Mientras que entre 2016 y 2023 las áreas construidas dentro de las zonas urbanas se incrementaron –al pasar del 77,1 al 80,5 %–, los espacios destinados a pastos y árboles se redujeron: del 6,4 al 5,8 % y del 16,6 al 13,8 % respectivamente. Estos datos advierten sobre el riesgo de degradación de los ecosistemas urbanos y de la pérdida de beneficios sociales y ambientales que estos brindan.
La investigación, adelantada por expertos de la Universidad
Nacional de Colombia (UNAL) y de la Universidad de Antioquia, proporciona
evidencia de que mientras las áreas construidas están aumentando su cohesión,
las áreas verdes su fragmentación. Analizar este fenómeno y tenerlo en cuenta
es importante, ya que su ocurrencia ocasiona la pérdida de conectividad entre
ecosistemas afectando negativamente la biodiversidad.
El profesor Javier Mancera Rodríguez, del Departamento de
Ciencias Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede
Medellín, explica que “por esta razón se vuelve más difícil que una especie
pueda desplazarse en el territorio. Lo ideal sería tener áreas más compactas y
de mayor tamaño y no unas más pequeñas y dispersas, que es lo que se observa
entre 2016 y 2023”.
La fragmentación de áreas verdes abre la puerta a otras
implicaciones como el cambio climático asociado con las islas de calor, que en
el contexto local se presentan en el centro de la ciudad ante la cantidad de
construcciones, cuyos materiales absorben y mantienen más el calor. Con la
reducción de áreas verdes se pierden otros beneficios como la regulación
climática y de escorrentía del agua.
También se encontraron diferencias en estos indicadores a lo
largo de la zona urbana, las cuales pueden obedecer a factores socioeconómicos.
Los investigadores indican que “los sectores de mayores
ingresos per cápita presentan más altos porcentajes de áreas verdes y menor
densidad de construcción; al parecer, allí es donde tienen mayor efectividad
las políticas públicas asociadas con la protección de las áreas verdes y hay
mayor atención gubernamental y ciudadana”.
Para desarrollar el estudio se clasificaron pastos, árboles
y áreas construidas, y el procesamiento de datos y análisis se realizó
con softwares especializados y plataformas de sistemas de
información geográfica y de procesamiento de imágenes en línea, usando
inteligencia artificial, como Google Earth Engine.
Pastos, los grandes olvidados
Al respecto, el profesor Jaime Andrés Garizábal Carmona,
estudiante del Doctorado en Ecología de la UNAL Sede Medellín, agrega que “de
hecho los rastrojos son la transición entre pastos y vegetación leñosa, y como
no se regulan ni se les da valor, suelen ser aprovechados para la expansión
urbana sin tener en cuenta que en ellos se alberga mayor diversidad en número
de especies, sobre todo en fauna”.
El profesor Mancera agrega: “por estar más libres, esas
zonas son las que se sacrifican más fácilmente la construir unidades
residenciales, ya que es más fácil despejar el terrero sin importar el valor
biológico que tienen. En las áreas con árboles las constructoras requieren de
permisos”.
Para el investigador Garizábal, “la premisa de que Medellín
es una ciudad verde se ha convertido en una ‘bandera política’ para decir que
se están haciendo bien las cosas, que se están sembrando árboles, pero el
estudio demuestra que son necesarios monitoreos más juiciosos y que debe haber
un acercamiento más integral para detectar los cambios a tiempo y en toda la
ciudad, no solo en algunas zonas verdes”.
“Por eso hay que generar información e indicadores sencillos
como el número de parches verdes, y además hacer una planeación vinculando
procesos sociales y ambientales”.
Recomendaciones
Una de las sugerencias de los investigadores es mejorar los
monitoreos de áreas verdes para disminuir los efectos de la urbanización tanto
en la biodiversidad como en el bienestar humano teniendo en cuenta que así es
posible comprender las dinámicas del paisaje y mejorar la planificación urbana.
Además, replantear las prioridades, “ya que en el
ordenamiento territorial se le ha dado mucha importancia a la parte estética,
entonces, por sembrar árboles bonitos, normalmente se introducen especies
exóticas y no se fijan en que sean propias de estos niveles altitudinales o de
un rango de distribución”, llama la atención la investigadora Rodríguez.
En la investigación también participó Víctor Martínez Arias,
magíster en Bosques y Conservación Ambiental de la UNAL Medellín y estudiante
del Doctorado en Biología de la Universidad de Antioquia.
Un artículo con los resultados de la investigación se
publicaron en Urban Ecosystems, la revista de mayor
impacto internacional en ecología urbana, de la editorial Springer Link.