El análisis de las cuencas El Silencio y Montañita, ubicadas en la Reserva Biológica El Silencio municipio de El Retiro (Antioquia), evidenció que el proceso de restauración ecológica contribuye a mejorar las condiciones de los suelos y a aumentar la tasa de infiltración del agua, evitando que se convierta en escorrentía y se eleven sus niveles en las quebradas de las cuencas asociadas.
Los aportes del trabajo de Marcela Mosquera Vásquez,
magíster en Bosques y Conservación Ambiental de la Facultad de Ciencias
Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, son
relevantes en la medida que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró
el período comprendido entre 2021 y 2030 como la Década para la Restauración de
los Ecosistemas.
Para hacer la comparación necesaria e interpretar
resultados, la ingeniera ambiental, tuvo en cuenta, además de El Silencio y
Montañita, otra cuenca, la de Pastos, que no estaba en recuperación y que tiene
cobertura de pastos y ganadería.
“Como anillo al dedo”, dice, le resultó encontrar cuencas en
restauración de toda la extensión de su área, porque es difícil. Alguien le dio
el dato, y le sugirió visitar la zona. Así lo hizo, y “fueron perfectas”,
añade, porque en lugar de una, encontró dos.
Sin embargo, hallar una cuenca con cobertura de pastos en la
mayoría del área tampoco le fue sencillo, además, el análisis fue más complejo,
ya que “después de buscar ya tenía datos de un año en las otras dos en
restauración”, cuenta.
La magíster ejerció como una especie de inspectora, aunque
primero debió instalar aparatos que le permitieran indagar los efectos
ecohidrológicos de la restauración ecológica, concepto que hace referencia a la
relación entre hidrología y ecología con los complejos procesos en el ciclo del
agua o ciclo hidrológico.
Así, en estos lugares monitoreó, mediante instrumentos, el
comportamiento de variables como la humedad del suelo, la infiltración, la
evapotranspiración y el rendimiento hídrico y cómo estos inciden en la
regulación de caudales de las quebradas.
En las tres cuencas instaló sensores de humedad del suelo
para medir los datos promedio cada 15 minutos cada día durante 14 meses.
También usó pluviógrafos para cuantificar la precipitación (o lluvias) en acumulados
de cinco minutos y estaciones meteorológicas automáticas para conocer humedad
relativa, radiación solar, precipitación, temperatura, velocidad y dirección
del viento.
Adicionalmente, en cada una de las cuencas utilizó
limnígrafos (equipo que grafica los niveles o fluctuación del nivel de un río o
lago) y barógrafos (instrumento meteorológico de precisión que mide y registra
las variaciones de presión atmosférica sobre un papel milimetrado), que
determinan el nivel del agua de los ríos. Se realizaron visitas a las áreas de
estudio cada 20 días para descargar los datos y calcular los caudales.
Asimismo, tomó muestras de suelo de diferentes profundidades
para determinar la densidad aparente (su masa por unidad de volumen) por medio
de cilindros metálicos que luego fueron pesados y secados en un horno a 105 °C
durante 48 horas.
Por otro lado, para conocer cómo fluye el agua a través del
suelo y su capacidad para almacenarla, usó cilindros de PVC de 331 cm3 y
anillos metálicos de 19,6 cm3, empleando equipos especializados. Además, tomó
muestras de suelo para determinar en el laboratorio el contenido de materia
orgánica del suelo.
Heroínas en la regulación de caudales
La investigadora explica que, en las cuencas en
restauración, propiedades como la densidad aparente fue menor por lo cual hubo,
por ejemplo, una mayor porosidad y conductividad hidráulica. Estas
características contribuyeron a que la respuesta ante eventos de precipitación
fuera más regulada.
Señala que, “llueve y esa agua va pasando por todo el
proceso de infiltración, humedecimiento del suelo y flujos subsuperficiales,
entonces se demora más en llegar a las quebradas y no aumenta súbitamente los
niveles de estas”.
“En términos generales, la restauración tiene un efecto en
estos caudales, en el rendimiento hídrico de las cuencas. No se puede concluir
tácitamente, pero se nota una tendencia a que regulen mejor los eventos de
precipitación y, más aún, a que se mantenga el agua en las quebradas en épocas
de sequía (caudal base)”, agrega.
Indica también que, como estas son cuencas de alta montaña
la escorrentía puede tener mayores velocidades y llegar más rápido a la parte
baja, entonces ese proceso era aminorado debido a la cobertura de vegetación y
a que se mejoran las condiciones del suelo”.
La investigadora anota que ese resultado se esperaba en
mayor medida para la cuenca Montañita, que es la que mayor tiempo lleva en el
proceso de restauración: más de 15 años. Sin embargo, manifiesta que la
regulación hidrológica necesita más tiempo para evidenciar efectos notorios.
En cuanto a las coberturas, destaca la importancia de los
árboles y su relación con la materia orgánica, en la medida en la que las hojas
que caen generan otros procesos mediados por microorganismos que, si bien no se
midieron en este estudio, sí se recomienda incluir en futuros análisis.
Los aportes de este trabajo son relevantes en la medida que
la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el período comprendido entre
2021 y 2030 como la Década para la Restauración de los Ecosistemas.
Hay un concepto estrechamente relacionado con el análisis de su tesis de Maestría y es el caudal base. Este es, explica, el “nivel de agua que está ahí incluso en época de pocas precipitaciones, cuando más se necesita el recurso”. Expone que “por ese lado va la importancia de la investigación”.