Así lo señala el profesor Néstor Rojas, director del grupo de investigación en Calidad del Aire de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), tras la Alerta Fase I por contaminación ambiental anunciada el 24 de febrero por la Secretaría Distrital de Ambiente, debido a los recientes incendios forestales provenientes de la Orinoquia y de los Llanos Orientales.
El académico resalta que “en los últimos años Bogotá ha
presentado alrededor de 18 microgramos por metros cúbico (µg/m³) de material
particulado (PM 2.5) como promedio anual de contaminación; con la situación
actual que experimenta la capital del país, ese nivel se está duplicando.
Dichas partículas son provocadas por la acción del polvo o la ceniza, el hollín
y el polen, entre otras”.
Agrega que “en los últimos días la concentración máxima
horaria fue cercana a los 100 µg/m³ y el máximo de los promedios de 24 horas
fue de 50 µg/m³ en el suroccidente de la ciudad”.
Según la Resolución 2254 de 2017, el nivel máximo permisible de contaminación es de 37 µg/m³ y la recomendación de la Organización Mundial de la Salud es de 15 µg/m³ para un promedio de 24 horas.
El docente aconseja que “con esta situación lo mejor es no
hacer ejercicio físico intenso porque hay mayor respiración, y por ende se
inhalan mayores dosis de material particulado, y para personas que son
sensibles, es importante protegerse con mascarillas de alta eficiencia”.
Además especifica que “si se intensifican los incendios, es
posible que próximamente lleguemos a una Alerta Fase II de mayor contaminación.
Hasta ahora las alertas han llegado a ese primer nivel, pero en caso de
trascender, la Secretaría Distrital de Ambiente tendría que imponer mayores
restricciones para reducir el riesgo de enfermedad”.
Los antecedentes del problema
Esta situación parece repetir la historia de años atrás. En
los primeros trimestres de los últimos se han dado grandes riesgos de alertas,
especialmente por ser la época más seca del año y con poca presencia de lluvia,
que hacen que las partículas contaminantes circulen con mayor libertad.
Las épocas de sequía también propician situaciones
infortunadas como los incendios y las quemas, que en estos primeros meses se
han presentado en Meta, Vichada, Guaviare y Casanare, lo mismo que en
Venezuela.
Dichos incendios son una gran fuente de contaminación, y por
las corrientes de viento esta es arrastrada hacia la cordillera Oriental donde
se ubica Bogotá.
El experto en calidad del aire señala que “las sequías dejan
dos consecuencias: (i) hay más polvo en la calle que se puede resuspender tanto
por la acción del viento como por los vehículos, (ii) la baja precipitación o
lluvia evita un efecto de limpieza de la atmósfera, pues esta remueve una parte
de la contaminación”.
En Colombia, el Instituto de Hidrología, Meteorología y
Estudios Ambientales (Ideam) –a través del Subsistema de Información sobre
Calidad del Aire (Sisaire)– obtiene la información sobre la calidad del aire y
con base en ella es como finalmente se crean estrategias para prevenir y
mitigar su afectación a causa de la contaminación.
En eventos similares como el ocurrido justo antes de la
pandemia, cuando Bogotá se declaró en alerta ambiental grave por material
particulado, la UNAL, desde su grupo de investigación en Calidad del Aire,
analizó los datos de contaminación junto con algunos de meteorología e imágenes
de satélites para poder generar evidencia de las causas de la contaminación.
Ojo, a usted lo puede afectar
Generalmente las partículas contaminantes –como el ozono,
los óxidos de nitrógeno y el monóxido de carbono– se encuentran suspendidas en
el aire, y al entrar a través de las vías respiratorias pueden ocasionar
problemas leves como piquiña en la nariz, irritación en los ojos o tos, pero
también pueden ser crónicas, aumentando el riesgo de padecer enfermedades
respiratorias, cardiacas, cáncer de pulmón, e incluso derrames cerebrales.