El mundo de las bacterias en la Amazonia es un campo desconocido y emergente, que es la base de las chagras de resguardos indígenas y de la gran abundancia de árboles presente en los bosques. Allí se realizó la primera caracterización de microorganismos y se encontraron 22 cepas diferentes que pueden fijar en los suelos altas concentraciones de nitrógeno, fosfato y potasio, lo que ayuda en el crecimiento de cultivos como la yuca, incluso en condiciones desfavorables y falta de nutrientes.
La Amazonia colombiana se caracteriza por sus suelos con
alta acidez, y que, por el paso del tiempo y los climas cálidos y húmedos, ha
perdido fertilidad, pues la materia orgánica se descompone rápidamente y pierde
sus propiedades químicas, con procesos como la lixiviación, que se refiere a
las lluvias intensas, o los prolongados riegos en la agricultura, que desplazan
los nutrientes hacia capas de la tierra más profundas y difíciles de alcanzar.
A pesar de las condiciones adversas en los suelos de esta
región selvática del país, las chagras –cultivos indígenas tradicionales que
sirven como estrategia para su soberanía alimentaria–, que se especializan en
alimentos como la yuca, el ñame, la batata, el fríjol o la piña, han subsistido
a lo largo del tiempo; de hecho, esto también se observa en la gran diversidad
de árboles, arbustos y demás especies vegetales de la zona.
La respuesta está en los microorganismos que habitan estos
suelos, en especial las bacterias, que son el intermediario perfecto para los
nutrientes que necesitan las plantas. Aunque su abundancia en la región es
invaluable, hasta el momento se han estudiado muy poco, lo que ha generado un
vacío para entender por qué fijan nitrógeno, fósforo o potasio en los cultivos.
El investigador Michael Stiven Granados Álvarez, magíster en
Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), con la guía de la
profesora Jimena Sánchez Nieves, del Departamento de Biología, realizó una de
las primeras caracterizaciones de las comunidades bacterianas amazónicas, en
una zona que antes era de difícil acceso por el conflicto armado, y para su
sorpresa encontró 22 especies –que podrían ser muchas más, pues algunas no se
pueden cultivar en laboratorio–, con un enorme potencial para que los cultivos
de todo el país se beneficien de su resistencia a suelos ácidos y de baja
fertilidad.
La zona de muestreo fue Araracuara, en la frontera
Amazonas-Caquetá, en la que se encuentra el Resguardo Indígena Andoke de
Aduche, de la comunidad andoke (gente del hacha), que sufrió las consecuencias del
genocidio de la casa Arana en torno al caucho. Allí se tomaron muestras de
suelo en las inmediaciones del río Yarí, en una parte del bosque profundo que
no ha sido intervenido, y también en las chagras.
“En la segunda fase el interés fue determinar la capacidad
de estas bacterias para fijar en los suelos nutrientes esenciales como
nitrógeno, fósforo y potasio, que le brindan el entorno perfecto a las plantas
para crecer sin ningún problema; esto se hizo mediante colorimetría, en medios
de cultivo específicos que hacían que los microorganismos reaccionaran a las
condiciones y dejaran los nutrientes a disposición de las plantas”, explica el
experto.
La idea de este método es que en los cultivos de cada cepa haya
un cambio de color, entre tonalidades amarillas o grises, lo que indica que
solubilizaban (para los científicos, “producir un compuesto de interés”), es
decir lo que se esperaba.
En el caso del nitrógeno, entre las que mostraron un mejor
desempeño están: Pseudomonas aeruginosa, K. pneumoniae y K. oxytoca;
para el fosfato, Pseudomonas putida, K. pneumoniae y K. oxytoca;
y para el potasio Bacillus subtilis, Pseudomonas aeruginosa y K. oxytoca.
Además se evaluó si producían una fitohormona llamada ácido
indolacético, que ayuda en la fijación de hierro y aporta en la nutrición
vegetal, y se encontró que todas las bacterias fueron capaces de producirla.
“Este es un trabajo pionero que aún necesita de mayor
investigación, pero que ya muestra resultados importantes en cuanto a las
bacterias que ayudan en el crecimiento vegetal de la Amazonia, lo cual ayudaría
en los cultivos de otras regiones del país con condiciones similares. Por otro
lado, falta estudiar más a fondo las cepas que son de preocupación clínica y
que se encontraron tanto en la selva como en las chagras”, indica.