Con un balance de 525 estudiantes certificados en 2023 –de los municipios de Pradera y Florida (Valle del Cauca)– cierra año la Escuela Agrobiológica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, una iniciativa creada para atender los desafíos de la educación rural más allá de las aulas e incentivar la apropiación por el campo en esta región del país. Un diagnóstico hecho por los universitarios encontró que la inseguridad alimentaria y el hacinamiento son los principales problemas.
Estudiantes voluntarios y profesores de dicha iniciativa
culminan el año consolidándose como agentes de cambio en los territorios del
suroccidente del país, en medio de un escenario nacional en el que persisten
las disparidades educativas entre áreas urbanas y rurales. Por ejemplo, en 2022
solo el 1,8 % de los habitantes rurales ostentaba un título universitario,
frente al 11,8 % registrado para áreas urbanas según la Encuesta Nacional
de Calidad de Vida del DANE.
El impacto positivo de la Escuela se refleja en la certificación
de más de 1.000 bachilleres de colegios rurales del Valle del Cauca desde 2016
–luego de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia– y su expansión a
instituciones educativas de los municipios de Palmira, La Cumbre, Ginebra, El
Cerrito, Guacarí, y recientemente Pradera y Florida.
En 2023 participaron en el proyecto más de 50 estudiantes de
la UNAL Sede Palmira, quienes trascendieron de las aulas convencionales y
dispusieron en cada semestre de unas horas de su tiempo en calidad de
voluntarios de la Escuela Agrobiológica para ofrecerles a los bachilleres del
colegio Francisco Antonio Zea (Pradera) y de la Institución Educativa Rural
Simón Bolívar (Florida) una experiencia educativa sobre seguridad alimentaria,
agricultura en huertas caseras, control biológico de plagas en hortalizas,
recuperación de suelos, paisajismo, arborización, agricultura con drones,
cambio climático, manejo de residuos sólidos, pastos y forrajes, y
administración y emprendimiento, entre otros temas.
El balance que hace el profesor Manuel José Peláez Peláez,
de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, da cuenta del alcance de la
iniciativa respecto al número de estudiantes rurales atendidos: en el primer
semestre de 2023 fueron 195 y en el segundo 330, y con los años anteriores desde
su inicio, que son 500. “Esperamos que la Escuela Agrobiológica siga creciendo
y sea replicada en todas las regiones del país a través de las sedes de la
UNAL”, señala el docente.
Para el estudiante Jefferson Naranjo, de octavo semestre de
Ingeniería Agronómica, “esta experiencia ha sido una trayectoria satisfactoria,
siempre procuramos dejar una huella imborrable en estas instituciones,
compartir los conocimientos y hacer lo mejor posible para ver algo positivo
reflejado en cada bachiller”.
Jefferson y su compañero Anderson Farid Vargas trabajaron el
módulo “Manejo sostenible de huertos” en la Institución Educativa Rural Simón
Bolívar, en donde sembraron pimentón, cilantro y fríjol, que son cultivos de
ciclo rápido, es decir que no tardan mucho en germinar.
En un contexto en el que muchos jóvenes aspiran a abandonar
el campo, estos universitarios –en representación de sus compañeros
voluntarios– lanzaron un mensaje que no se queda solo en palabras, sino que lo
demostraron con hechos: “el campo es la base fundamental de la alimentación y
la supervivencia”. Por eso invitan a los colombianos a no descuidar la
ruralidad y al campesinado, reconocer su importancia y contribuir con su
progreso mediante prácticas sostenibles.
Esta fue la primera experiencia de los futuros ingenieros
agronómicos fuera del campus universitario: “en la huerta abordamos cómo
determinar las medidas que se requieren para cada cultivo, es decir las
distancias de siembra; también preparamos y aplicamos ciertos productos
naturales para que los insectos plaga no afecten las plantas. Entre todos
afianzamos conocimientos, aprendimos de ellos y logramos una muy buena
actividad, nos hicieron saber que fue muy grata y constructiva”, señalan.
En riesgo la seguridad alimentaria de las familias
rurales
En el diagnóstico identificaron hábitos de consumo poco
saludables y otros aspectos socioeconómicos relacionados con el rol de las
mujeres a cargo del hogar y las dificultades en el sostenimiento, así como el
hacinamiento de algunas familias consultadas.
“Encontramos problemas de alimentación, unas familias en mejores condiciones socioeconómicas que otras, pero observamos como generalidad que los chicos no consumen verduras ni hortalizas, por el contrario, se interesan por la comida ‘chatarra’, luego desarrollamos estrategias para que ellos mismos .