Mientras los originarios del campo encuentran un espacio donde desarrollar sus proyectos productivos vinculados a su tierra y sus ancestros, a los citadinos se les abre una puerta de conocimiento hacia el campo, un lugar cercano pero a la vez muy lejano de su proyecto de vida.
Jóvenes campesinos y estudiantes de la Universidad Nacional
de Colombia (UNAL) Sede Palmira compartieron sus experiencias en el
conversatorio “Juventudes en diálogo para la preservación de la agroecología”,
organizado por los grupos de investigación Eficiencia Energética y Energías
Alternativas (GEAL) y en Agroecología (GIA).
La minga de acción y pensamiento ha puesto frente a frente
los diferentes conocimientos y saberes que los jóvenes han adquirido en
diferentes espacios a lo largo de su vida, y a la vez confrontarse.
“Me pareció interesante descartar algunos mitos que hay de
un lado y del otro, ver la perspectiva que tienen unos jóvenes sobre los otros.
Habrá gente que está muy enfocada en la ciudad, pero si uno expande sus
fronteras ve las posibilidades del campo, con otras ventajas y desventajas”
señala Álvaro Londoño Moscoso, estudiante de Administración de Empresas de la
UNAL Sede Palmira.
Una minga de acción y pensamiento es un espacio comunitario
con dos momentos: “la minga de pensamiento es para reconocemos, pensarnos,
hablar de nuestro sentir, necesidades, proyecciones, para pasar a la minga de
acción que tiene que ver con la realización de trabajos específicos en el campo”,
comenta Disney Rodríguez Parra, campesino productor agropecuario ecológico.
Dentro de las actividades que se realizan están:
mantenimiento de cultivos, cuidado de los animales, construcción de eras y
construcción de viviendas, entre otros.
De las aulas al campo
La estudiante Sofía Martínez, de Ingeniería Ambiental,
señala que “para los alumnos de la UNAL Sede Palmira estos espacios son ideales
para llevar todo el conocimiento aprendido en las aulas y enfrentarlo a la
realidad, a las situaciones que se dan en el campo”.
El ingeniero agroindustrial Cristian Parra, estudiante de la
Maestría en Ingeniería Agroindustrial, relaciona lo que sucede en el terreno
con algunos conceptos teóricos aprendidos durante su formación, “la minga
de pensamiento la relaciono con la dialéctica porque en esas reuniones, al lado
de una fogata, siempre existen planteamientos y se va moldeando la idea
original hasta hacerla más concisa y cercana a la realidad”.
La minga de acción, en cambio, representa la inteligencia colectiva, porque cada uno va asumiendo un rol dentro de la dinámica que se está realizando, no hay un director que diga “haz esto”, cada uno asume un rol y al final todos en complemento realizan el objetivo común, sostiene.
Para los jóvenes campesinos también es un escenario de
oportunidades, pues “nos permite llevar el joven citadino al campo y el campo a
la ciudad; que el joven rural comparta los saberes que ha adquirido desde sus
ancestros, desde sus abuelos, con la gente de la ciudad, y enseñe a sembrar en
esos espacios donde solo se ve pavimento”, afirma Diana León Cardona indígena y
campesina del pueblo Nasa.
Los invitados al conversatorio coincidieron en que una de
las responsabilidades que deben asumir es visibilizar los proyectos y espacios
que han tejido estos jóvenes.
Para Disney Rodríguez, este tipo de experiencias no solo les
permiten asumir la responsabilidad que tienen, sino compartir sus saberes para
conservar su legado.
“Nuestro papel es aprender todo ese compendio de
conocimientos, de saberes tradicionales, de recetas, de formas de hacer y poder
visibilizarlo, poder mostrarlo para que otros aprendan esta forma de hacer
producción diferente, que es la agroecología”, comenta.
Pero para él no es solo un intercambio de saberes y
conocimientos, es demostrar lo que significa ese legado. “Necesitamos empuñar
el arado, seguir trabajando el campo y en la otra mano tener la bandera de la
agroecología como opción de vida, conservando los recursos, preservarlos,
promoverlos, pero también preservar la vida y esos lazos de hermandad” añade.
Por último, los jóvenes consideran que estos procesos se
pueden resumir en una frase: “aprender haciendo y enseñar demostrando”, y en
esa filosofía sintetizan la responsabilidad que asumen de mantener viva la
agroecología como forma de vida, porque para ellos es una de las maneras de
impulsar el cambio de sistema que su región necesita.
Estas experiencias se dan en el marco de las Escuelas de
Pensamiento Agroecológico (EPA) y proyectos como “Juventudes en diálogo para
dinamizar la agroecología como estrategia de inclusión y fortalecimiento del
tejido social en la ruralidad vallecaucana”, impulsados por los grupos de
investigación GEAL y GIA de la UNAL Sede Palmira.