martes, 15 de septiembre de 2020

Un dulce negocio en la Amazonia brasileña

 Innovación que se dejó endulzar !

Más de cien  familias en la Amazonia brasileña se dedican a la producción de miel de abejas que venden al Instituto Peabiru. Además de recibir dinero extra para sus sustentos, estas comunidades están promoviendo la conservación del bosque con la polinización de vegetación nativa, que a su vez genera otros servicios ecosistémicos. Peabiru es uno de los socios de la Plataforma Parceiros pela Amazônia (PPA), una iniciativa liderada por el sector privado en Brasil, financiada por USAID e implementada por la Alianza de Bioversity y el CIAT, con el apoyo de socios locales.



Al norte de Brasil, en el municipio de Curuçá, estado de Pará, en plena Amazonia, vive Marussa de Macedo, jubilada y una defensora de la naturaleza, como orgullosamente se autocalifica. Desde hace algunos años se dedica a la producción de miel de abejas. Junto a ella, cien familias más de los municipios de Pará y Amapá están involucradas en este dulce negocio.


Diez años atrás Marussa ya se había trazado su primer gran reto: recuperar ese pedazo de tierra que le dejaron sus abuelos. Estaba abandonado y allí nada daba frutos. Pero los estudios que había hecho en cuidado ambiental fueron suficientes para que su finca Açai volviera a reverdecer y los cultivos de limón, maracuyá, banano, café y pitaya le ayudaran a disfrutar su vida como jubilada.

 Marussa quiso incursionar en un nuevo emprendimiento: la miel de abejas. Pero su inexperiencia le pasó factura y las abejas del género apis, las africanas, las que pican, no prosperaron.

 Un vecino le habló de las abejas sin aguijón, las que no pican. Entonces, cambió el overol, el velo y los guantes que había comprado para protegerse de las abejas africanas por tres cajas de abejas meliponas o más conocidas como abejas nativas.



En un costado de su finca, Marussa tiene a sus más de 120.000 huéspedes que producen unos 30 kilos de miel por año.

 Por ahora tiene 40 cajas habitadas por las abejas, que van y vienen como “pedro por su casa”.

 Las abejas salen a alimentarse de sus rústicas cajas de madera sostenidas en caballetes de un poco más de un metro de altura

. Marussa descubrió que sus abejas disfrutan del urucú o achiote y la pitanga, por eso sembró en los alrededores de la colmena estos arbustos, también nativos, para darles gusto.

 Las abejas, además de cumplir con su importante rol en la polinización de cultivos, colectan el néctar de las flores y regresan a sus colmenas para transformarlo en una jugosa y transparente miel que Marussa vende y se convierte en una entrada más para su sustento.


Muy cerca de la finca de Marussa, están María Deuzuita Oliveria y Bernardo Nascimento dos Santos. Ellos también viven del negocio de las abejas. Con una jeringa de 20 centímetros y ayudada de un destornillador, Deuza, como prefiere que la llamen, ingresa lentamente al corazón de la colmena. Y decenas de abejas van saliendo al ataque. No pican, pero sí dejan ver su descontento. “Se enojan porque saben que nos les vamos a llevar su miel”, dice Deuza, quien trata de calmarlas preguntándoles “¿tudo bem, estão com frio ou com calor?



En una amplia zona de la finca esta pareja de esposos cultiva abejas en 200 cajas, que en la última cosecha le dejó cerca de 100 kilos de miel.

 Deuza y Bernardo cuentan con la asesoría de su hijo Cleyton, que según ellos, es un experto criador de abejas, e incluso ha viajado fuera del país a contar su experiencia y sus secretos para llevar una buena crianza de abejas.

Marussa y Deuza venden la miel que colectan al Instituto Peabiru, que contribuyó a la consolidación de la cadena de producción. El Instituto Peabiru también apoya con asistencia técnica, recaudación de fondos para la compra de insumos, investigación y desarrollo socioproductivo.

El Instituto Peabiru creó Peabiru Produtos da Floresta para trabajar con la comercialización de la miel.

 Esta empresa garantiza la compra de miel de las familias del proyecto y otros grupos sociales interesados. 

Sin embargo, las familias no están obligadas a vender a la empresa. Algunas familias ya han establecido relaciones a través de las redes sociales que permiten el mercadeo local.

De acuerdo con Peabiru Produtos da Floresta, los productores asociados a Peabirú obtuvieron la autorización de manejo, necesaria por ser abejas animales silvestres, y también la certificación de miel con el Sello de Inspección Federal (SIF), que les permite la comercialización de miel sin aguijón en el mercado formal de todo Brasil.



“En un primer momento la preocupación era aumentar el número de cajas. 

Todas las familias comenzaron con pocas cajas (menos de 10, en promedio) y, después de casi 10 años, hoy hay más de 3.000 cajas en producción y otras 2.000 en espera de reproducción. Es decir, tenemos una capacidad instalada de 5.000 cajas”, asegura el ingeniero Hermógenes J. Sá de Oliveira, del Instituto Peabiru.

En 2017 se comercializaron 400 kilos (0,4 toneladas) de miel, y esta cifra llegó a 1.1 toneladas en la última cosecha de 2019.



Por ahora, la producción de miel de los municipios de Pará y Amapá se vende localmente bajo el nombre ‘Miel de Abeja sin aguijón’. Sin embargo, esa miel acuosa, con menos azúcar y con un toque amargo está lista para traspasar fronteras. Llevará el sello de miel producida por abejas ciento por ciento amazónicas.

CIAT- COLOMBIA