martes, 10 de noviembre de 2015

" 2015 ENCUENTRO CON LA NATURALEZA "



Cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas designa un tema como eje de un año internacional, generalmente es una señal tácita de que la gente en todo el mundo tiende a dar por sentado ese tema, aunque no deberían.
El Año Internacional de las Legumbres (IYP 2016) – que será lanzado formalmente el 10 de noviembre en la sede principal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma – no es la excepción. A pesar de las virtudes nutricionales y de otra índole de las legumbres, y su enorme potencial para ayudar a enfrentar los desafíos alimentarios y ambientales más abrumadores de nuestra era, a menudo se pasan por alto esfuerzos vitales para mejorar y promover estas leguminosas de grano alimenticias.


Sin embargo, ese no ha sido el caso en el CIAT y otros centros de CGIAR. A pesar de que los tres principales cereales – arroz, trigo y maíz – continúan teniendo un lugar de honor en la investigación mundial de cultivos que lleva a cabo CGIAR, sus “mandatos” también dan prioridad a las seis legumbres más importantes: fríjol común, garbanzo, caupí, habas, lentejas y guandul. Además, en los últimos 4 años, nuestro compromiso de larga data de mejorar estos cultivos ha sido reforzado por el programa global de investigación de CGIAR enleguminosas de grano.
Para nosotros, el IYP 2016 nos brinda una oportunidad para celebrar los importantes impactos que nuestra investigación ha registrado hasta el momento, y también para convocar a donantes y socios a renovar su apoyo. Este compromiso es fundamental para traducir los extraordinarios logros de años recientes en nuevos ciclos de mejoramiento global de las legumbres, y en la seguridad alimentaria y nutricional de las aproximadamente 300 millones de personas que dependen de estos cultivos.
De modo que nuestros lectores pueden prepararse para múltiples artículos en nuestros blogs, publicaciones, imágenes, tweets y otros productos CIAT durante el próximo año – todos ellos destacando al fríjol común (Phaseolus vulgaris). Cada mes, les traeremos un tipo de fríjol único, un científico experto en el tema, un país productor, una receta de fríjol y datos interesantes.
El fríjol común es el más importante de las seis legumbres mandato de CGIAR, en términos de producción mundial y área sembrada, y la inversión de los donantes en este cultivo ha obtenido retornos especialmente altos. Según un estudio de 2008, el mejoramiento del fríjol tuvo un valor económico estimado de US$200 millones – más de 12 veces su costo.

