Un ejemplo de la importancia del Mapa de Vegetación Natural es que evidencia que, en Colombia a lo largo de la historia, se ha perdido el 75 % de la vegetación del Caribe, 55 % en la cordillera andina, y 27 % en la Orinoquía. Lo cual se acentúa en la actualidad con la alerta roja por incendios declarada en 28 de los 32 departamentos del país, con conflagraciones que no dan tregua en zonas como los cerros orientales en Bogotá, o en el páramo de Santurbán.
Sin embargo, la implementación de dicha herramienta
desarrollada por el Instituto de Ciencias Naturales (ICN), de la Universidad
Nacional de Colombia (UNAL), junto con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo
Sostenible, e institutos como el Humboldt o el Ideam, aún está en veremos, sin
importar que es fundamental para la reforestación de páramos y bosques nativos,
ya que ofrece información de las especies que deben ser plantadas en cada
región, lo cual disminuiría errores a largo plazo y daños en los ecosistemas.
El profesor Orlando Rangel, del ICN, uno de los líderes de
la creación del mapa de vegetación, afirma que, este se apoya en la evidencia.
“Con él se puede fácilmente determinar que, por ejemplo, en la parte boscosa de
los cerros orientales, hay que plantar especies leñosas como el árbol del
canelo (Drimys), el encenillo (Weinmannia) o los gaques (Clusia,
Vallea); y en lugares como los páramos hay que tener muy presente a
frailejones como el Espeletia grandiflora, también llamado
frailejón mayor y no a otras especies como Espeletia lopenzii (frailejón
perrito) de los páramos de Boyacá”.
Desde las décadas de los 30 y 40, se realizaron plantaciones
con árboles que no son propios de estas zonas, como los pinos y eucaliptos, así
como otros cipreses, los cuales han repoblado zonas aledañas a Monserrate, pero
que no son nativas; “no hay una armonía con la situación original, además,
representan un riesgo durante incendios por los aceites en sus tejidos o la
necromasa que termina siendo un combustible rápido”.
“En aquellas épocas no se tenía el conocimiento y la
capacidad tecnológica y científica que se tiene hoy en día, por lo que sé el
trabajo no se hizo de manera adecuada; pero en la actualidad no hay excusa para
ello, y la universidad desde el Instituto y todos sus profesionales tiene la
capacidad y el mejor personal para asistir las estrategias de reforestación que
se lleven a cabo”, indica el experto.
Otro punto clave es que, al hacer mal estos procesos, se
corre el riesgo de alterar su capacidad para controlar el exceso de gases en el
aire como el dióxido de carbono (CO2), un servicio ecosistémico
indispensable.
El experto hace un llamado a que no haya “histeria” por
eventos que han pasado desde hace muchos años, y que son propios del devenir
histórico del planeta; pero asegura que, “una de las herramientas más poderosas
es la pedagogía ambiental, para contrarrestar problemas como la sobrepoblación y
los asentamientos, que acentúan los incendios.
Recalca que, “el país es uno de los mejores documentados en
cuanto a vegetación en el mundo, y el arduo trabajo de descripción y
materialización del mapa está al servicio de los entes gubernamentales desde su
lanzamiento el año pasado”.
El profesor anota que, hay que tener en cuenta que los
incendios hacen parte de cambios y fluctuaciones propias de los ciclos en la
naturaleza, y que hay temporadas específicas del año en donde se sufren con una
mayor intensidad, pero en los casos de la actual crisis (entre diciembre y
marzo, temporada de sequía) la totalidad de los incendios son producto de la
acción humana.
Otros aportes
El mapa tiene la vegetación de cada región y su distribución
a lo largo del territorio, tan solo basta con verlo para saber qué tipo de
frailejón o especies arbóreas son propias de la zona Nadina o del caribe; así
como de los bosques del pacífico o de la Amazonía; según los registros, esta
última es la mejor conservada con algunos puntos preocupantes para la
conservación de bosques como los frentes de deforestación del Putumayo (San
Miguel) y del Caquetá (San Vicente del Caguán o Florencia).
Para el académico, “hay que entender que por lo menos el 70
% de Colombia no tiene vocación agrícola, esto quiere decir que no se tiene la
convicción de lo que representa el recurso de la tierra, y que sus
potencialidades son renovables y recargables”.
“Si se siguieran las instrucciones y la información
académica de primera mano que ya se tiene el problema podría solventarse, pues
sabiendo qué especies deben ser plantadas en un lugar en donde la vegetación se
perdió, la regeneración tendría éxito”, concluye.