La llama de los incendios en Colombia sigue latente, y una muestra de ello es lo que ocurre en el Santuario de Fauna y Flora de Iguaque (Boyacá), un lugar en el que científicos encontraron la huella de “combustible” natural (residuos de grandes robles y pequeñas plantas que resultan inflamables), que hace que estos eventos sean cada vez más fuertes. Un tema del que poco se habla y que no tiene un monitoreo riguroso.
En 2015 muchas hectáreas de bosque y vegetación de este
majestuoso lugar del municipio de Villa de Leyva fueron consumidas por un
incendio de grandes proporciones, provocado, al parecer, por un grupo de
personas que buscaban cazar animales silvestres.
Aunque los equipos de bomberos, la Defensa Civil y la Cruz
Roja llegaron al lugar para controlar el fuego, existe un factor que a largo
plazo sería un talón de Aquiles, y es que cuando ocurre un incendio forestal se
aplica el plan de manejo existente para atenderlo, pero poco se piensa en lo
que queda en el lugar: cientos de trozos de madera y hojarasca que sirven de
leña para la próxima conflagración.
La ingeniera forestal Alejandra Reyes Palacios, magíster en
Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), monitoreó la zona y la
encontró vulnerable por la alta carga y concentración de “combustibles
naturales”, el incremento desmedido del helecho marranero, y la pérdida tanto
de robustez de la corteza interna del roble andino como de humedad en sus
hojas.
Para ello, entre 2018 y 2019 tomó muestras en 12 parcelas
–la mitad con bosque quemado y la otra sana– de los troncos de los árboles, sus
hojas y algunos transectos de bosque para determinar los desechos que sirven
como “gasolina” de los incendios, trabajo que contó con el apoyo y
acompañamiento de Parques Nacionales y Naturales de Colombia.
“El problema de los ecosistemas andinos es que no están
adaptados al fuego, distinto a lo que ocurre en algunas regiones como la
Orinoquia, en donde las quemas se hacen cada cierto tiempo, incluso en
actividades tradicionales de ganadería; por eso el impacto es cada vez mayor, e
incluso la vegetación que prefiere el calor termina muriendo, es algo
insostenible y hay que prestarles mayor atención a las estrategias de
mitigación”, asegura la magíster, integrante del grupo de investigación
Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod) de la UNAL, liderado
por la profesora Dolors Armenteras, de la Facultad de Ciencias de la
Institución.
Añade que “mientras en 2018 los bosques quemados en el
Santuario contenían cerca de 8,34 toneladas de material leñoso por cada
hectárea, en 2019 estas aumentaron a 13,92, lo cual se contrasta con la parte
de bosques conservados, en donde solo se llega a 2,99 toneladas”.
Esto quiere decir que cada hectárea de bosque tiene residuos que son como la “mecha” para un próximo incendio, haciendo que la chispa sea mucho más peligrosa y arrase con todo a su paso, no solo con la vegetación sino también con animales pequeños que viven en la zona como ardillas, armadillos, conejos y zorros.
“Más del 90 % de los incendios que se presentan en el
país son generados por actividades humanas, una irresponsabilidad que se busca
cambiar con pedagogía sobre un manejo integral del fuego, en la que se tenga en
cuenta que algunas actividades ganaderas tradicionales en las sabanas de la
Orinoquia necesitan del fuego para sus procesos ecológicos, por ello es
importante conocer el régimen del fuego necesario para mantener el equilibrio”,
indica la magíster.
Como se mencionó, algunas especies de vegetación –como
hierbas y enredaderas– han empezado a propagarse en zonas con mayor radiación
solar porque son tolerantes al calor y lo prefieren, y aunque también germinan
especies del bosque nativo, se ha observado que después de un tiempo ya no
están, lo cual obedecería a la presencia de helecho marranero en áreas
quemadas, según reportes de la literatura.
“Así como puede haber restos de madera de 0,5 cm, que
el fuego consume en solo una hora, también existe la posibilidad de que en la
zona haya trozos de roble –o cualquier otra especie– de unos 8 cm, que
tardan en quemarse alrededor de 1.000 horas”, expresa la experta.
Con esta información se busca empezar a plantear mejores
estrategias, que tengan en cuenta la realidad de los incendios forestales y que
actúen de manera oportuna después de los eventos. Una buena medida sería
remover el material vegetal inflamable, pero aún se necesitan más estudios para
determinar el riesgo que esta medida generaría para los ecosistemas.