Los descubrimientos recientes en la investigación en fríjol llevada a cabo por el CIAT responden a una de las mayores fortalezas del cultivo – el valor nutricional superior – y también a una de sus principales debilidades – rendimiento deficiente en condiciones de estrés en comparación con otras legumbres.
Algunas veces referidos como la “carne de los pobres”, los fríjoles brindan una fuente de proteína de bajo costo, carbohidratos complejos y micronutrientes valiosos. No obstante, incluso un alimento casi perfecto también puede tener espacio para mejorar. Para ello, investigadores del CIAT y sus socios nacionales emplearon una técnica de mejoramiento llamada “biofortificación” de cultivos – bajo el liderazgo delPrograma HarvestPlus de CGIAR – para desarrollar variedades de fríjol que procesaran niveles mucho mayores de hierro. Los fríjoles biofortificados, que brindan una solución práctica a las deficiencias generalizadas de este micronutriente clave para mujeres y niños, han sido adoptados por más de medio millón de hogares rurales en la República Democrática del Congo y Ruanda.
Además de sus rasgos nutricionales, el fríjol posee unos antecedentes evolutivos privilegiados, lo cual desafortunadamente ha dado pie a un serio defecto hereditario. El cultivo fue domesticado en un ambiente de bosque de mediana altitud en América tropical, caracterizado por temperaturas moderadas y suelos orgánicos ricos en nutrientes. Por consiguiente, realmente no está hecho para los suelos deficientes de clima cálido y seco de las zonas de América Latina y África oriental, central y sur en donde el fríjol se siembra ampliamente.
Sin embargo, a través de años de mejoramiento genético, los científicos del CIAT han logrado hacer que el fríjol sea mucho más resiliente frente a la sequía, cambiando el hábito ancestral de la planta de demorar la producción de semilla cuando enfrenta una escasez de agua. Dos claves para el éxito fueron la alta diversidad genética de los fríjoles salvaguardados en el banco de germoplasma del CIAT, y la hábil explotación de ciertos rasgos de raíz y brotes que contribuyen a la tolerancia a la sequía.
Actualmente, los mejoradores de fríjol del Centro están tratando de “cruzar” una mayor tolerancia a la sequía con los rasgos del fríjol asociados con un rendimiento superior en suelos de baja fertilidad, otro limitante importante de la producción. La idea es crear una nueva generación de variedades de fríjol altamente robustas en condiciones que sean normales para la producción de pequeña escala.
Hace algunos años, nuestros investigadores descubrieron que muchas líneas resilientes a la sequía ofrecen el valor agregado de tolerancia a temperaturas 4 grados Celsius por encima de la “zona de comodidad” normal del cultivo. La mayoría de estos fríjoles que pueden vencer el calor se obtuvieron de cruces realizados hace casi una década entre fríjol común y fríjol tepario. Este último es una especie “hermana” menos conocida – otro de los activos de alto valor bien guardados en nuestro banco de germoplasma – que fue domesticada en el clima árido del suroccidente de Estados Unidos y el norte de México, y es más tolerante al calor que cualquier otra leguminosa de grano.
En una feliz coincidencia del mejoramiento del fríjol, resulta que algunas de las variedades que vencen el calor además han sido biofortificadas para darles mayor contenido de hierro.
Incluso antes de estos avances recientes, las variedades modernas de fríjol con mayores rendimientos y resistencia a enfermedades ya habían sido adoptadas ampliamente en América Latina y África subsahariana. Tan solo en esta última región – gracias a los esfuerzos a los programas nacionales que forman parte de la Alianza Panafricana de Investigación en Fríjol (PABRA), coordinada por el CIAT – las nuevas variedades han llegado a más de
5 millones de hogares rurales durante la década pasada. No solamente han ayudado a los agricultores a fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional, sino también a mejorar los ingresos familiares mediante la venta de los excedentes de grano.
El trabajo preliminar ya está dispuesto para lograr una poderosa respuesta con base en el fríjol frente a dos desafíos estrechamente entrelazados que muchos países en desarrollo confrontan en la actualidad. Estos son los impactos del cambio climático (incluidas temperaturas más altas y sequías más frecuentes), y un triple desafío nutricional que incluye (1) prevalencia continuada del hambre crónica, (2) el flagelo mayor pero más sutil de desnutrición por falta de micronutrientes y (3), una creciente incidencia de comer en exceso y las enfermedades relacionadas con la alimentación, como la diabetes y el cáncer.
Para movilizar a la ciencia del fríjol contra estos desafíos, se requiere un impulso importante para consolidar la investigación que ha hecho posible los descubrimientos recientes en el mejoramiento del fríjol y además acelerar la diseminación de nuevas variedades mediante esfuerzos más concertados para fortalecer los sistemas de semilla, como se está haciendo en Etiopía, Kenia y Ruanda. Durante el IYP 2016, resaltaremos los avances en esos y otros países.



