El plástico es uno de los materiales que más generan preocupación por contaminación en los ecosistemas marinos; al microfragmentarse, representa un peligro aún mayor, por ello la necesidad de identificar su presencia en las playas, activos de valor económico, social y cultural. En este contexto nace la alianza entre la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe y la Universidad del Atlántico que estudiará dichas partículas presentes en las costas de Atlántico, Magdalena y San Andrés.
En el marco de dicha iniciativa, la ingeniera ambiental
Michelle Orellano Chica, estudiante de la Maestría en Ciencias-Biología – Línea
Biología Marina de la UNAL Sede Caribe, analiza la conformación de las
comunidades de esponjas, planarias, moluscos y crustáceos, entre otros
macroinvertebrados presentes en el sedimento de las playas del Magdalena y San
Andrés, a fin de establecer cómo se encuentra realmente la calidad ambiental
del ecosistema marino de estos departamentos.
“El interés particular de este proyecto surge de las muchas
iniciativas que hacen referencia a la gran cantidad de plásticos que hay en las
playas, de cómo este se fragmenta y se va convirtiendo en un problema latente”,
explica la ingeniera.
Aunque la problemática es ampliamente conocida, agrega que
“todavía no sabemos qué cantidad de plásticos hay en las playas ni cuáles son
sus características químicas: cada plástico que usamos es desechado, y se
descompone y fragmenta de maneras diferentes. Por eso estamos analizando si
pueden generar perturbación en el ambiente”.
Resultados esperados
Según la ingeniera Orellano, “el objetivo general de las
universidades es establecer indicadores de la calidad ambiental, y en ese
sentido tener argumentos sólidos para generar conciencia en la comunidad y en
las autoridades competentes; queremos crear gobernanza sobre este ecosistema
tan importante para nosotros; en conjunto se puede deteriorar la calidad
ambiental, nuestra condición humana y las condiciones de animales interactuando
con el ecosistema”.
“En efecto, se sabe que algunos animales están ingiriendo
estos desechos, lo cual podría generar una ‘biomagnificación’, es decir que un
animal pequeño contaminado con microplásticos puede ser ingerido por uno más
grande y así sucesivamente hasta llegar al ser humano, ya que muchos de estos
animales son la base de la cadena alimenticia en las redes tróficas grandes, de
ahí que analizar esta situación sea tan importante”.
Sin embargo, la falta de equipos más especializados impide
establecer la cantidad exacta de microplásticos en los animales que los
ingieren, “aunque podemos hacer aproximaciones para establecer que forman parte
de su entorno y cómo están afectando la interacción entre ellos”, explica la
ingeniera y especifica que entre las especies analizadas están algunas de
interés comercial como el jurel, el bonito, el pez león –bioinvasor omnívoro– y
la langosta espinosa.
Otro objetivo del macroproyecto es generar un método
estándar para el análisis de microplásticos, pues aunque en la literatura hay
muchas metodologías, pocas son comparables entre sí.
“La idea es diseñar esa metodología estándar y hacer que de
alguna manera toda la producción que salga de aquí pueda ser comparable”,
expresa la estudiante de maestría.
San Andrés, territorio especial
Por su condición de insularidad, el Archipiélago de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina tiene particularidades especiales que lo
hacen más vulnerable a la afectación por residuos plásticos.
“En departamentos como Magdalena o Atlántico los residuos se
pueden evacuar y tratar más fácilmente, mientras que acá en las islas quedan
más tiempo, y por las dinámicas de las mareas llegan cada vez más. Solo el
30 % de los residuos aprovechables son plásticos, una cifra bastante
elevada considerando los plásticos de un solo uso, que son los que generan más
contaminación”, explica.
Señala además que “las dinámicas de las playas son
distintas: las mareas, el tipo de arena y la incidencia del sol también interfieren
en los procesos de fragmentación del plástico; por eso también analizamos las
variables físicas que pueden generar esos deterioros y hacer que el impacto sea
mayor”.
“Por ejemplo, entre los ecosistemas marinos de San Andrés y
el Magdalena las diferencias son abismales y complejas por su formación, por la
textura de la arena de la playa y las mareas, es decir todo su flujo
hidrodinámico”.
En ese sentido, los resultados esperados indicarían si en
efecto estas condiciones están incidiendo; “es poder tener la capacidad de
mostrar que en dos entornos distintos se están dando problemáticas similares”,
agrega.
Sensibilización: ¡no al plástico!
Ante la falta de datos más concretos, con los resultados del
estudio se espera hacer un proceso de sensibilización con la comunidad,
explicarles la importancia de recoger los plásticos y dejarlos fuera de
ecosistemas tan sensibles como las playas, además de diseñar un manejo
integral.
“Necesitamos llegar a toda la población posible, a través de
talleres y presentaciones, poder evidenciar esta problemática que finalmente
puede generar un problema de salud pública”, concluye la ingeniera ambiental.