Factores como los potreros destinados a la ganadería extensiva, la minería a cielo abierto –cuyos residuos como el mercurio contaminan ríos y quebradas– y la cacería para el consumo humano han generado que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) considere al mono araña del Magdalena (Ateles hybridus) como una especie en “peligro crítico de extinción”.
Según el Instituto Humboldt, Colombia cuenta con cerca de 38
especies de primates, 10 de las cuales son autóctonas, lo que ubica al país
como el tercero con mayor diversidad de estos animales en Latinoamérica,
después de Brasil y Perú.
Considerando que las dinámicas poblacionales y de las
comunidades se ven afectadas por los disturbios en los paisajes locales, la
supervivencia de estas especies es un reto. Por eso el veterinario Néstor
Roncancio Duque, estudiante del Doctorado en Ciencias Agrarias en la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, ha centrado su atención
en el estudio de estos primates.
El objetivo de su investigación fue medir el efecto de
reducir y fragmentar el hábitat del capuchino de frente blanca (Cebus
versicolor), del tití gris (Saguinus leucopus), del mono aullador
rojo (Alouatta seniculus) y del mono araña del Magdalena (A.
hybridus).
“Los estudios satelitales muestran que las dinámicas
poblacionales y de las comunidades se afectan por los disturbios en los
paisajes locales y las respuestas de cada especie a esos cambios podrían
afectar de manera diferencial su supervivencia. De hecho, la cobertura vegetal
natural en el valle del río Magdalena se ha reducido casi en un 70 % y
está muy fragmentada”, afirma.
Bosques maduros indican óptimas poblaciones
Para evaluar el efecto de la fragmentación de los bosques se
tuvieron en cuenta variables como la relación de la altitud, las métricas de
paisaje (tipo de área o de cobertura) y la clase, estructura y diversidad de
plantas con la densidad poblacional de los cuatro primates en 20 localidades de
la cuenca del Magdalena, entre ellas Fresno, Mariquita y Guamo.
También se estimó la relación entre la densidad del mono
araña de Magdalena, asumiéndolo como mejor competidor, con la de los otros
primates.
El “índice medio de forma” fue la variable más relacionada
con la densidad, y afectó de manera positiva al capuchino de frente blanca, al
mono araña y al tití gris, y de manera negativa al mono aullador rojo.
El “índice ponderado de coberturas”, que hace referencia a
los años, fue la segunda variable: cuanto más madura fue la cobertura vegetal,
más aumentó la densidad poblacional los cuatro primates.
Al borde de la extinción
Las poblaciones de los monos araña están reducidas y
aisladas. “Para su supervivencia esta especie demanda áreas grandes y en muy
buen estado de conservación; sin embargo, ahora son como muertos vivientes, es
decir que no tienen posibilidades de interactuar con otras poblaciones”, señala
el investigador.
Los atributos ecológicos –como escala de movimiento,
historia de vida, longevidad y lo que constituye su hábitat– determinan el
nicho y la capacidad de sobrevivir de estos animales en un paisaje modificado.
Por lo tanto, algunas especies pueden volverse más abundantes o expandir su
rango, mientras que otras pueden disminuir e incluso extinguirse localmente.
Así, el aislamiento se convierte en su peor amenaza, pues se
vuelven más susceptibles a sufrir enfermedades como la fiebre amarilla o una
parasitosis; como se trata de poblaciones pequeñas, no habría suficientes
individuos que ofrezcan resistencia, por lo que un brote podría llevar su
desaparición.
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Urgen zonas protegidas
Según el investigador, “aunque existen áreas protegidas que
pueden tener un impacto significativo en términos de ganancia neta de
biodiversidad, la mayoría de ellas pertenecen a distritos de manejo integrado
donde es muy difícil respetarlas. Además las corporaciones encargadas de su
seguimiento y control tienen capacidades muy limitadas”.
Al respecto destaca que “observar mejoras en el hábitat del
mono araña podría tardar hasta tres décadas, lo que implica procesos de
restauración muy ambiciosos; sin embargo, pese a que hay iniciativas puntuales,
estas no compensan lo que se está perdiendo”.
Para el investigador, además de las políticas
gubernamentales, el papel de la sociedad es muy relevante: “es importante que
las comunidades rurales entiendan los beneficios de establecer cercas vivas,
respetar las rondas hídricas y darles un buen manejo a los residuos sólidos,
entre otras herramientas del paisaje”.
“También es necesario aplicarlas para estimular la
conectividad de los bosques. El mono araña es una especie única en el país, de
modo que si desaparece se extingue algo muy valioso para nuestra biodiversidad
y sus efectos son enormes para los ecosistemas”, sentencia.
Como dice un refrán, “no se aprecia lo que no se conoce”,
por eso, para que las personas que vivimos en las ciudades entendamos la
importancia de los primates debemos aproximarnos más a ellos, y una forma es a
través de la exposición “Salvando primates”, una experiencia inmersiva que trae
el Planetario de Bogotá en colaboración con la National Geographic Society y
que permanecerá abierta hasta el 16 de julio. En ella, los asistentes tienen la
oportunidad de aprender más sobre el mono araña y otros primates, así de cómo su forma de vida.