martes, 29 de septiembre de 2020

Ecosistemas protegidos ayudarían a prevenir pandemias

Aunque las zoonosis –enfermedades transmitidas del animal al hombre– han hecho que se apunte a ciertos animales silvestres como posibles vectores de virus que han ocasionado pandemias –como la de COVID-19–, el ser humano tiene una gran responsabilidad en propiciar estas situaciones.

Así lo expresó la profesora Lucena Vásquez Gamboa, del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, en la charla “La zoocría como una estrategia de conservación de la fauna silvestre”, del ciclo de conferencias “Conservación y uso sostenible de la fauna silvestre”, organizado por el grupo estudiantil Fauna Silvestre.

“Les echamos la culpa a las especies silvestres como si ellas fueran las únicas responsables de lo que está ocurriendo”, dice la profesora Vásquez, y agrega que entidades como la Organización Mundial de la Salud (OMS) han empezado a decir que esa no es la causa, sino que –probablemente– se está haciendo mal uso de los recursos. Por esta razón, es importante revisar qué se está haciendo para proteger y gestionar los ecosistemas y el medioambiente.


El aumento de la demanda de proteína de origen animal, las prácticas agrícolas insostenibles, la explotación de la vida silvestre y el cambio climático son algunas de las causas de la creciente tendencia de las enfermedades virales que pasan de los animales a los seres humanos. Además, sacar a los animales silvestres de su entorno natural, sin tener conocimiento de sus géneros y especies, también representa un riesgo para la salud humana.

Por esta razón, y por los diversos cambios que enfrenta el mundo, los esfuerzos que se están haciendo para conservar la fauna terrestre y acuática han empezado a manifestarse, particularmente en América Latina.

Según lo expuesto por la profesora Vásquez, los próximos años serán decisivos para optar por alternativas de manejo sostenible o de destrucción bajo la presión de subdesarrollo, pobreza o indiferencia de los países.

“En nuestras regiones se debe definir la problemática actual para desarrollar propuestas viables para la conservación de la biodiversidad”, enfatiza la docente. En este aspecto, una de las principales tareas está en el manejo responsable y de conservación de la fauna silvestre.

Zoocría como método de conservación

Ejemplo de esta búsqueda de alternativas es la zoocría, una actividad del hombre que involucra el manejo de los animales pertenecientes a especies no domésticas, bajo condiciones de cautiverio o semicautiverio, con el fin de que, por medio del mantenimiento, crecimiento y reproducción de los individuos, se atiendan demandas humanas o necesidades de la ciencia o de la conservación.

Todo esto según unos parámetros controlados y supervisados por el Ministerio del Medio Ambiente, a través de las corporaciones autónomas regionales.

Entre las especies En la UNAL Sede Palmira se cuenta con un trabajo de zoocría referente: la tesis meritoria de Lina Marcela Gómez, zootecnista de la Sede, sobre un zoocriadero de la especie Didelphis marsupialis –más conocida como chucha o zarigüeya– investigación merecedora de un premio nacional y otro internacional.

El trabajo se adelantó en inmediaciones de Cauca y Cali y se utilizaron parentales del medio natural. Luego se hicieron estudios previos del estado de conservación de la especie en su medio natural, una ardua revisión de literatura, y con la Corporación Autónoma Regional de Valle del Cauca (CVC), que participó en el proyecto, se recibió el aval de viabilidad para desarrollarlo.

Es importante tener en cuenta que cuando se van a tomar parentales del medio natural, se debe buscar si existen reportes de la especie, y si no los hay, se deben registrar los hallazgos.

Para hacer zoocría se deben cumplir ciertos lineamientos cobijados bajo la normatividad; lo más importante es garantizar que no se está causando daño al ecosistema natural de la especie ni se están tomando ejemplares sin haber hecho un estudio previo. Esto, además de tener claro cuál que más se trabajan en zoocriaderos de Colombia están diferentes tipos de reptiles y la especie comúnmente conocida como cerdo salvaje, con fines de conservación o de aprovechamiento.

La profesora Vásquez también hizo un llamado sobre la importancia de no tener animales silvestres como mascotas, pues ellos tienen necesidades específicas que probablemente no se les puedan brindar en una casa.

