martes, 26 de diciembre de 2023

Abejas silvestres de Totoró (Cauca), materia de estudio por su aporte a la sostenibilidad ambiental

 El grupo de investigación Parasitología, Inmunología y Enfermedades Infecciosas, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, evalúa la presencia en Colombia de ácaros en colmenas de las tribus Apini y Meliponini –que anidan en árboles y cavidades lejos de la presencia humana–, con el fin de aportar a su conservación y estimular el desarrollo sostenible de la apicultura en esta región del país.

Las abejas silvestres Apini y Meliponini, fundamentales para la sostenibilidad de los ecosistemas y la producción de alimentos, son muy importantes para la polinización y la elaboración de productos como la miel, la cera y el propóleo, y también por la apitoxina, una sustancia que se encuentra en su veneno, utilizada en algunas terapias alternativas debido a sus propiedades antiinflamatorias. Sus nidos se encuentran en árboles y cavidades abandonadas, lejos de la intervención humana.

El profesor Javier Antonio Benavides Montaño, del Departamento de Ciencia Animal y líder del grupo de investigaciónParasitología, Inmunología y Enfermedades Infecciosas, explica que “las abejas de la tribu Meliponini, conocidas porque no tienen aguijón y sus alas son más largas que su cuerpo, se encuentran en regiones tropicales y subtropicales de todo el mundo, y producen una sustancia similar a la miel, a menudo denominada en Australia como ‘bolsa de azúcar’ o ‘miel de meliponina’ en otras regiones”.

“Sin embargo, existen algunas diferencias de sabor, composición y consistencia entre la miel producida por las abejas sin aguijón y aquella de las melíferas. En ocasiones, las comunidades indígenas y los apicultores recolectan su miel, valorada por su sabor y uso en la medicina tradicional y en prácticas culturales en algunas zonas”.

Ante su importancia, los estudiantes Brayan Alexander Sánchez Quilindo y Harby Leandro Pizo Barona, de Zootecnia de la UNAL Sede Palmira, integrantes del semillero del grupo de investigación, acompañados por los investigadores Javier Benavides y Carlos Agudelo, analizaron la prevalencia de posibles parásitos en las abejas silvestres en el municipio de Totoró (Cauca), a una altitud de 2.750 msnm.

La metodología utilizada por los investigadores implicó una primera recolección de abejas de las tribus Apini y Meliponini en las veredas Miraflores y La Palma. Las muestras se llevaron al Laboratorio de Parasitología, Inmunología y Enfermedades Infecciosas de la UNAL Sede Palmira –ubicado en la Granja Mario González Aranda– para observarlas minuciosamente con los equipos de última tecnología con los que cuenta.

“Como resultado, realizamos una clasificación según el tipo de abeja; para este caso utilizamos la taxonomía reportada por otros investigadores, en la cual hicimos una distinción de las alas, cuya longitud es más grande que el cuerpo. También realizamos una clasificación taxonómica

empleando la caja entomológica, en donde elaboramos un etiquetado que consta de información del lugar de procedencia, altitud del reconocimiento y datos de los colectores presentes”, informó el estudiante Sánchez.

Hoy la identificación de los ácaros se realiza mediante el análisis de las tráqueas de las abejas, con claves taxonómicas previamente reportadas que se utilizan para ayudar a identificar y clasificar organismos en categorías específicas –como géneros, especies o incluso subespecies– según sus características de forma, tamaño y disposición, y con las estructuras internas de partes del cuerpo.

El proyecto de investigación, que también involucra a las Sedes Bogotá y Tumaco, evalúa la posible presencia de parásitos, virus y bacterias que puedan estar presentes en colmenas silvestres y comerciales. Como resultado preliminar se identificó un ácaro del género Uropoda, aunque este solo utiliza a las abejas como medio de transporte sin afectar su salud.

Según los investigadores, el estudio aboga por estrategias de conservación, especialmente en comunidades indígenas y campesinas del Cauca, para garantizar la protección de las abejas y entender su rol en la biodiversidad y la protección de los ecosistemas.

El trabajo de investigación continúa y espera ampliar los aportes científicos de estas especies de abejas, además de los factores sanitarios y ambientales que puedan afectar su rendimiento en la producción y sus aportes como polinizadores a los servicios ecosistémicos del país.




