La confluencia entre el periodo seco –entre diciembre y febrero– y el fenómeno de El Niño hace que, debido a la diversidad topográfica del país, la sequía sea mucho más intensa y afecte más a la región Andina y menos a la Orinoquia o la Amazonia. Experta de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín explica las razones científicas de la temporada de calor que todavía no parece irse.
El riesgo de desabastecimiento de agua y el incremento de
los incendios en el país son algunos de los efectos de un evento natural que
afecta a las regiones según sus condiciones geográficas. Las altas temperaturas
en el territorio nacional han llevado al Gobierno de Colombia a pedir ayuda a
las Naciones Unidas.
Según las características de sus coberturas, en las ciudades
el calor se puede sentir más o menos intenso cuando aumenta la temperatura.
¿Pero qué es la temperatura? La profesora Yuley Cardona Orozco, del
Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la UNAL Sede Medellín, explica
que “es el resultado de fenómenos físicos que ocurren a escala global y local.
Como planeta tenemos un clima cambiante de origen antropogénico, es decir
resultado de la acción humana –como por ejemplo de la actividad industrial– o
de la contaminación”.
En la región Andina, diciembre, enero y febrero son los
meses de temperaturas más altas y menores precipitaciones, igual que julio y
agosto. “Estacionalmente hablando, desde la meteorología no estamos por fuera
de lo normal. Lo que sí es diferente es la confluencia del fenómeno ENOS (El
Niño-Oscilación del Sur) de fase positiva, que es el resultado de un
calentamiento del océano Pacífico central y que tiene su pico máximo alrededor
de diciembre”, agrega.
El Boletín ENOS –de seguimiento de las condiciones de la
temperatura superficial del mar asociadas con este fenómeno– publicado el lunes
5 de febrero por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica
(NOAA) indica que en la actualidad se está en un pico y que las anomalías del
trimestre son de 2 oC en la temperatura del océano superficial.
La profesora Cardona comenta que “además de que estamos en
una tradicional época seca, para Colombia el ENOS representa una reducción en
precipitación –o en las lluvias– y un aumento de la temperatura”.
Así mismo, la Oscilación del Sur tiene que ver con la
presión atmosférica, por lo que durante la ocurrencia del fenómeno también se
dan cambios en los valores relacionados. Es decir, en algunas zonas disminuye y
en otras aumenta, haciendo que la intensidad, la velocidad y la dirección del
viento se modifiquen.
Este fenómeno, que es planetario, afecta a las regiones de
forma distinta según su ubicación; por la diversidad topográfica del país, la
región que suele verse más afectada es la Andina, mientras que las menos
impactadas son Orinoquia y Amazonia.
Las altas temperaturas registradas han generado alertas dada
la cantidad de incendios presentados y corresponden a un proceso natural de
variabilidad climática interanual. Por ejemplo, entre los episodios de El Niño
más intensos se recuerdan los de 1998 y 2016, en los que hubo disminución en
los niveles de los embalses e incremento de los incendios forestales.
Del aumento progresivo de la temperatura hay datos y
registros. Por ejemplo, reportes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático (IPCC) indican que 2021 fue el año con más alta temperatura
en la Tierra, tendencia que continuó en 2022 y 2023, este último año declarado
por la Organización Meteorológica Mundial como el más cálido en la historia. Lo
que ocurre es que “cada año estamos rompiendo el récord”, afirma la profesora
Cardona.
Desde 1980, Naciones Unidas viene informando que cada década
ha sido más cálida que la anterior, y que los fenómenos meteorológicos se han
hecho más frecuentes e intensos; de otra parte, aunque los eventos extremos de
frío se seguirán presentando pese al aumento de la temperatura, su frecuencia
ha disminuido desde 1950.
Hacia finales de enero, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) informó sobre el aumento de temperaturas en el país y de incrementos récord en 29 municipios. Uno de ellos, Jerusalén (Cundinamarca), superó los 40 °C. Más tarde, a inicios de febrero, se comenzaron a registrar lluvias, y la entidad informó que se preveía que estas condiciones continuarían y que serían abundantes en sectores de las regiones Pacífica y Andina.
Según la académica Cardona, el reporte de la NOAA del 5 de
febrero indica que “existe un 73 % de probabilidades de que entre abril y
junio no estemos en el fenómeno de El Niño, aunque este es difícil de predecir,
y con esta probabilidad se indica que pasaríamos a una fase neutral”.
El calentamiento global que sufre el planeta es precisamente
lo que hace más difícil el pronóstico, coinciden las docentes, por cuanto no
hay datos históricos que permitan comparar, porque nunca antes el planeta había
alcanzado las temperaturas que se están registrando ahora.