Imperceptible y desconocida, así es la rana que habita en
este municipio de Cundinamarca, y que de hecho lo lleva en su nombre: Andinobates
supata. Este curioso animal dorado, de menos de 2 cm, deja sus renacuajos
en bromelias, plantas cuyas hojas albergan agua y le sirven de hábitat; sin
embargo, hoy no existe protección o medidas de conservación para esta especie,
que se enfrenta a la ganadería de la zona. Investigadores buscan que esto
cambie.
Supatá es un municipio de cerca de 7.000 habitantes que
queda a 76 km de Bogotá; su emblema es dicha rana, que incluso tiene
estatua y festival en su honor. Desde que fue descubierta en 2008 solo se ha
registrado en Supatá y no ha dejado de adquirir fama.
Pero su fama aún no ha sido suficiente para que se creen
estrategias de conservación y protección más eficaces. La zona donde se
distribuye la especie se encuentra dentro de predios privados dedicados a la
producción de pasto para la ganadería de leche y carne. Las entidades
territoriales no tienen incentivos que ayuden a mitigar el riesgo de que los
bosques donde vive la rana dorada desaparezcan. La comunidad del municipio está
interesada en la conservación de la especie, pero no cuenta con las
herramientas para hacerlo.
Con este problema en mente, el grupo de investigación
Biología de Organismos Tropicales (Biotun), del Departamento de Biología de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que lleva trabajando en la zona
alrededor de seis años, busca entender qué recursos son limitantes para la
reproducción de la especie y así aportar a su conservación.
“La zona que estudiamos está ubicada en cercanías a
potreros, por lo que las vacas se encuentran al lado de las ranas poniendo en
peligro los parches de bosque donde los anfibios habitan, se reproducen y dejan
sus renacuajos”, afirma María Daniela Guevara, integrante de Biotun y oriunda
de Supatá, quien ha estado al frente de la investigación con estas ranitas.
Es difícil inspeccionar las plantas en las que dejan sus
renacuajos, ya que las bromelias pueden estar en árboles de hasta 10 m de
altura; no obstante, durante los 3 meses de trabajo de campo tuvieron la suerte
de encontrar un árbol caído que albergaba cinco bromelias, y en ellas A. supata.
“Analizamos parcelas de 100 m2 cada una en
busca de bromelias y de ranas doradas. Estas plantas son muy
importantes para ellas, pues son arrosetadas (en forma de rosetas) que albergan
agua en sus brácteas formando una especie de piscina, y es allí donde quedan
resguardados los pequeños renacuajos”, indica la investigadora.
Los machos de la especie cantan para atraer a las hembras,
lo cual también ayudó al grupo a encontrar los lugares con mayor población.
Según la futura bióloga, “ellos defienden sus territorios de la intromisión de
otros machos de la misma especie; además son muy fieles a esos territorios y
permanecen allí por largo tiempo”.
Una beca para la conservación
Después de encontrar la relación entre las ranas y las
bromelias, el grupo busca que la siguiente fase del proyecto sea realizar un
mapeo de la distribución espacial de las ranas de la zona, además de hacer una
caracterización taxonómica de otro tipo de plantas que no han sido tan
estudiadas y en donde también podrían estar poniendo sus renacuajos.
Esta parte se podrá adelantar gracias a esfuerzos como el de
la investigadora Guevara, quien logró la beca de investigación del Fondo
Ignacio Gómez-Montes de la Asociación Selva, con la que se busca no solo hacer
la caracterización, sino también adelantar un proyecto con la comunidad de
Supatá, mediante el cual se brinden herramientas que ayuden a la conservación
de la especie.
“Algunas veces los habitantes nos dicen que no saben acerca
de la existencia de las ranas en estas partes de los bosques, pero al saberlo
se empiezan a interesar y a querer aportar de alguna manera. De ahí que la beca
busque fortalecer los lazos de la academia con las comunidades”, señala la
investigadora.