 




Estudio de dos plantas de Arauca muestra presencia de nuevos polinizadores

 En las plantas Echinodorus scaber Rataj y Senna aculeata (Pohl ex Benth) se identificaron varios visitantes florales, siendo la avispa tropical (Polybia sericea) y la abeja conocida como “guanota” (Melipona) los polinizadores que más frecuentan estas plantas respectivamente. La investigación, realizada por primera vez para estas dos especies de plantas, permitió colectar y determinar 254 especímenes nuevos para la Colección Entomológica de la Orinoquia, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Orinoquia, y registrar por primera vez nuevas especies polinizadoras para el departamento de Arauca. 

El estudiante de biología Josef Emmanuel Sánchez monitoreó las especies visitantes florales en las plantas S. aculeata E. scaber en el campus de la UNAL Sede Orinoquia, con la intención de identificar la frecuencia con la que visitan los polinizadores estas dos especies, como piloto de un protocolo de monitoreo para la comunidad de insectos.

Su investigación, pionera en el tema, determinó que el orden de especies más rico y abundante fue Hymenoptera,que comprende a las abejas y avispas con 11 familias y 36 géneros, seguido de Diptera,que incluye moscas con 1 familia, 1 género y 6 especies.

El visitante más frecuente de S. aculeta fue Melipona (Melikerria)sp1una abeja conocida en la región como “guanota” y que visita esta planta en promedio cada 0,2 veces por minuto, es decir un promedio de una visita cada 5 minutos. Por otro lado, para E. scaber, la especie Polybia sericea (avispa social) la visitó en promedió una vez cada 10 minutos, convirtiéndose así en el polinizador que más frecuenta esta planta.

“En total recolecté 254 insectos asociados con las plantas de estudio: 90 para S. aculeta, pertenecientes a 36 especies, y 26 para E. scaber,de 18 especies”.

“Una de las características de S. aculeta es que presenta una abertura en la parte superior, por lo cual resulta difícil para los insectos extraer el polen. Está asociado con un tipo de polinización por zumbido, y como no todas las abejas zumban, vemos la importancia de géneros nativos como Melipona, Xylocopa Centris,ya que estos no tienen la capacidad de vibrar a la frecuencia necesaria para extraer el polen, como la popular pero introducida Apis melifera (abeja africana)”, explica el estudiante Sánchez.

Plantas poco estudiadas

Aunque ambas plantas crecen con facilidad en la sabana de Arauca han sido poco analizadas, por lo que el trabajo del estudiante Sánchez resulta relevante para entender su importancia.

“De E. scarber se desconocen su biología y procesos de polinizaciones. Además, se caracteriza porque tiene flores heteroclamídeas bisexuales, lo que significa que tiene diferenciado los pétalos de los sépalos, es decir las piezas verdes de una flor y que protegen los órganos reproductivos. Ambas partes son importantes para la reproducción porque atraen a los polinizadores”, añade.

A diferencia de S. aculeta, no presenta néctar en la flor ni nectarios extraflorales y se encuentra en arbustos de distribución restringida en Sudamérica.

Metodología de muestreo

En su trabajo, el estudiante Sánchez aplicó una serie de técnicas complementarias de muestreo; la primera consiste en observaciones focales con dos colectas directas y dos complementarias.

“Estas no consideran el muestreo pasivo y una de las trampas que se utilizan son las bandejas o platos de colores donde los insectos se chocan con la red y en la parte superior se encuentra un frasco colector con alcohol”, explica.


Para los muestreos directos se hicieron observaciones focales cada 10 minutos seleccionando flores aleatoriamente para determinar cuáles son las especies visitantes. Posteriormente, en la fase de laboratorio, los insectos se guardaban frascos de alcohol al 70 %.

“Es necesario impulsar estudios como este, ya que los polinizadores son importantes para el ecosistema, y ahora están en riesgo”, concluye.

 


miércoles, 13 de diciembre de 2023

Verduras frías y calientes, las que más se botan en algunos colegios de Arauca

 Prácticas inadecuadas del personal que manipula los alimentos, preparación que no tiene en cuenta cantidades e ingredientes establecidos, y presentación o combinación de sabores que terminan siendo desagradarles para los estudiantes son algunas de las razones que explican el desperdicio de estos alimentos en comedores escolares. Para reducirlo es necesario ofrecer ingredientes locales, vincular a la comunidad para crear los menús y propiciar charlas con los niños sobre la importancia de no desperdiciar la comida.