Noticias :Universidad Nacional - Colombia 

jueves, 24 de septiembre de 2020

La pandemia del COVID-19: Una oportunidad para el sector arrocero de América Latina

 Observatorio del Arroz para América Latina

La actual Pandemia del COVID-19 ha transformado los sistemas alimentarios a nivel mundial, impactando todos los eslabones de la cadena de suministro de alimentos, desde los sistemas productivos hasta la composición de la dieta de las personas. El sector arrocero en América Latina y el Caribe no ha estado exento de estos impactos, pero a diferencia de otros sectores, se ha abierto una puerta de oportunidades para el sector.


Esta fue la principal conclusión de los dos foros virtuales organizados por el Programa de Arroz de la Alianza de Bioversity International y el CIAT, el Fondo Latinoamericano para Arroz de Riego (FLAR) y Harvest Plus sobre el impacto de la pandemia en el sector arrocero de América Latina y el Caribe (ALC). En el primer foro se presentaron los resultados de un diagnóstico participativo con actores claves del sector a nivel regional, dando un preámbulo de discusión para un segundo foro, donde tres panelistas analizaron la situación y presentaron posibles escenarios y alternativas para el sector en temas de nutrición y mercados.
 Un total de 591 participantes de 28 países participaron en ambos seminarios, quienes también tuvieron la oportunidad de intervenir aportando con experiencias a nivel nacional y perspectivas en el corto plazo.

Si bien los impactos que ha provocado la pandemia en el sector son tan heterogéneos como lo son los sistemas productivos de arroz entre los países de la región, los expertos coincidieron en que la coyuntura actual puede abrir una serie de oportunidades para desarrollar el sector, ya que como afirma Gisella Luque de Argentina, “el arroz está más presente que nunca en la mesa de los consumidores”.

El arroz, al ser un alimento no perecedero y una importante fuente de energía de precio relativamente bajo en comparación con otros alimentos, ha sido priorizado en el plato de los hogares durante la pandemia. Los resultados del diagnóstico conducido con 40 líderes de opinión del sector arrocero en 20 países América Latina y el Caribe indican que la demanda de arroz durante el confinamiento incrementó en al menos 12 países. Paralelamente, el precio promedio mensual de arroz al consumidor para el primer cuatrimestre del año en relación con el año pasado, incrementó en 12 de 14 países de la región que fueron analizados (FAO, 2020). No obstante, el comportamiento de la demanda frente al incremento del precio no ha cambiado.

Si bien las tendencias en precio responden a un incremento en la demanda y a los efectos de la especulación y el acaparamiento durante el confinamiento, fueron los precios internacionales del arroz el principal factor de este comportamiento. Con el objetivo de asegurar el abastecimiento interno durante los periodos de confinamiento, importantes exportadores a nivel mundial como Vietnam, Myanmar, Camboya e India, impusieron una serie de restricciones a las exportaciones de arroz, lo que conllevó a elevar los precios internacionales.


 A pesar que inicialmente de dio una tendencia creciente en el precio, esta se ha ido ralentizando en las últimas semanas con la flexibilización de las medidas impuestas.

En la búsqueda de nuevos mercados

Las disrupciones en el mercado han abierto una oportunidad para el sector no solo en términos de precios, sino también de mercados. Según los resultados del diagnóstico, ocho países se vieron favorecidos por la apertura de nuevos mercados. Los exportadores en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay vieron la oportunidad de acceder a mercados que se encontraban desabastecidos por la reducción en oferta de los exportadores asiáticos, como es el caso de México. Por otro lado, países como Ecuador, Panamá, Perú y República Dominicana se vieron favorecidos por un incremento en la demanda interna y compras directas por parte del Estado para la entrega de bolsas de alimentos a los sectores de la población más afectados por las medidas de confinamiento. En el caso particular de Perú y República Dominicana, las bolsas de alimentos se presentaron como una oportunidad para posicionar al arroz como un “vehículo ideal para los programas de fortificación”, afirmó Javier Cuenca, Coordinador del Programa Regional de Fortificación de Arroz del Programa Mundial de Alimentos y uno de los panelistas del segundo foro.

Si bien algunos países anticipan incrementar sus exportaciones en el corto plazo, países como Perú y Ecuador apuntan a reducirlas, atraídos por los altos precios y demanda nacional, mientras que importadores como Panamá, Costa Rica y El Salvador, han adelantado la aprobación de nuevos contingentes para asegurar el abastecimiento nacional. Paralelamente, Colombia, Ecuador y Bolivia esperan incrementar la superficie sembrada en la próxima época de siembra, reduciendo la cantidad importada en el mediano plazo.

