Generalmente son el ozono, los óxidos de nitrógeno y el monóxido de carbono, que se encuentran suspendidos en el aire. A la época seca –propia de los primeros meses del año–, agravada por el fenómeno de El Niño, hay que sumarle el impacto de los incendios forestales y la llegada de polvo proveniente del desierto del Sahara. Expertos en calidad del aire explican, entre otros aspectos, de dónde provienen los contaminantes y el impacto en la salud de las personas.
El profesor Néstor Rojas Roa, director del grupo de
investigación Calidad del Aire de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL),
explica que los contaminantes pueden ser gaseosos –como el monóxido de carbono,
los óxidos de nitrógeno, el ozono o los óxidos de azufre– o estar en fase
sólida y líquida, “que son las que llamamos partículas, y por la característica
de su tamaño pueden permanecer suspendidas en la atmósfera durante mucho
tiempo”.
PM significa material particulado o contaminación por
partículas; algunas como el polvo, la suciedad, el hollín o el humo son lo suficientemente
grandes y oscuras como para verlas a simple vista (PM10), y otras son tan
pequeñas que solo se pueden detectar a través de un microscopio electrónico
(PM2.5).
“Estas provienen de diferentes fuentes, algunas relacionadas
con el desgaste de materiales (frenos, llantas), por ejemplo, y otras vienen de
procesos de combustión, y por ser tan sumamente finas se pueden aglomerar entre
sí generando partículas más grandes, que por su tamaño menor a las 10 micras se
pueden inhalar”, indica el académico.
Especialmente las partículas finas PM2.5 pueden penetrar
profundamente en los pulmones y llegar a diferentes tejidos y órganos del
cuerpo como el cerebro, los riñones o el corazón, causando problemas
respiratorios y exacerbando condiciones preexistentes como asma, hipertensión,
o enfermedades cardiacas, entre otras.
“Una característica primordial es su tamaño; algunas, por
ser tan finas, tienen una masa muy pequeña, por lo que quedan fácilmente
suspendidas en el aire y no se depositan o sedimentan; por ejemplo una
partícula de polvo de una playa sedimenta rápido porque es un poco más pesada”,
señala el experto.
¿Por qué las alertas?
El profesor Rojas recuerda que esta suele ser una época en
la que se generan alertas como la lanzada por la Secretaría de Ambiente de
Bogotá: “los primeros meses del año se caracterizan por tener tiempo más seco,
menos precipitaciones o lluvias y más radiación solar por cielos despejados, y
esto hace que la atmósfera tenga mayor contaminación por varias razones, entre
ellas que al haber menos lluvias el efecto de lavado de la atmósfera se
reduce”.
“Así mismo, al haber tiempo seco hay más polvo que se puede resuspender
de las vías o de diferentes superficies sobre el suelo, y esto hace que en el
primer trimestre de cada año aumente la cantidad de partículas en el aire”.
“Además es una época en la que se presentan con mayor
facilidad las quemas de sabanas o de pastizales, o incendios en diferentes
lugares del país. Así mismo, la atmósfera suele estar más estancada sobre la
ciudad debido a algunos cambios en los regímenes de vientos”, explica el
experto.
Precisamente, después del impacto de las conflagraciones en
varias regiones del país a comienzos del año, el Ministerio de Ambiente y
Desarrollo Sostenible emitió una nueva alerta por la activación de estas, y
estima, con datos del Ideam, que el domingo 14 de abril había 746 municipios
con algún tipo de alerta por incendios: 293 están en alerta roja, 261 en
naranja y 192 en amarilla.
Con respecto a Bogotá, es importante mencionar que “esta es
la cuarta alerta declarada por el Distrito este año por condiciones adversas de
calidad del aire, y está influenciada en un 75 % por factores exógenos
(incendios en las regiones y arenas del Sahara) y un 25 % por las
emisiones que se generan en la ciudad (industria, transporte, material
resuspendido, entre otros)”, como se lee en el comunicado.
El impacto de los incendios forestales
El profesor Luis Carlos Belalcázar, de la Facultad de
Ingeniería de la UNAL, señala que los incendios forestales tienen un impacto
significativo en la calidad del aire y la salud de las personas, especialmente
en entornos urbanos como Bogotá.
“Estos liberan grandes cantidades de contaminantes
atmosféricos, incluyendo partículas finas (PM2.5), óxidos de nitrógeno,
monóxido de carbono y compuestos orgánicos volátiles, que afectan negativamente
la calidad del aire”, afirma.
Por su parte el profesor Rojas anota que “aunque se pensaría
que es más tóxico quemar gasolina que material vegetal, realmente están a la
par, e incluso en la quema de biomasa puede haber sustancias más dañinas porque
la combustión es menos completa que en los combustibles de un motor o una
caldera”.
“Por esta época del año las quemas que suceden en la
Orinoquia son arrastradas por los vientos alisios (aquellos que soplan entre
los trópicos) hasta la cordillera Oriental y de ahí hacia el interior del país
produciendo un aumento muy significativo de la contaminación en Bogotá”.
Al respecto, investigaciones de la UNAL, la Universidad de
los Andes y la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) han evidenciado
que entre febrero y abril los incendios forestales aportan en Bogotá hasta un
15 % de los contaminantes totales.
Entre las recomendaciones está implementar medidas de
gestión de incendios forestales para prevenir y controlar los brotes;
particularmente se debe reforzar la vigilancia y la respuesta rápida a los
incendios.
También es muy importante reducir las emisiones de otras
fuentes, en particular las emisiones de camiones, motos y carros particulares,
de modo que durante la época de incendios el impacto de esas otras fuentes sea
menor.