Los descubrimientos recientes en la investigación en fríjol llevada a cabo por el CIAT responden a una de las mayores fortalezas del cultivo – el valor nutricional superior – y también a una de sus principales debilidades – rendimiento deficiente en condiciones de estrés en comparación con otras legumbres.
Algunas veces referidos como la “carne de los pobres”, los fríjoles brindan una fuente de proteína de bajo costo, carbohidratos complejos y micronutrientes valiosos. No obstante, incluso un alimento casi perfecto también puede tener espacio para mejorar. Para ello, investigadores del CIAT y sus socios nacionales emplearon una técnica de mejoramiento llamada “biofortificación” de cultivos – bajo el liderazgo delPrograma HarvestPlus de CGIAR – para desarrollar variedades de fríjol que procesaran niveles mucho mayores de hierro. Los fríjoles biofortificados, que brindan una solución práctica a las deficiencias generalizadas de este micronutriente clave para mujeres y niños, han sido adoptados por más de medio millón de hogares rurales en la República Democrática del Congo y Ruanda.
Además de sus rasgos nutricionales, el fríjol posee unos antecedentes evolutivos privilegiados, lo cual desafortunadamente ha dado pie a un serio defecto hereditario. El cultivo fue domesticado en un ambiente de bosque de mediana altitud en América tropical, caracterizado por temperaturas moderadas y suelos orgánicos ricos en nutrientes. Por consiguiente, realmente no está hecho para los suelos deficientes de clima cálido y seco de las zonas de América Latina y África oriental, central y sur en donde el fríjol se siembra ampliamente.
Sin embargo, a través de años de mejoramiento genético, los científicos del CIAT han logrado hacer que el fríjol sea mucho más resiliente frente a la sequía, cambiando el hábito ancestral de la planta de demorar la producción de semilla cuando enfrenta una escasez de agua. Dos claves para el éxito fueron la alta diversidad genética de los fríjoles salvaguardados en el banco de germoplasma del CIAT, y la hábil explotación de ciertos rasgos de raíz y brotes que contribuyen a la tolerancia a la sequía.
Actualmente, los mejoradores de fríjol del Centro están tratando de “cruzar” una mayor tolerancia a la sequía con los rasgos del fríjol asociados con un rendimiento superior en suelos de baja fertilidad, otro limitante importante de la producción. La idea es crear una nueva generación de variedades de fríjol altamente robustas en condiciones que sean normales para la producción de pequeña escala.
Hace algunos años, nuestros investigadores descubrieron que muchas líneas resilientes a la sequía ofrecen el valor agregado de tolerancia a temperaturas 4 grados Celsius por encima de la “zona de comodidad” normal del cultivo. La mayoría de estos fríjoles que pueden vencer el calor se obtuvieron de cruces realizados hace casi una década entre fríjol común y fríjol tepario. Este último es una especie “hermana” menos conocida – otro de los activos de alto valor bien guardados en nuestro banco de germoplasma – que fue domesticada en el clima árido del suroccidente de Estados Unidos y el norte de México, y es más tolerante al calor que cualquier otra leguminosa de grano.
En una feliz coincidencia del mejoramiento del fríjol, resulta que algunas de las variedades que vencen el calor además han sido biofortificadas para darles mayor contenido de hierro.
Incluso antes de estos avances recientes, las variedades modernas de fríjol con mayores rendimientos y resistencia a enfermedades ya habían sido adoptadas ampliamente en América Latina y África subsahariana. Tan solo en esta última región – gracias a los esfuerzos a los programas nacionales que forman parte de la Alianza Panafricana de Investigación en Fríjol (PABRA), coordinada por el CIAT – las nuevas variedades han llegado a más de
5 millones de hogares rurales durante la década pasada. No solamente han ayudado a los agricultores a fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional, sino también a mejorar los ingresos familiares mediante la venta de los excedentes de grano.
El trabajo preliminar ya está dispuesto para lograr una poderosa respuesta con base en el fríjol frente a dos desafíos estrechamente entrelazados que muchos países en desarrollo confrontan en la actualidad. Estos son los impactos del cambio climático (incluidas temperaturas más altas y sequías más frecuentes), y un triple desafío nutricional que incluye (1) prevalencia continuada del hambre crónica, (2) el flagelo mayor pero más sutil de desnutrición por falta de micronutrientes y (3), una creciente incidencia de comer en exceso y las enfermedades relacionadas con la alimentación, como la diabetes y el cáncer.
Para movilizar a la ciencia del fríjol contra estos desafíos, se requiere un impulso importante para consolidar la investigación que ha hecho posible los descubrimientos recientes en el mejoramiento del fríjol y además acelerar la diseminación de nuevas variedades mediante esfuerzos más concertados para fortalecer los sistemas de semilla, como se está haciendo en Etiopía, Kenia y Ruanda. Durante el IYP 2016, resaltaremos los avances en esos y otros países.