Unas de cal y otras de arena

A pesar de que el sector arrocero en varios países de la región ha encontrado una ventana de oportunidades, no ha estado exento de los impactos negativos a raíz del confinamiento. En el diagnóstico, 16 de los 20 países reportaron verse afectados de una forma a raíz de la pandemia, siendo la restricción a la movilización el principal problema, a pesar de que el sector agropecuario fue exento de este tipo de restricciones. Esto afectó principalmente la movilización de trabajadores hacia los puntos de trabajos en diez países, lo que incluso provocó una menor disponibilidad de mano de obra en Colombia, Guatemala, Honduras y México. De igual manera, nueve países reportaron que dichas restricciones dificultaron el traslado de la cosecha a los puntos de venta y acopio.


Disponibilidad de insumos para la producción en diez países de la región, particularmente de semilla certificada, y el subsecuente incremento en el precio de los mismos en el caso de Argentina, Brasil, Colombia y Guatemala; no obstante, estos fenómenos responden más a la especulación e incremento de la demanda, y en el caso de la semilla certificada, a la baja producción debida a la pandemia. En contraposición, el precio del combustible se redujo debido a la caída en los precios internacionales del petróleo. Otros problemas reportados fueron el retraso en los pagos de incentivos a la producción de arroz en Panamá, baja disponibilidad de maquinaria para cosechar en Paraguay y retrasos en las actividades productivas de campo en Bolivia, Paraguay, Panamá y Venezuela.

Los gobiernos nacionales han mirado con especial preocupación la afección al sector agropecuario y el abastecimiento de alimentos en el futuro, por lo que han implementado una serie de políticas enfocadas al fortalecimiento del sector. A la fecha, diez países de la región han habilitado nuevas líneas de crédito para el sector agropecuario y un igual número de países han promulgado medidas de alivio financiero sobre créditos ya existentes, como el diferimiento de pagos y la reducción en las tasas de interés. Otras medidas se han enfocado en la digitalización de procesos y obtención de certificados, mejoras logísticas y nuevas medidas de inocuidad para minimizar las posibilidades de contagio en los sistemas de producción.

El impacto de estas medidas y las oportunidades que se presentan para el sector dependerán de que tanto pueden los productores de arroz de distintas escalas beneficiarse de estas medidas y las decisiones que se vayan a tomar en materia de inversión, mercados e investigación. Como afirma Alvaro Durant, Profesor del Departamento de Economía Agrícola y Agronegocios de la Universidad de Arkansas, en E.E.U.U.  y panelista del segundo foro, la pandemia “ha aumentado la visibilidad del sector agrícola en la mayoría de los países, lo cual es positivo si se tiene claro cuáles son las demandas y necesidades”.

Una apuesta a la integración regional

Está claro que los efectos de la pandemia, en la medida que esta perdure, afectarán al sector en el corto y mediano plazo, pero también se presenta como una oportunidad para empezar a trabajar en mejoras estructurales con una mirada en el largo plazo. La inversión en desarrollo y transferencia de tecnologías para incrementar la competitividad del sector, mejoras en la cadena de logística y distribución, mayor trazabilidad y tecnificación en los procesos e inversiones en temas de inocuidad y sostenibilidad son algunos de las estrategias propuestas por los panelistas y participantes de los foros como estrategias para tener un sector más desarrollado, y a su vez más preparado para futuras crisis.

La pandemia también se presenta como una oportunidad de integración regional, un tema que resaltó Tabaré Aguerre, ex ministro de Agricultura de Uruguay y panelista del segundo foro. “Desde una perspectiva regional, es importante pensar de qué manera podemos utilizar las plataformas [de integración regional], de salir de una mirada de corto y mediano plazo en cuanto a la demanda de materiales genéticos y tratar de pensar por dónde va a venir la demanda en el futuro… El concepto es partir de nuestras ventajas comparativas, pero tratando de incorporar ventajas competitivas, no solo en precios, sino que nos aseguren estándares de sostenibilidad”.

El desarrollo de la pandemia y su impacto en el largo plazo es incierto, pero este primer diagnóstico nos deja lecciones aprendidas que se deben considerar para el desarrollo de acciones y medidas que ayuden a paliar los efectos inmediatos, así como también para ayudar a fortalecer el sector de manera sostenida en el tiempo. La pandemia reivindicó al arroz en la mesa de prioridades del sector agropecuario de la región, ahora el resto consiste en identificar  las áreas a fortalecer en cada país para priorizar este cultivo, básico para la seguridad alimentaria de la región.

