El Nudo de Santurbán y los páramos del Almorzadero, de Chita y Guantiva-La Rusia fueron priorizados para asegurar tanto la conectividad ecológica como el crecimiento, la supervivencia y la reproducción.
Estas zonas, que hoy no están protegidas por Parques Nacionales Naturales
de Colombia (PNN), fueron identificadas en el estudio de campo de Carlos Herney
Cáceres Martínez, magíster en Bosques y Conservación Ambiental de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, gracias a la instalación
de 114 cámaras trampa para rastrear el recorrido de estos animales silvestres.
Actualmente no existe conectividad ecológica entre las áreas protegidas de la cordillera Oriental de Colombia, ya que las zonas funcionan como islas separadas de su entorno, lo que pone en riesgo a los animales que subsisten en estos territorios, debido a la deforestación y la caza.
“Encontramos que aunque existen zonas idóneas para esta conservación, otras
están por fuera de los sitios protegidos por la ley y facilitan el tránsito
seguro de las especies para que no se extingan”, indica el magíster
Cáceres.
La pérdida masiva y acelerada de entornos naturales, animales y plantas ha
interesado a los Gobiernos de todo el mundo a declarar más áreas protegidas y
conectadas para que cumplan el fin de conservar la biodiversidad de los
territorios.
Dentro de las áreas identificadas en el estudio predominan ecosistemas de
páramo, rastrojos, bosque húmedo altoandino, bosque andino, glaciares y selva
húmeda, además de centros poblados, coberturas naturales y extensas zonas de
cultivo de papa, palma, café y caña.
Corredores biológicos
Según datos proporcionados por PNN, Colombia tiene 59 parques nacionales
naturales, que aunque administran 1.746.669 km2 (10 % del
territorio en el país) no son suficientes por sí solos para salvaguardar su
biodiversidad contenida.
La cordillera Oriental es una de las zonas más biodiversas de Colombia, con
13 áreas protegidas. Según el Sistema de Información sobre Biodiversidad de
Colombia (SiB Colombia), allí habitan alrededor de 520 especies de mamíferos,
58 de las cuales son endémicas, por eso la importancia de preservar su
biodiversidad.
A través de un estudio de campo, el investigador instaló en 14 municipios
de la cordillera Oriental 114 cámaras trampa (sensores de movimiento y calor)
que graban todo lo que pasa delante de ellas a una distancia de 30 m, las
24 horas del día.
Durante cerca de 12 meses de monitoreo (entre enero y diciembre de 2019) se
evaluó la actividad de dos especies sombrilla: el puma (Puma concolor), conocido como león de montaña, y el oso
de anteojos (Tremarctos ornatus).
“Podíamos tener dos visiones: una especie que tenía de ciertas exigencias
para desplazarse, y otra que necesitaba de otros animales para alimentarse;
entonces combinar las dos especies nos daba una idea de cuáles eran los sitios
idóneos para priorizar”, explica el magíster Cáceres.
La investigación evidenció que el hábitat óptimo para estas especies
comprende un 45 % de áreas idóneas en la cordillera, el 20,1 % de la
red de conectividad para el oso y el 21,7 % para el puma.
Según los modelos observados por el investigador, áreas protegidas como
Guanentá y Yariguíes se encuentran totalmente aisladas, mientras que áreas como
Tamá, Cocuy y Pisba mantienen un corredor importante para la conservación del
oso andino y el puma.
La investigación arrojó que si no se prioriza la conservación de los corredores
biológicos del Nudo de Santurbán y los páramo del Almorzadero, de Chita y de
Guantiva-La Rusia se podrían convertir en vórtices de extinción para las
poblaciones de especies endémicas de la zona.
El trabajo se realizó con el apoyo de la Dirección de Tecnología e
Innovación de Minciencias, la UNAL y la Dirección Territorial Andes
Nororientales de PNN.