Por su forma, volumen y composición esquelética –de sílice–, que les permite tener una mejor protección, o su capacidad para formar colonias, se puede determinar la condición ambiental del agua de ciénagas, ríos, quebradas o lagos. La aplicación de un novedoso modelo facilitó identificar los cambios de las microalgas al estar expuestas a la contaminación en la ciénaga de Zapatosa.
Las microalgas perifíticas, también llamadas ficoperifitón,
son la primera entrada de energía solar en los ecosistemas acuáticos y tienen
un gran potencial como bioindicadores, ya que se adhieren a rocas, plantas y
otros materiales a poca profundidad y permanecen allí durante su corta vida,
por lo que arrojan resultados recientes de la calidad de las aguas.
Para determinar su condición, la bióloga Mayra Guerrero,
magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se embarcó
en la búsqueda de estas pequeñas algas en la ciénaga de Zapatosa (entre Cesar y
Magdalena), ya que es uno de los cuerpos de agua más importantes del país, con
cerca de 40.000 hectáreas y alrededor de 1.000 m3 de agua.
“Esta zona, de la que forman parte municipios como Chimichagua,
Curumaní, Tamalameque y El Banco, no cuenta con un sistema de acueducto
adecuado, por lo que los residuos y aguas negras son arrojados a ríos y
humedales que llegan hasta la Ciénaga afectando actividades como la pesca, de
la que depende gran parte de la población”, asegura.
La experta diseñó un modelo para analizar la calidad de las
aguas utilizando la morfología funcional de las microalgas, ya que sistemas
como el taxonómico, deben ser realizados por personas con una gran experiencia
en el tema, por lo que toma más tiempo.
En el estudio se midieron características físicas como el
volumen, el área de su superficie y la presencia o no de un exoesqueleto de
sílice –que les da una “capa de cristal”– o de aerotopos, burbujas que les
permiten adherirse mejor. También se consideró la producción de mucílago –baba
que facilita el crecimiento–, la formación de filamento y la presencia de
flagelos.
Se realizó un muestreo en 19 zonas que brindaran una gama
distinta de condiciones, como por ejemplo la riqueza de la comunidad de peces,
ya que se supone son lugares bien muy bien conservados, el uso del suelo, la
cercanía o lejanía con zonas de asentamientos humanos y la cobertura vegetal.
“Las zonas con mayor contaminación fueron los lugares en los
cuales se encontraron algas con todas las características, lo que significa que
son organismos de gran tamaño, aunque no alargadas, mientras que en los lugares
con las mejores condiciones se hallaban tamaños pequeños y estas algas no
producían mucílago ni formaban colonias”, afirma.
Las muestras se tomaron en un periodo hidrológico de aguas
bajas a aguas altas, en su mayoría de ramas de árboles enraizados en esa zona
sumergida a una profundidad de entre 3 y 5 cm, ya que al subir el nivel
del agua de la ciénaga los cubre. Además se utilizaron plantas acuáticas y
rocas según la disponibilidad del sustrato en la zona.
De los elementos recolectados se separaron las algas
adheridas y se conservaron en un tarro con solución transo, que ayuda a su
adecuada preservación, y se identificaron en el laboratorio gracias a un
microscopio invertido y uno óptico, que permiten ver sus características y
cambios.
La bióloga considera que en la Ciénaga falta supervisión
gubernamental, pues al parecer de toda su extensión acuática solo hay tres
puntos que en la actualidad se están monitoreando de forma constante, lo cual
deja por fuera una gran cantidad de agua de la que no se conoce su estado en
cuestión.
“Las métricas permitieron construir un índice de integridad
biótica (IIB), modelo que se puede aplicar para evaluar distintos cuerpos de
agua en el país, lo único que debería modificarse serían los valores
específicos de cada lugar, pero la plantilla y estructura ya está”, explica.
Agrega que se utilizó el programa de procesamiento digital
de imagen ImageJ para la medición de sus áreas y superficies, y el software estadístico
PAST, para analizar estas medidas.
Por último, otro problema latente es la ganadería no
controlada, ya que las vacas dañan los suelos de la ciénaga y sus alrededores,
pastando dentro de ella en lugares poco profundos, y dañando el ecosistema en
general.
La investigación formó parte de un convenio de trabajo entre
la UNAL y la Fundación Natura (2020-2021), con el objetivo de asesorar a la
institución en la selección de indicadores biológicos para la elaboración de un
sistema de biomonitoreo de los ecosistemas acuáticos continentales del país.