Comprar los alimentos, cocinarlos, servirlos, comerlos y luego botar las “sobras” es una práctica común entre los colombianos. Aunque el acto parece inofensivo no es un asunto menor, pues según el Departamento Nacional de Planeación representa un desperdicio de hasta 9,7 millones de toneladas de alimentos al año, cifra suficiente para alimentar a 8 millones de personas en ese mismo periodo de tiempo.

En un país donde a octubre de 2023 habían muerto 230 niños por desnutrición es imperativo pensar en estrategias que disminuyan los desperdicios de alimentos en toda su cadena productiva. En los colegios esta situación pasa desapercibida y pocas veces se ha entrado en detalle sobre la cifra de comida “botada” en el marco del Programa de Alimentación Escolar (PAE).

Tomando como referencia la IE Agropecuaria Municipal, ubicada en zona rural de Arauca, y la IE Gustavo Villa, del área urbana del municipio, Sandra Olano, candidata a magíster en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Orinoquia, encontró que las verduras frías y calientes representan más del 30 % de los desperdicios de alimentos para el colegio rural y hasta el 46 % para el colegio en zona urbana.

A los vegetales les siguen los cereales (arroz o pasta) y los jugos, estos últimos percibidos por los estudiantes como una bebida preparada con fruta fermentada o “con mal sabor”, probablemente por su mala refrigeración.

Además, el magíster encontró que en las dos instituciones los menús dados a los estudiantes no se preparan con la cantidad de verdura fría o caliente establecida por la Entidad Territorial Certificada (ETC) para la alimentación escolar. “Por ejemplo, el peso neto minuta patrón establecido es de 31.150 gramos y en el comedor escolar hay menús de 12.940 gramos, lo que nos deja una diferencia de hasta 18.000 gramos menos”.

Si se preparara lo estipulado el desperdicio de alimentos sería aún mayor, de ahí el doble reto que tiene la introducción adecuada de frutas y verduras en programas de alimentación escolar.

Razones del desperdicio


Para lograr los resultados, la investigadora realizó tres etapas: planificación, preparación, consumo. En la segunda etapa realiza un proceso de observación, registro y análisis de la preparación de los alimentos, para después pasar a la etapa de consumo, en donde realiza el pesaje respectivo de los alimentos desechados por los estudiantes separándolos por tipo: proteína, cereal, fruta y verduras frías o calientes.

También aplicó una encuesta a 317 estudiantes de ambas instituciones. De ellos, el 63,4 % manifestaron que el sabor de los alimentos era regular, el 53,6 % afirmaron que la preparación no es óptima, y el 66 % indicaron que las porciones son pequeñas.

“Reducir los desperdicios de alimentos es vital para mejorar la seguridad alimentaria y avanzar hacia la sostenibilidad del sistema alimentario. Al aprovechar al máximo los recursos alimentarios disponibles se garantiza que los niños reciban una alimentación adecuada y nutritiva, lo cual contribuye a reducir el hambre y las formas de malnutrición entre la población escolar”, asegura.

Dentro de la estrategia propuesta se encuentra el diseño de menús equilibrados y atractivos que estén preparados de la mano de profesionales gastronómicos, y que incluya una combinación de proteínas, carbohidratos, frutas, verduras y lácteos.

Además propone aprovechar los ingredientes locales y de temporadas: “es importante retomar las experiencias ancestrales, cuando se servían los alimentos de la granja a la mesa, que nos permita aprovechar las frutas y verduras locales que evita que el alimento durante el transporte tenga daños o perdidas”.

Es de resaltar que los alimentos no se pueden considerar en primera instancia como desperdicios y que se deben implementar estrategias de prevención como: instaurar un registro que genere estadísticas e información de calidad para la toma de decisiones; ubicar recipientes para la recolección de desperdicios de alimentos separados por componentes, y así los diferentes residuos generados serán el insumo de una nueva de cadena de suministro enfocada, por ejemplo, en consumo animal, suplemento dietario para animales y compostaje para abono orgánico, entre otros.