CIAT- COMUNICACIÓN- COLOMBIA 


 






martes, 22 de septiembre de 2020

Colombia y la COVID-19: ¿crisis u oportunidad?

 

Como país de ingreso medio ubicado en el trópico, Colombia no es el primer país en el que muchos piensan cuando se habla de problemas de seguridad alimentaria. Colombia ocupa el puesto 43 de 113 países en el Índice Global de Seguridad Alimentaria, y su situación es igual o mejor que la de muchos de sus vecinos sudamericanos. Por otro lado, existen grandes desigualdades en Colombia y el país actualmente acoge a muchos de los refugiados que están huyendo de la crisis humanitaria en Venezuela. Estas y otras cuestiones hacen que la situación en cuanto a seguridad alimentaria esté intrínsecamente vinculada con un sistema alimentario funcional.

¿Cómo le está yendo entonces al sistema alimentario colombiano (y a su seguridad alimentaria) ante la pandemia mundial actual? En otras palabras, la COVID-19 ha afectado a todos de alguna manera. En todo el mundo, países ricos y pobres están sufriendo el impacto del virus, se están recuperando o aún esperando que venga lo peor. En el ámbito mundial, una de las señales tempranas del potencial de las repercusiones a largo plazo de la covid se hizo evidente por el casi inmediato impacto sobre los sistemas alimentarios. En muchas partes del mundo, las personas deben hacer largas colas en los supermercados solo para encontrar estanterías vacías y escasez general de productos básicos.

Desafortunadamente, los sistemas alimentarios de muchos países de ingreso bajo o medio se vieron afectados de manera desproporcionada. Aquí en Colombia, por ejemplo, los mercados se abarrotaron apresuradamente y se vaciaron parcialmente. Con una movilización altamente regulada, como parte de unas estrictas medidas cuarentenarias, había poca oportunidad de reabastecerse y, sin regularidad en el trabajo, el poder adquisitivo de muchos colombianos se redujo rápidamente.

Colombia es uno de los países con las medidas de confinamiento más largas. Comenzaron el 21 de marzo y actualmente todavía se encuentran en vigencia (20 semanas consecutivas) y, por varias semanas, solo un miembro de la familia tenía permitido salir dos veces por semana por provisiones (a comprar alimentos o medicinas). Lamentablemente, a pesar del estricto confinamiento, el número de casos y de muertes relacionadas con la COVID-19 sigue en aumento. De acuerdo con el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia, hoy en día hay cerca de 400.000 casos registrados y más de 13 mil muertes atribuidas al virus. En la actualidad, Colombia ocupa el cuarto puesto en cuanto a número de casos en América del Sur (después de Brasil, México y Perú—al 11 de agosto de 2020, según datos de la Universidad de Johns Hopkins).

El confinamiento afectó y sigue afectando en mayor proporción a la población urbana en situación de pobreza. Este segmento de la población no solo enfrenta dificultades para movilizarse y abastecerse de alimento, sino, como el sistema de transporte se suspendió, no han podido trabajar. En resumen, entre más pobre sea uno en Colombia, más probabilidades tiene de sufrir inseguridad alimentaria.

Lo anterior describe la fragilidad de los sistemas alimentarios y la función que desempeñan características socioeconómicas particulares (p. ej., riqueza) en minimizar o agravar los desafíos relacionados con las fallas de los sistemas alimentarios. Con la creciente urbanización acaecida en los últimos años y una economía cada vez más diversificada, la importancia de los vínculos entre las áreas urbanas y rurales, sobre todo en lo concerniente a la resiliencia nacional en tiempos de crisis, se ha posicionado en primer plano.

Ello ocurre especialmente cuando se examina el sistema alimentario y actualmente en Colombia existe voluntad de convocar a un “pacto intersectorial” diseñado para proveer nuevas condiciones de conectividad e infraestructura en las áreas rurales donde se origina gran parte del suministro de alimentos. Los sistemas alimentarios vinculan lo rural con lo urbano, al rico con el pobre, y esto significa un desarrollo positivo para todos.

