lunes, 13 de febrero de 2023

Pez loro, amenazado pero crucial para conservar arrecifes de San Andrés

 De los 26.125 peces censados entre 2013 y 2019 en la Isla, el 19 % son herbívoros, y de estos el 79,6 % son peces loro (familia Scaridae), valiosos por su capacidad para producir arena blanca coralina. Estas cifras evidencian que aunque representan la mayoría entre las especies que se alimentan de plantas, su número disminuye en relación a otras especies, por lo que urgen medidas para su protección y conservación.

Los peces loro, fundamentales para la conservación de los arrecifes coralinos del Caribe, están amenazados por prácticas no sustentables como la sobrepesca, la pesca ilegal y la pérdida del hábitat.

Un estudio sobre la estructura y función de estos peces herbívoros en la isla de San Andrés realiza un análisis espacio-temporal de esta especie con datos obtenidos en un lapso de siete años, a fin de aportar argumentos sólidos para que las autoridades ambientales –como la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Coralina)– tomen decisiones para su conservación y protección.

La médica veterinaria Diana Castaño Giraldo, estudiante de la Maestría en Ciencias-Biología - Línea Biología Marina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe, afirma que “el pez loro es importante para los ecosistemas marinos, entre otros factores, por su capacidad para producir arena blanca coralina, aporte vital en el desarrollo sostenible de los sistemas arrecifales.

“Según la especie (en San Andrés hay 13), un solo individuo puede producir hasta 350 libras de arena; así mismo, al fragmentar algunos corales producen su repoblamiento y ayudan a combatir la sobrepoblación de algas del fondo marino, que puede generar el nacimiento de nuevos corales”, explica la investigadora.

Datos del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis (Invemar) corroboran que 5 de las especies están en el Libro rojo de peces marinos de Colombia, pues su número se ha visto drásticamente afectado por su sobreexplotación.

El trabajo de la médica veterinaria muestra que de 26.125 individuos, el 19 % son herbívoros, y de estos el 79,6 % son peces loro, lo cual evidencia que aunque representan la mayoría entre las especies que se alimentan de plantas, su número disminuye en relación con otras especies.

“El análisis espacio-temporal nos da una idea clara sobre el estado de la población de estos peces en la Isla; con casi 10 años de muestreo tenemos datos robustos que nos permiten hacer este análisis, que será muy útil para los decisores, las entidades ambientales del Archipiélago, para propender por su protección”, agrega.

Tipo de muestreo y objetivo

Para obtener los datos, la investigadora ha realizado censos visuales por medio de buceo autónomo y un conteo de todas las especies vistas, cuántos hay de cada una, y la talla de cada individuo.

Estudios como este permiten evaluar en el tiempo cómo viene cambiando la comunidad de peces loro, si ha aumentado, bajado o se ha mantenido; esto es muy útil ya que ellos son indicadores de resiliencia en los arrecifes de coral, pues se ha comprobado que su presencia los hace más saludables.

Trabajo social requerido

Así mismo, la estudiante precisa que “su valor cultural también ha sido un factor clave en la disminución de la especie, pues en el Caribe el consumo del pez loro es tradicional y ancestral, y la única manera en que podemos apoyarnos para crear conciencia es la educación ambiental. Es muy importante empezar en edades tempranas, como en los colegios. Hacemos énfasis en esto, y desde la UNAL trabajamos por que eso sea una realidad”.

Con una reducción estimada de más del 40 % en los últimos años, el pez loro se ve seriamente amenazado; sin embargo, la investigadora recalca que aún representan un gran porcentaje de la comunidad íctica de San Andrés.

“Queremos brindar herramientas y datos claros y confiables sobre el estado de salud y población de la especie, con el objetivo de aportar a estrategias de manejo y conservación dentro de la Reserva de la Biosfera Seaflower”, concluye.