 

















lunes, 11 de diciembre de 2023

Residuos de detergente y jabón, enemigos del fitoplancton en humedales de Bogotá

 En el Parque Ecológico Distrital de Humedal (PEDH) Torca-Guaymaral (Bogotá) se encontró que el vertimiento de residuos de industrias como las jaboneras está amenazando el fitoplancton –alga acuática que es la base de la cadena alimenticia en ríos, mares y humedales– debido a la presencia de cianobacterias, parientes del fitoplancton que cuando se producen en exceso generan sustancias tóxicas, lo que afecta la calidad del agua.

Se estima que en el continente americano hay 15.000 especies de microalgas como el fitoplancton, que gracias a su increíble capacidad de adaptación y transformación están presentes en la Tierra desde los inicios de la vida. Sin embargo su diversidad se ha estudiado poco en el país, lo cual resulta contradictorio porque son un óptimo indicador de la calidad del agua.

El investigador Camilo Fonseca Barreto, magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien ha venido estudiando de cerca lo que ocurre en el PEDH Torca-Guaymaral, asegura que en sus aguas hay por lo menos 164 especies y 98 géneros, y dentro de las principales están las cianobacterias, con un porcentaje alto en todos los puntos de muestreo, tanto en épocas de sequía como de lluvia.

“Estas microalgas son muy tolerantes a la temperatura y la contaminación y no tienen problemas con la falta de luz; además su alimento favorito en el agua son los residuos de jabones o detergentes ricos en nutrientes como el nitrógeno o el fósforo, que las alimenta y comienzan a reproducirse de manera desmedida robándole el oxígeno al fitoplancton, y por ende a los peces y aves”, indica el experto.

Añade que “otro tipo de alga presente en los humedales de este parque es Euglenophyta, cuya particularidad es que se alimenta en gran medida de materia orgánica en descomposición y de los nutrientes presentes allí, y también tiene la capacidad de quedarse en algunas zonas en condiciones de contaminación del agua, como una especie de ‘quiste’ que daña la calidad y también afecta al fitoplancton”.

Este parque es una de las zonas de humedales más importantes de Bogotá, y hasta el momento no se había realizado un estudio tan riguroso de las microalgas presentes allí y de los problemas asociados con el fitoplancton. En los años 50 sus ecosistemas fueron intervenidos por la construcción de la autopista norte, que dividió en dos este corredor ecológico, lo que es muy grave porque conecta directamente con lugares como la Reserva Thomas van der Hammen.

Según el investigador, este humedal es el primer ecosistema con el que se encuentran las aguas lluvias de los cerros Orientales y algunas aves migratorias como las tinguas azules, que llegan en sus periodos reproductivos, pero al hacerlo se encuentran con agua de mala calidad y baja oferta de peces, lo que se podría atribuir a la falta de oxígeno por causa de las cianobacterias.

En un grado más bajo también se presenta un problema relacionado con la ganadería del sector, que aunque no es extensiva sí vierte al agua grandes cantidades de heces fecales de las vacas, disminuyendo a su vez el oxígeno disuelto allí.

Estudio a fondo

Para determinar que el parque se encuentra en estas condiciones, se llevó a cabo un arduo trabajo de campo, tanto en épocas de sequía como de intensa lluvia, tomando datos sobre el color del agua, el pH, la cantidad de oxígeno, y la conductividad, un factor primordial puesto que valores muy altos indican la presencia de minerales como fósforo o nitrógeno.

Luego, por medio de una red cónica se filtraron alrededor de 30 litros de agua para “colarla” e ir recolectando todas las algas, las cuales se guardan en soluciones de alcohol para que no se dañen.

Después comienza el proceso de identificación con un microscopio invertido, en el que se cuentan y se asociaan sus rasgos morfológicos para saber a qué especie pertenecen.

Una vez obtenidos los datos se utilizó el lenguaje de programación R Project, y gracias a un enfoque estadístico se dividió la información en tres secciones, primero para calcular la densidad de todas las algas presentes, luego el volumen de la muestra, y finalmente para hallar el número y la forma específica de clasificación de cada una de ellas.