A un nivel más comunitario, las “escuelas rurales alternativas” están surgiendo en muchas áreas críticas para el proceso de paz en curso en Colombia. Dichas organizaciones se han esforzado para fomentar el establecimiento de huertos familiares que en gran medida son orgánicos y que sustentan dietas saludables incluso cuando los cultivos básicos se ven afectados por sequías u otras dificultades. Los huertos familiares también han promovido la creación de redes comunitarias resilientes donde las personas intercambian vegetales y se brindan apoyo mutuo.

Los complejos desafíos de Colombia no han pasado desapercibidos en el ámbito mundial. A comienzos del periodo de cuarentena, la Oficina de las Naciones Unidas de Coordinación de Asuntos Humanitarios (UN OCHA, sus siglas en inglés) determinó que la escasez de alimentos derivada de la pandemia se vería agravada por el acaparamiento, el aumento de los precios y la escasez de mano de obra. A finales de abril, el Programa Mundial de Alimentos, ya muy activo en Colombia brindando apoyo a refugiados venezolanos altamente vulnerables, reportó más de 900.000 solicitudes directas de apoyo de parte de personas que se esforzaban por hacer frente a la COVID-19. Desafortunadamente, la crisis solo ha seguido creciendo y, a mediados de junio, había cerca de 50.000 casos más de los que se reportaban a finales de abril. En una reciente actualización de UN OCHA, la organización humanitaria estimaba que se necesita algo más de US$300 millones para ayudar a Colombia en su lucha contra la pandemia. De esos recursos, más de la mitad son necesarios para abordar necesidades básicas en materia de cohesión social, seguridad alimentaria y estrategias de medios de subsistencia.

De hecho, como ya se mencionara anteriormente, una parte significativa del problema que afecta al país radica en que hay muchas personas empleadas en el sector informal. En todo Colombia, los gobiernos subnacionales y municipalidades locales reconocieron la necesidad de intervenciones tempranas para apoyar a personas cuyos medios de subsistencia dependían completamente de su capacidad de circular en el ámbito de los empleos informales. En Cali, por ejemplo, a finales de marzo, el gobierno municipal movilizó una masiva red de apoyo para facilitar que llegara alimento a personas que normalmente participaban en la economía informal. El gobierno municipal reorientó COP60 millones (aproximadamente US$16 millones)  para brindar apoyo a un programa de distribución de alimentos que llega a la partes más afectadas de la ciudad.

Ejemplos como las escuelas rurales alternativas y la acción temprana del gobierno municipal de Cali ilustran un nivel de comprensión e intuición a nivel local/municipal, con respecto a los problemas que se les presentan. Muchos en Colombia se preguntan a sí mismos de qué manera puede aprender Colombia de la presente crisis y transformarse para adquirir mayor resiliencia. El replanteamiento de la función de los sistemas alimentarios en relación con la economía colombiana ya dio inicio, con el reconocimiento de que el país cuenta con los recursos para producir una proporción de alimento mayor de lo que consume.

¿Puede Colombia transformar esta crisis en una oportunidad? Hasta ahora, las respuestas nacionales y locales han logrado evitar los peores resultados potenciales. Muchos ven esto como una oportunidad para que la gente sopese, redefina el sistema alimentario y replantee cuán importantes son los alimentos cultivados localmente, sobre todo en tiempo de necesidad. ¿Qué opina usted?

CIAT- comunicaciones   


viernes, 18 de septiembre de 2020

Instalan el primer centro de reciclaje con energía solar en Colombia

El proyecto, en el que participan diseñadores industriales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, permite que las comunidades rurales de Buenaventura puedan generar su propia energía, transformar los residuos plásticos en productos nuevos, activar su economía y minimizar el impacto ambiental en los recursos hídricos.


La historia de Mayorquín, vereda del sur de Buenaventura  (Valle del Cauca), a la que se llega solo en lancha, está hecha de olvido y ausencia del Estado. Sus cerca de 1.200 habitantes no tienen acueducto, energía ni recolección de basuras; entonces, ¿qué toman? se abastecen de aguas lluvia; ¿con qué iluminan sus hogares en las noches? utilizan velas, pues las plantas generadoras de energía solo funcionan cuando el gobierno local les suministra el combustible que las echa a andar; ¿y qué hacen con la basura? la entierran, la queman o la dejan a la orilla del mar para que este las arrastre con su oleaje.

