Prácticas inadecuadas del personal que manipula los alimentos, preparación que no tiene en cuenta cantidades e ingredientes establecidos, y presentación o combinación de sabores que terminan siendo desagradarles para los estudiantes son algunas de las razones que explican el desperdicio de estos alimentos en comedores escolares. Para reducirlo es necesario ofrecer ingredientes locales, vincular a la comunidad para crear los menús y propiciar charlas con los niños sobre la importancia de no desperdiciar la comida.
Comprar los alimentos, cocinarlos, servirlos, comerlos y
luego botar las “sobras” es una práctica común entre los colombianos. Aunque el
acto parece inofensivo no es un asunto menor, pues según el Departamento
Nacional de Planeación representa un desperdicio de hasta 9,7 millones de
toneladas de alimentos al año, cifra suficiente para alimentar a 8 millones de
personas en ese mismo periodo de tiempo.
En un país donde a octubre de 2023 habían muerto 230 niños
por desnutrición es imperativo pensar en estrategias que disminuyan los
desperdicios de alimentos en toda su cadena productiva. En los colegios esta
situación pasa desapercibida y pocas veces se ha entrado en detalle sobre la
cifra de comida “botada” en el marco del Programa de Alimentación Escolar
(PAE).
Tomando como referencia la IE Agropecuaria Municipal,
ubicada en zona rural de Arauca, y la IE Gustavo Villa, del área urbana del
municipio, Sandra Olano, candidata a magíster en Soberanía y Seguridad
Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede
Orinoquia, encontró que las verduras frías y calientes representan más del
30 % de los desperdicios de alimentos para el colegio rural y hasta el
46 % para el colegio en zona urbana.
A los vegetales les siguen los cereales (arroz o pasta) y
los jugos, estos últimos percibidos por los estudiantes como una bebida
preparada con fruta fermentada o “con mal sabor”, probablemente por su mala
refrigeración.
Además, el magíster encontró que en las dos instituciones
los menús dados a los estudiantes no se preparan con la cantidad de verdura
fría o caliente establecida por la Entidad Territorial Certificada (ETC) para
la alimentación escolar. “Por ejemplo, el peso neto minuta patrón establecido
es de 31.150 gramos y en el comedor escolar hay menús de 12.940 gramos, lo que
nos deja una diferencia de hasta 18.000 gramos menos”.
Si se preparara lo estipulado el desperdicio de alimentos
sería aún mayor, de ahí el doble reto que tiene la introducción adecuada de
frutas y verduras en programas de alimentación escolar.
Razones del desperdicio
También aplicó una encuesta a 317 estudiantes de ambas
instituciones. De ellos, el 63,4 % manifestaron que el sabor de los
alimentos era regular, el 53,6 % afirmaron que la preparación no es
óptima, y el 66 % indicaron que las porciones son pequeñas.
“Reducir los desperdicios de alimentos es vital para mejorar
la seguridad alimentaria y avanzar hacia la sostenibilidad del sistema
alimentario. Al aprovechar al máximo los recursos alimentarios disponibles se
garantiza que los niños reciban una alimentación adecuada y nutritiva, lo cual
contribuye a reducir el hambre y las formas de malnutrición entre la población
escolar”, asegura.
Dentro de la estrategia propuesta se encuentra el diseño de
menús equilibrados y atractivos que estén preparados de la mano de
profesionales gastronómicos, y que incluya una combinación de proteínas,
carbohidratos, frutas, verduras y lácteos.
Además propone aprovechar los ingredientes locales y de
temporadas: “es importante retomar las experiencias ancestrales, cuando se
servían los alimentos de la granja a la mesa, que nos permita aprovechar las
frutas y verduras locales que evita que el alimento durante el transporte tenga
daños o perdidas”.
Es de resaltar que los alimentos no se pueden considerar en
primera instancia como desperdicios y que se deben implementar estrategias de
prevención como: instaurar un registro que genere estadísticas e información de
calidad para la toma de decisiones; ubicar recipientes para la recolección de
desperdicios de alimentos separados por componentes, y así los diferentes
residuos generados serán el insumo de una nueva de cadena de suministro
enfocada, por ejemplo, en consumo animal, suplemento dietario para animales y
compostaje para abono orgánico, entre otros.