“El panorama en este humedal es poco alentador, ya que los principales hallazgos muestran que las cianobacterias son las microalgas que más habitan estos ecosistemas, tanto los lóticos –o sea pequeños ríos, quebradas y arroyos– como los de canal, que son los corredores de agua alrededor de la obra que intervino este sector, y los denominados lénticos, que son cuerpos de agua cerrados de condiciones estáticas y en este humedal presentan muy poca profundidad y poco flujo de agua”, concluye el magíster Fonseca.












miércoles, 6 de diciembre de 2023

Científica de la UNAL premiada por estrategia para monitorear restauración de bosques

 
Gracias a la propuesta de combinar métodos tradicionales de restauración con nuevas tecnologías como la teledetección, la doctora en Ecología Swanni Tatiana Alvarado, profesora de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), recibió el Premio L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia” 2023.

Un esfuerzo sin precedentes se ha realizado durante varios años en el Grupo Restauración Ecológica (GREUNAL) creado en 2002, y que desde ese momento, con el liderazgo del profesor Orlando Vargas Ríos, sentó las bases de lo que sería la restauración ecológica en Colombia. En sus inicios se tuvo a la Reserva Forestal Municipal de Cogua como un bosque altoandino al que había que prestarle atención, y se realizaron estrategias para su protección.

Luego se llegó al embalse de Chisacá, en la localidad Usme, en donde especies invasoras y exóticas como el retamo espinoso (Ulex europaeus) comenzaron a crecer de manera desmedida, por lo que se crearon doseles para impedir que la especie obtuviera la luz solar y los recursos necesarios para seguir creciendo. Tales coberturas vegetales se hicieron con plantas como los lupinos, cuya altura va desde 0,5 hasta 2 m, o el arboloco, puede llegar a los 10 m.

Desde 2018 GREUNAL se ha enfocado en el bosque del Macizo de Iguaque, en Villa de Leyva (Boyacá), una zona que se ve invadida por especies como las gramíneas (Melinis minutiflora), debido a su capacidad de adaptación a diferentes condiciones, por ejemplo después de incendios, así como a su introducción y propagación para actividades como la alimentación de ganado.

Aquí es donde aparece la experiencia e invaluable trayectoria de la profesora Alvarado, pues en 2023 comienza a liderar el grupo de investigación y a continuar el legado del profesor Vargas, quien también fuera su docente cuando estudiaba en la UNAL. La experta trajo preguntas como: ¿por qué no se hacen monitoreos rigurosos a estas estrategias de conservación y restauración a largo plazo? Y ¿será la tecnología la respuesta para llenar estos vacíos de información?

Dentro de su propuesta se encuentra la necesidad de evaluar y monitorear la eficacia de los antiguos proyectos de restauración del grupo en Cogua, Chisacá y Villa de Leiva, utilizando la teledetección (uso de sensores e imágenes satelitales para determinar el éxito de la intervención a largo plazo), puesto que estas estrategias de generación de doseles, parches de pioneras (introducir especies nativas para que compitan con otras que están generando afectaciones), aumento de línea de avance de fragmentos de bosque, así como la dispersión de semillas y control de especies invasoras, fueron realizadas hace entre 5 y 10 años, y aún no se sabe nada sobre su éxito.

“Hoy tenemos la gran ventaja de acceder a un volumen grande de información y de acceso gratuito sobre imágenes en tiempo real de estas zonas, e incluso de lo que ocurría en los bosques hace más de 30 años, por lo que es indispensable que estas herramientas tecnológicas se   implementen, en especial en los lugares en los que aún no ha habido un estudio riguroso de cuáles han sido los cambios generados en problemas como los de las especies invasoras.

Añade que “la teledetección permite obtener una mayor y mejor ‘fotografía’ del lugar, lo cual transforma el entendimiento y la descripción de la restauración de unas cuantas parcelas y hectáreas que se pueden recorrer y describir en el trabajo de campo, pues se hace un zoom más amplio de las zonas en donde se ha aplicado alguna estrategia de restauración”.

Gracias a su trabajo fue galardonada con el premio L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia” 2023, el cual desde 1998 reconoce a las mujeres que desde la ciencia aportan soluciones y estrategias importantes y necesarias para la sociedad.

En esta edición el galardón fue entregado a 10 científicas colombianas por la empresa francesa L´Oreal, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (Icetex), y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias).

Para la investigadora es una gran oportunidad en la búsqueda por superar trabas y demoras como la falta de financiación para este tipo de proyectos, que muchas veces, debido a que tan solo duran alrededor de 1 año, se torna difícil determinar qué ha ocurrido en la zona en un tiempo prolongado. Esto aporta al diagnóstico, y por ende a una mejor restauración, pues se puede identificar de manera rápida y precisa si una u otra estrategia está resultando más beneficiosa para los ecosistemas.