Tales particularidades han hecho que la comunidad mayorquina se adapte al entorno y esté en constante búsqueda de alternativas para mejorar su calidad de vida; por ejemplo, se las ingeniaron para instalar paneles solares que, entre otras cosas, proveen la energía de los congeladores comunitarios en los que almacenan el pescado, base de su alimentación. Pero también han sido la clave para la construcción del primer centro de reciclaje y transformación de plástico que funciona en Colombia con la energía del Sol, iniciativa liderada por el proyecto Plástico Infinito en la que participan egresados de la UNAL Sede Palmira.


El proceso y las máquinas


Gran parte del plástico que se recoge en la zona viene de afuera, con las corrientes del océano Pacífico y del río Mayorquín que lo arrastran hasta la orilla y alrededores del pueblo. También está el que se genera en la misma comunidad con los productos que llegan para el consumo, y por último se encuentra el plástico de las redes de pesca; “este sí es un poco más difícil de procesar porque se enreda demasiado y a la vez está lleno de residuos”, explica el diseñador industrial Henry Sneyder Neira.


El proceso de reciclaje empieza con la recolección, clasificación y limpieza del material. Después pasa por cinco máquinas: cuatro de diseño propio y una externa. La primera etapa es de transformación mecánica, que se hace mediante la trituradora, que convierte el reciclaje en hojuelas de plástico (trozos de menos de 1 cm2) y puede procesar cerca de 20 kg de material en una hora.


Luego, esta materia se transforma por calor con una inyectora manual que funciona con resistencias que calientan el plástico; cada 15 minutos se puede preparar una inyección. Su capacidad es de unos 400 g cada diez minutos y se utiliza para hacer productos pequeños y con más detalle.

Sigue la extrusora, que es una inyectora pero con un proceso continuo. Siempre está sacando un filamento de plástico que se puede tejer en caliente o en frío, hacer tiras, o incluso sacar madera plástica en pequeños formatos, máximo de una pulgada, con lo que se pueden hacer sillas y marcos de ventanas, entre otros objetos básicos para la construcción.


En la compresora –una especie de horno– se pone el plástico frío dentro de un molde, se calienta y se comprime para compactar; después se deja enfriar para extraer el material que ha adoptado la forma del molde. Es una de las máquinas más usadas.


La quinta, que no es propia, es la compactadora, que reduce el material en un 20 %, lo que facilita su manipulación y transporte. Se utiliza para procesar el material que no se introduce en las otras, como las botellas tipo PET –en las que se envasan las bebidas gaseosas, por ejemplo–. También se recogen latas y cartón.
 

Los cerca de 1.200 habitantes de Mayorquín no tienen acueducto, energía ni recolección de basuras. A esta vereda se llega solo por lancha.


Oportunidad económica para la comunidad


“Todo lo que baja del río, incluso lo que sale de Buenaventura, ese residuo para nosotros hoy ya no es basura, podemos decir que todo sirve”, dice Juana Rentería, artesana de la región y “piangüera” o recolectora de piangüa, un tipo de molusco que se produce en el Pacífico.
  

Hasta el momento se han fabricado llaveros, recipientes, tablas de skate pequeñas, tablas de dibujo, contenedores y medallas, entre otros objetos utilizados por las mismas comunidades; y también han realizado conferencias, capacitaciones, jornadas de recolección de residuos y limpiezaPara Robert Vivas, diseñador industrial de la UNAL Sede Palmira, e Iván Felipe Correa, ingeniero electricista de la Universidad Autónoma de Occidente, el objetivo principal de esta iniciativa es que en Mayorquín se deje de quemar o enterrar el plástico.

El diseñador Neira señala además que una de las apuestas para este centro es que se puedan elaborar materiales de construcción para sus viviendas palafíticas. “De pronto en este momento las máquinas no son tan poderosas como para hacer una casa, pero sí para hacer los puentes pequeños que ellos hacen sobre el suelo”, manifiesta.


En este sentido, el ingeniero Correa asegura que el plástico puede solucionar muchos problemas y “es un producto bueno, pero si está dispuesto en el lugar que debe ser”.
 

En julio pasado Plástico Infinito fue reconocido por el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) de la Alcaldía de Cali como el “Emprendimiento más verde”, y sus integrantes fueron seleccionados como beneficiarios del programa “Acelera Región” de iNNpulsa Colombia.


 El proyecto de Mayorquín tomó alrededor de siete meses y se realizó de la mano de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, que trabaja con la comunidad de la cuenca. Para Plástico Infinito representa hasta ahora el centro de reciclaje más grande y completo que se ha instalado, además de ser el único que se ha hecho en una comunidad totalmente aislada y con una fuente de energía inagotable: el Sol  del  municipios.

