La migración de las comunidades rurales a las ciudades, la poca documentación disponible y la falta de estudios a gran escala pondría en riesgo el conocimiento sobre el uso potencial de estas especies en la Región Andina.
“En el norte de Suramérica no existe suficiente
documentación sobre el uso de plantas medicinales; a gran escala no hay
estudios que muestren patrones, y localmente los proyectos suelen ser
fragmentados y en periodos cortos de tiempo”.
Así lo advierte la bióloga Diana Abaúnza, investigadora de
la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), después
de realizar un estudio en el que se analizaron 45 documentos de 1961 a 2019,
con registros de 18 departamentos, aunque el 53 % de la información se
concentró en Cundinamarca, incluida Bogotá y Boyacá.
La bióloga recuerda que en los Andes colombianos, donde vive
el 90 % de la población nacional y el 30 % de la población étnica, se
tiene una alta riqueza asociada con su cultura indígena, ya que desde la época
de la conquista se conocen escritos sobre remedios naturales.
En los documentos se encontraron 1.010 especies, 574 géneros
y 144 familias de plantas consideradas como medicinales en los Andes. Dentro de
los géneros más representativos están Solanum, que contiene
especies como la papa, el tomate y la berenjena; Salvia, cuyas
especies suelen tener usos ornamentales, medicinales y gastronómicos; Piper,
en el cual se destaca la pimienta, y Betel, usado ampliamente en el
sudeste asiático.
También figuran el género Senna, con plantas
como el arbusto candela, y el quebracho, en los que se ha demostrado su acción
laxante y, por último, el género Oxalis, comúnmente llamados oca o
vinagrega, que se reconocen por tener tres hojas –como los tréboles– aunque su
ingesta en gran cantidad puede tener efectos nocivos.
El 75 % de estas plantas registradas se encuentran en
Boyacá. Los datos indican que el 4,1 % de la flora del país se usa como
planta medicinal en los Andes colombianos”, subraya la investigadora.
Riqueza mayor
Agrega que el panorama es prometedor y a pesar de que no
toda la información recopilada es significativa, la flora medicinal puede ser
mucho mayor.
En ese sentido, señala que la migración de las comunidades
rurales hacia las ciudades podría generar cambios en el uso de las plantas
medicinales y con esto se perdería la posibilidad de estudios más profundos.
Sin embargo, algo positivo que se determinó es que en la
última década ha habido un mayor interés de los investigadores en ese campo.
Principales usos
La revisión encontró que las plantas se usaban para 471
afecciones como inflamación, fiebre, tos diarrea, dolor abdominal, gripe,
retención urinaria, fatiga, dolor de cabeza, artritis, heridas abiertas,
analgésico, hipertensión, enfermedades infeccionas y parasitarias, y se
administraban las hojas de forma tópica u oral, en decocción e infusión.
“Existen diferencias significativas en el uso entre
campesinos, indígena y población urbana, estos últimos usan plantas medicinales
para enfermedades infecciosas y parasitarias, mientras que los indígenas lo
hacen para casos de traumatismo y envenenamiento”, afirma la bióloga Abaúnza.
Dentro de las 65 especies más representativas en el estudio,
más de la mitad fueron introducidas a la región, todas usadas por los
campesinos, 61 usadas en la comunidad urbana, 46 por los indígenas, y en todos
los casos,para afecciones respiratorias y digestivas.
Actualmente las plantas introducidas son más asequibles a la
población en general, además muchos estudios farmacológicos en el país y en sus
regiones de origen han validado y trasmitido culturalmente su efectividad para
ciertas afecciones.
Por último, la bióloga Abaúnza indica que si bien existen
baches de información en muchos lugares del país, el llamado es a explorar no
solo la región cundiboyacense sino la Región Andina en general, ya que a través
del conocimiento del territorio y herramientas de oralidad se conservará la
tradición en las comunidades y las potencialidades de estos recursos para la
población en general.