En sus casas, durante el confinamiento y como una táctica improvisada para entender las ciencias naturales, estudiantes de octavo grado crearon microhuertos caseros con los que se apropiaron del cuidado de diferentes hábitats.
“La idea era sembrar una huerta en la institución para
abarcar varios temas en ciencias naturales y educación ambiental, pero como era
imposible ir al colegio, improvisamos e incitamos a los jóvenes a ser
responsables con su entorno mediante el microhuerto que ellos crearon y cuidaron”,
señaló la docente.
Sembrar y preservar
Las huertas son conocidas como el lugar donde se cultivan
diversas plantas, cuyos frutos, raíces, hojas o tallos se consumen. También se
pueden cultivar plantas medicinales que ayudan a preservar los conocimientos ancestrales.
Por otro lado, los hábitats son ambientes, lugares o espacios donde una especie
o población biológica de plantas, animales y microorganismos viven naturalmente
por las condiciones necesarias que este brinda, como por ejemplo las huertas.
En una prueba escrita realizada al principio del curso, la
docente observó que los estudiantes “tenían vacíos conceptuales y confusión con
en las respuestas relacionadas con la ecología”. De ahí surgió la idea de que
ellos construyeran 8 microhuertos y experimentaran su evolución.
“En primer lugar, esperaba que los estudiantes solo
entendieran los conceptos; sin embargo me sorprendí cuando los estudiantes
expresaron su felicidad porque veían cómo las semillas que plantaron iban
creciendo. En las clases virtuales mostraban sus plantitas y se sentían
tranquilos porque decían: no tendremos que volver a consumir productos
contaminados con químicos o fertilizantes”, relató la maestra.
Cuando los microhuertos dieron frutos, los estudiantes
lograron cosechar artesanalmente cebolla larga y pimientos pequeños (ají), que
formaron parte del sustento alimenticio de sus hogares. Aunque los demás
vegetales no tuvieron el crecimiento esperado, los jóvenes prometieron
persistir con la herramienta.
Además el 15,38 % de las familias de los estudiantes
participaron en este proceso con ellos creando los microhuertos, “en videos
sobre las plantas que tienen sembradas en casa las familias mencionaron otros
conocimientos que aplicaron para conservar las plantas”, afirmó la docente.
Al finalizar la actividad, la maestra Toro realizó una segunda prueba escrita y comprobó que con ella, además de apuntes de clase y de un juego virtual, “mejoraron su aprendizaje en las ciencias naturales, entendieron los hábitats, microhábitats y otros conceptos asociados con ecología como especie, población o comunidad”.
En suma, los huertos tuvieron una efectividad del
61,54 % y superaron las expectativas de aprendizaje, pues los alumnos
aprendieron a sembrar su propio alimento con sus familias, a cuidar sus huertos
e incluso a ahorrar significativamente en su presupuesto para alimentación.
Conciencia ambiental
“Cuando se comienza a sembrar es difícil detenerse. Uno
desea explorar más, consulta qué necesitan las plantas, se convierte en
investigador”, afirma la magíster, y agrega que es necesario reformatear los
modos de enseñanza e implementar otros más cercanos a la realidad del
estudiante.
“Esta herramienta complementaria habría tenido tanto
impacto, que los estudiantes del curso se concientizaron sobre la conservación
de la tierra, por el calentamiento global y por todo lo que estamos viviendo,
tenemos que ver qué podemos hacer en el barrio (Bello), se apropiaron del
cuidado ambiental de sus zonas”, concluye la profesora Toro.