 

martes, 5 de diciembre de 2023

CVC REALIZA MINGAS DE RESTAURACIÓN CON AGRICULTORES DE JAMUNDÍ

 Bajo el modelo de una novedosa técnica llamada agricultura sintrópica, la CVC ha capacitado a campesinos del mercado agroecológico de los corregimientos de Villapaz, Quinamayó y Potrerito, con el fin de mejorar la producción alimentaria. 

Con el sistema de siembra de agricultura sintrópica, una técnica utilizada dentro de los sistemas agroecológicos, la CVC está realizando capacitaciones practicas con el grupo de agricultores del mercado de Jamundí, donde se desarrollan actividades de fortalecimiento de la oferta de productos para su estabilidad, cantidad adecuada y variedad.

 “La agricultura sintrópica puede definirse como un modelo en el que los procesos agrícolas se asemejan a los procesos naturales. El sistema contribuye a acelerar la restauración de los suelos en el predio, aumenta el uso eficiente del recurso hídrico, aumenta la biodiversidad, contribuyendo al equilibrio ecosistémico, y, a mediano plazo, genera independencia del uso de insumos y provee tanto seguridad alimentaria como el fortalecimiento de la economía de los agricultores”, explicó Nelly Gutiérrez, de la Dirección de Gestión Ambiental de la CVC.

Es de resaltar que, por parte del Grupo de Cambio Climático de la CVC, en articulación con la secretaría de Agricultura del municipio de Jamundí, se han realizado varias jornadas en los corregimientos de Villapaz, Quinamayó y Potrerito, a través de mingas para la plantulación de hortalizas de semillero y siembra directa de frutales, maíz, pepino, habichuela y fríjol, con el fin de mejorar también la cantidad y variedad de especies.

“Este tipo de trabajos prácticos comunitarios son muy importantes porque fortalecen la unión de los grupos, se avanza en el conocimiento de los predios y se generan acciones de economía comunitaria al momento de las cosechas, donde parte de ella favorece al propietario del predio y otra parte se destina al mercado, de forma comunitaria”, destacó la funcionaria de la CVC.

 

De esta manera, durante las jornadas se ha sembrado aguacate, naranja, guanábana, mandarina, cacao, eucalipto, matarratón, limón, nacedero, botón de oro, nogal cafetero, cedro, guácimo, balso, plátano, banano, guayaba, zapote, carambolo, fríjol, maíz, canavalia, pízamo, chachafruto, yuca, pasto mombasa, moringa, guandul, entre otras.

Este tipo de actividades también se han llevado a cabo en Cali, en la Institución Educativa José María Cabal y en el corregimiento El Hormiguero, con el grupo del mercado del río Cauca. Así mismo, en los municipios de Andalucía, Tuluá, Pradera Dagua, Yotoco, Cartago y Florida.

 ¿Cómo se desarrolla la agricultura sintrópica?

 Consiste en la asociación de especies, de acuerdo con la necesidad de luz y la sucesión natural, protegiendo al suelo con abundante cobertura, a manera de compost in situ, con el propósito de ‘almacenar’ abono para un largo período y sembrar simultáneamente una alta cantidad de estacas para la producción de biomasa como matarratón, nacedero, botón de oro, higuerilla, guandul y morera, para la futura cobertura del sistema.






viernes, 1 de diciembre de 2023

Escuela Agrobiológica de la UNAL crece y llega a más bachilleres rurales

 Con un balance de 525 estudiantes certificados en 2023 –de los municipios de Pradera y Florida (Valle del Cauca)– cierra año la Escuela Agrobiológica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, una iniciativa creada para atender los desafíos de la educación rural más allá de las aulas e incentivar la apropiación por el campo en esta región del país. Un diagnóstico hecho por los universitarios encontró que la inseguridad alimentaria y el hacinamiento son los principales problemas.

Estudiantes voluntarios y profesores de dicha iniciativa culminan el año consolidándose como agentes de cambio en los territorios del suroccidente del país, en medio de un escenario nacional en el que persisten las disparidades educativas entre áreas urbanas y rurales. Por ejemplo, en 2022 solo el 1,8 % de los habitantes rurales ostentaba un título universitario, frente al 11,8 % registrado para áreas urbanas según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del DANE.

