En este departamento se ha ido gestando, poco a poco, la implementación de la ganadería sostenible, que genera menor impacto ambiental gracias a la siembra de árboles y a la conservación de bosques nativos.
Y aunque es un cambio de mentalidad que se ha dado
lentamente, las iniciativas de los ganaderos han sido exitosas porque se ha
evidenciado una mejora sustancial en la producción y un aumento de sus
ingresos.
“Se trata de un manejo de la ganadería que cuida mucho el
suelo, la vegetación y es sostenible, pero además es una ganadería con un
pastoreo intensivo que se hace con rotación y con un respeto por la tierra y
que es mucho menos dañina que la ganadería tradicional”.
Así lo advierte la la economista María Victoria Saade
–conocida como Matoya o Toya–, quien dirige uno de los dos proyectos de
ganadería sostenible conocidos por las profesoras Claudia Mosquera Rosero Labbé
y Lucía Eufemia Meneses Lucumí, directoras del proyecto Laboratorio de Paz
Territorial, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede de La Paz.
Después de trabajar diez años en el sector minero en Bogotá,
Toya se pensionó y hoy maneja una empresa agroforestal en la que adelanta el
proyecto de reforestación con fines comerciales y otro de ganadería sostenible.
“Este trabajo ha sido un gran reto del cual he aprendido
mucho con Lino Torregrosa, un agrónomo, estudioso del tema y experto en
alimentación de ganado, quien realiza investigación al respecto y tiene su sede
en Montería”, comenta la economista.
Precisa además que “este es un sistema en el que se siembran
cada día más árboles y la ganadería no se maneja con criterio de minería, en el
que se extrae todo de la tierra pero no se le devuelve nada. Este es un modelo
copiado de países como Cuba y Brasil, pero poco aplicado en el Cesar porque
solo hay unas cinco fincas que lo hacen, aunque debería ser adoptado por muchas
más para que sea masivo en un futuro”.
Dentro del recorrido realizado por las docentes de la UNAL
se incluyó la finca El Tesoro, propiedad de los esposos Fernanda Rodríguez y
Carlos Collantes, gestores de la agricultura y la ganadería ecológica en el
corregimiento Mahoma del municipio de Gamarra. Allí han instalado toda la
infraestructura para desarrollar esta iniciativa, llamada Agrogan Finca
Integral, que nació a través de la Corporación Obusinga, en la fueron
voluntarios de un proyecto de autonomía y soberanía alimentaria.
Fueron gestores sociales durante varios años y se empaparon
de los saberes que tradicionalmente se aplicaban en la agricultura. Realizaron
actividades, como expediciones por el río Magdalena, participaron en eventos y
encuentros en varias partes del país, enriqueciendo así el conocimiento que hoy
aplican en su finca.
Allí también adelantan la “ganadería regenerativa”,
mejorando el pastoreo, sembrando árboles como cercas vivas, maderables y de
frutas exóticas con el fin de crear un corredor para la fauna silvestre
presente en la zona.
Carlos explica que “a través de esta práctica el ganado
estará en un ambiente relajado, con buena alimentación, compuesta por pastos
nativos, con buena sombra para un mejor manejo del estrés calórico, dejando
atrás el potrero a campo abierto”.
Ganancia para todos
Fernanda añade que “con la ganadería sostenible los animales
cambian su estado corporal, crecen con más contextura, más gruesos, hay mayor
producción de leche y las crías nacen con mayor proporción de carne. Dentro del
proceso el ganado toma agua limpia que viene de un acueducto veredal que se
alimenta de una quebrada y se le realiza baño orgánico con extracto de plantas,
reemplazando la fumigación con químicos que afectaban al animal y su sistemas
reproductivo y nervioso”.
Esta es una manera de evitar la contaminación del suelo y de
lograr que los animales cuenten con una buena alimentación con una excelente
calidad nutricional acorde con lo que necesitan.
Además han elaborado su propio probiótico para aumentar la
productividad de las praderas, y eso le permite al animal consumir más proteína
y minerales, lo que se traduce en más energía.
Lo que los llevó a comenzar este proceso de ganadería
sostenible fue notar las prácticas agresivas con pesticidas y el movimiento de
suelos que se evidencia con la ganadería tradicional que no es amigable con el
medioambiente.
De esto también han hablado con otros ganaderos que ya se
están convenciendo de hacer el cambio porque saben que es una ganancia tanto
para ellos como para el ganado, aunque dicen que es un proceso lento que
requiere mucha paciencia porque en el Cesar hay muchos terrenos que han tenido
una explotación drástica y se tienen que recuperar.
Por último, las docentes de la UNAL consideran que la
ganadería sostenible o ecológica genera grandes beneficios, y en el Cesar sería
una gran oportunidad para producir alimentos y cuidar el medioambiente: “se
aumentaría la biodiversidad, se cuidarían los recursos, habría más diversidad
de árboles, se protegerían los niveles de agua reduciendo las inundaciones y
evitando las sequías que tanto afectan a la población. Sería un gran aporte a
la contención del cambio climático, limitando sus efectos en esta región”.