara (México).