El impacto positivo de la Escuela se refleja en la certificación de más de 1.000 bachilleres de colegios rurales del Valle del Cauca desde 2016 –luego de la firma del Acuerdo de Paz en Colombia– y su expansión a instituciones educativas de los municipios de Palmira, La Cumbre, Ginebra, El Cerrito, Guacarí, y recientemente Pradera y Florida.

En 2023 participaron en el proyecto más de 50 estudiantes de la UNAL Sede Palmira, quienes trascendieron de las aulas convencionales y dispusieron en cada semestre de unas horas de su tiempo en calidad de voluntarios de la Escuela Agrobiológica para ofrecerles a los bachilleres del colegio Francisco Antonio Zea (Pradera) y de la Institución Educativa Rural Simón Bolívar (Florida) una experiencia educativa sobre seguridad alimentaria, agricultura en huertas caseras, control biológico de plagas en hortalizas, recuperación de suelos, paisajismo, arborización, agricultura con drones, cambio climático, manejo de residuos sólidos, pastos y forrajes, y administración y emprendimiento, entre otros temas.

El balance que hace el profesor Manuel José Peláez Peláez, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias, da cuenta del alcance de la iniciativa respecto al número de estudiantes rurales atendidos: en el primer semestre de 2023 fueron 195 y en el segundo 330, y con los años anteriores desde su inicio, que son 500. “Esperamos que la Escuela Agrobiológica siga creciendo y sea replicada en todas las regiones del país a través de las sedes de la UNAL”, señala el docente.

Para el estudiante Jefferson Naranjo, de octavo semestre de Ingeniería Agronómica, “esta experiencia ha sido una trayectoria satisfactoria, siempre procuramos dejar una huella imborrable en estas instituciones, compartir los conocimientos y hacer lo mejor posible para ver algo positivo reflejado en cada bachiller”.

Jefferson y su compañero Anderson Farid Vargas trabajaron el módulo “Manejo sostenible de huertos” en la Institución Educativa Rural Simón Bolívar, en donde sembraron pimentón, cilantro y fríjol, que son cultivos de ciclo rápido, es decir que no tardan mucho en germinar.

En un contexto en el que muchos jóvenes aspiran a abandonar el campo, estos universitarios –en representación de sus compañeros voluntarios– lanzaron un mensaje que no se queda solo en palabras, sino que lo demostraron con hechos: “el campo es la base fundamental de la alimentación y la supervivencia”. Por eso invitan a los colombianos a no descuidar la ruralidad y al campesinado, reconocer su importancia y contribuir con su progreso mediante prácticas sostenibles.

Esta fue la primera experiencia de los futuros ingenieros agronómicos fuera del campus universitario: “en la huerta abordamos cómo determinar las medidas que se requieren para cada cultivo, es decir las distancias de siembra; también preparamos y aplicamos ciertos productos naturales para que los insectos plaga no afecten las plantas. Entre todos afianzamos conocimientos, aprendimos de ellos y logramos una muy buena actividad, nos hicieron saber que fue muy grata y constructiva”, señalan.

En riesgo la seguridad alimentaria de las familias rurales


Este año la Escuela Agrobiológica UNAL, además de abordar aspectos técnicos de la agricultura, sumó en el segundo semestre el componente social en el colegio Francisco Antonio Zea, con la profesora Ninfa Leal Muñoz, encargada de la asignatura de “Ciencias agropecuarias y seguridad alimentaria”, para promover en la comunidad mejores hábitos de consumo y fortalecer este enfoque en los estudiantes de las ingenierías y otras áreas que participan en la realidad social y las problemáticas directas en zonas rurales.

En el diagnóstico identificaron hábitos de consumo poco saludables y otros aspectos socioeconómicos relacionados con el rol de las mujeres a cargo del hogar y las dificultades en el sostenimiento, así como el hacinamiento de algunas familias consultadas.

“Encontramos problemas de alimentación, unas familias en mejores condiciones socioeconómicas que otras, pero observamos como generalidad que los chicos no consumen verduras ni hortalizas, por el contrario, se interesan por la comida ‘chatarra’, luego desarrollamos estrategias para que ellos mismos .