  


martes, 15 de septiembre de 2020

Un dulce negocio en la Amazonia brasileña

 Innovación que se dejó endulzar !

Más de cien  familias en la Amazonia brasileña se dedican a la producción de miel de abejas que venden al Instituto Peabiru. Además de recibir dinero extra para sus sustentos, estas comunidades están promoviendo la conservación del bosque con la polinización de vegetación nativa, que a su vez genera otros servicios ecosistémicos. Peabiru es uno de los socios de la Plataforma Parceiros pela Amazônia (PPA), una iniciativa liderada por el sector privado en Brasil, financiada por USAID e implementada por la Alianza de Bioversity y el CIAT, con el apoyo de socios locales.



Al norte de Brasil, en el municipio de Curuçá, estado de Pará, en plena Amazonia, vive Marussa de Macedo, jubilada y una defensora de la naturaleza, como orgullosamente se autocalifica. Desde hace algunos años se dedica a la producción de miel de abejas. Junto a ella, cien familias más de los municipios de Pará y Amapá están involucradas en este dulce negocio.


Diez años atrás Marussa ya se había trazado su primer gran reto: recuperar ese pedazo de tierra que le dejaron sus abuelos. Estaba abandonado y allí nada daba frutos. Pero los estudios que había hecho en cuidado ambiental fueron suficientes para que su finca Açai volviera a reverdecer y los cultivos de limón, maracuyá, banano, café y pitaya le ayudaran a disfrutar su vida como jubilada.

 Marussa quiso incursionar en un nuevo emprendimiento: la miel de abejas. Pero su inexperiencia le pasó factura y las abejas del género apis, las africanas, las que pican, no prosperaron.

 Un vecino le habló de las abejas sin aguijón, las que no pican. Entonces, cambió el overol, el velo y los guantes que había comprado para protegerse de las abejas africanas por tres cajas de abejas meliponas o más conocidas como abejas nativas.



En un costado de su finca, Marussa tiene a sus más de 120.000 huéspedes que producen unos 30 kilos de miel por año.

 Por ahora tiene 40 cajas habitadas por las abejas, que van y vienen como “pedro por su casa”.

 Las abejas salen a alimentarse de sus rústicas cajas de madera sostenidas en caballetes de un poco más de un metro de altura

. Marussa descubrió que sus abejas disfrutan del urucú o achiote y la pitanga, por eso sembró en los alrededores de la colmena estos arbustos, también nativos, para darles gusto.

 Las abejas, además de cumplir con su importante rol en la polinización de cultivos, colectan el néctar de las flores y regresan a sus colmenas para transformarlo en una jugosa y transparente miel que Marussa vende y se convierte en una entrada más para su sustento.


Muy cerca de la finca de Marussa, están María Deuzuita Oliveria y Bernardo Nascimento dos Santos. Ellos también viven del negocio de las abejas. Con una jeringa de 20 centímetros y ayudada de un destornillador, Deuza, como prefiere que la llamen, ingresa lentamente al corazón de la colmena. Y decenas de abejas van saliendo al ataque. No pican, pero sí dejan ver su descontento. “Se enojan porque saben que nos les vamos a llevar su miel”, dice Deuza, quien trata de calmarlas preguntándoles “¿tudo bem, estão com frio ou com calor?



En una amplia zona de la finca esta pareja de esposos cultiva abejas en 200 cajas, que en la última cosecha le dejó cerca de 100 kilos de miel.

 Deuza y Bernardo cuentan con la asesoría de su hijo Cleyton, que según ellos, es un experto criador de abejas, e incluso ha viajado fuera del país a contar su experiencia y sus secretos para llevar una buena crianza de abejas.

Marussa y Deuza venden la miel que colectan al Instituto Peabiru, que contribuyó a la consolidación de la cadena de producción. El Instituto Peabiru también apoya con asistencia técnica, recaudación de fondos para la compra de insumos, investigación y desarrollo socioproductivo.

El Instituto Peabiru creó Peabiru Produtos da Floresta para trabajar con la comercialización de la miel.

 Esta empresa garantiza la compra de miel de las familias del proyecto y otros grupos sociales interesados. 

Sin embargo, las familias no están obligadas a vender a la empresa. Algunas familias ya han establecido relaciones a través de las redes sociales que permiten el mercadeo local.

De acuerdo con Peabiru Produtos da Floresta, los productores asociados a Peabirú obtuvieron la autorización de manejo, necesaria por ser abejas animales silvestres, y también la certificación de miel con el Sello de Inspección Federal (SIF), que les permite la comercialización de miel sin aguijón en el mercado formal de todo Brasil.



“En un primer momento la preocupación era aumentar el número de cajas. 

Todas las familias comenzaron con pocas cajas (menos de 10, en promedio) y, después de casi 10 años, hoy hay más de 3.000 cajas en producción y otras 2.000 en espera de reproducción. Es decir, tenemos una capacidad instalada de 5.000 cajas”, asegura el ingeniero Hermógenes J. Sá de Oliveira, del Instituto Peabiru.

En 2017 se comercializaron 400 kilos (0,4 toneladas) de miel, y esta cifra llegó a 1.1 toneladas en la última cosecha de 2019.



Por ahora, la producción de miel de los municipios de Pará y Amapá se vende localmente bajo el nombre ‘Miel de Abeja sin aguijón’. Sin embargo, esa miel acuosa, con menos azúcar y con un toque amargo está lista para traspasar fronteras. Llevará el sello de miel producida por abejas ciento por ciento amazónicas.

CIAT- COLOMBIA 

sábado, 12 de septiembre de 2020

UN VISTAZO A LA BOTÁNICA


 LA BOTÁNICA QUE ES ?

La botánica es una ciencia que tiene por objeto el estudio de las plantas y su crecimiento.

Hay más de 300.000 especies diferentes aproximadamente,  desde diminutas algas, que solo puede apreciarse con un microscopio, hasta las secoyas, árboles gigantes que pueden alcanzar los 100 metros de altura.

Nuevas clases de plantas se siguen descubriendo en la actualidad.

Sin las plantas no existirían  los animales, porque éstos dependen de ellas para su sustento.

 No existiría la hierva ni reses , por tanto nosotros también dependemos del mundo vegetal.

Los animales también necesitan del oxigeno que producen las plantas.

Científicos, investigan  la forma en las que las cualidades de una generación de plantas se transmite a la siguiente, así consiguen mejorar los cultivos.

Puede, asimismo,  desarrollar variedades vegetales que son inmunes a las enfermedades de las plantas.

 En 1753 Carl Von Lindé, botánico sueco, descubrió el primer sistema efectivo para denominar las especies.

 Asignó a cada planta un nombre compuesto por dos palabras latinas.

CUIDEMOS LA NATURALEZA !

 


martes, 1 de septiembre de 2020

Volvamos a nuestros libros y disfrutemos de ellos.

 


Volvamos a nuestros libros!



En que tiempo has pensado  regresar a los Libros ?




Es una buena pregunta ....Siempre hay un nuevo comienzo .

En estos tiempos tan difíciles para la humanidad  donde todo es incierto, y los afanes de estos días, hacen que puedas estar inquieto , triste, desconcertado, pensativo, y quizá olvidando la importancia de estar bien con los que te rodean ; entonces es tiempo de hacer algo fuera de lo común  ¡VOLVER A LOS LIBROS!.

Sabias que son los libros ? 

El libro te inspira, es arte, fotografía, estilo, historia, es un saber, es investigación, redacción, ortografía, diseño, es dar respuestas a lo que tu no sabes. 

Te abre una ventana a lo desconocido.

También es imaginación,  creación, es transformar tus propias palabras en poesía.

Es un pasado  un presente , y lo mas importante es la magia de reunir la familia para contar cuentos, historias reír aprender y gozar .

  Un libro es narración.


Es estar conectados con muchos editores , pensadores, poetas, cuenteros, novelistas, Historiadores, paisajistas, en fin la lista es innumerable de las maravillas de los buenos libros.

A partir de hoy Pro-Ambi y su equipo de trabajo esta de regreso a los libros desde nuestra biblioteca.

Durante estos años de trabajo en educación e investigación  Ambiental , Pro-Ambi a tenido la bendición de hacer su propia biblioteca con donaciones de libros de diferentes entidades de Colombia, y de otros países.  

Nuestra gratitud a todos ellos !

Así que  seguiremos nuestra labor de educar , recordar e ilustrar a nuestros amables visitantes que hacen posible que  continuemos con nuestra labor por el Planeta.

GRACIAS.....Y si no tienes que salir cuídate quédate en tu casa  disfrutando  de un buen libro !