El proyecto, en el que participan diseñadores industriales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, permite que las comunidades rurales de Buenaventura puedan generar su propia energía, transformar los residuos plásticos en productos nuevos, activar su economía y minimizar el impacto ambiental en los recursos hídricos.
La historia de Mayorquín, vereda del sur de
Buenaventura (Valle del Cauca), a la que se llega solo en lancha, está
hecha de olvido y ausencia del Estado. Sus cerca de 1.200 habitantes no tienen
acueducto, energía ni recolección de basuras; entonces, ¿qué toman? se
abastecen de aguas lluvia; ¿con qué iluminan sus hogares en las noches?
utilizan velas, pues las plantas generadoras de energía solo funcionan cuando
el gobierno local les suministra el combustible que las echa a andar; ¿y qué
hacen con la basura? la entierran, la queman o la dejan a la orilla del mar
para que este las arrastre con su oleaje.
Tales particularidades han hecho que la comunidad mayorquina
se adapte al entorno y esté en constante búsqueda de alternativas para mejorar
su calidad de vida; por ejemplo, se las ingeniaron para instalar paneles
solares que, entre otras cosas, proveen la energía de los congeladores
comunitarios en los que almacenan el pescado, base de su alimentación. Pero
también han sido la clave para la construcción del primer centro de reciclaje y
transformación de plástico que funciona en Colombia con la energía del Sol,
iniciativa liderada por el proyecto Plástico Infinito en la que participan
egresados de la UNAL Sede Palmira.
Gran parte del plástico que se recoge en la zona viene de afuera, con las
corrientes del océano Pacífico y del río Mayorquín que lo arrastran hasta la
orilla y alrededores del pueblo. También está el que se genera en la misma
comunidad con los productos que llegan para el consumo, y por último se
encuentra el plástico de las redes de pesca; “este sí es un poco más difícil de
procesar porque se enreda demasiado y a la vez está lleno de residuos”, explica
el diseñador industrial Henry Sneyder Neira.
El proceso de reciclaje empieza con la recolección, clasificación y limpieza
del material. Después pasa por cinco máquinas: cuatro de diseño propio y una
externa. La primera etapa es de transformación mecánica, que se hace mediante
la trituradora, que convierte el reciclaje en hojuelas de plástico (trozos de
menos de 1 cm2) y puede procesar cerca de 20 kg de material en
una hora.
Luego, esta materia se transforma por calor con una
inyectora manual que funciona con resistencias que calientan el plástico; cada
15 minutos se puede preparar una inyección. Su capacidad es de unos 400 g
cada diez minutos y se utiliza para hacer productos pequeños y con más detalle.
Sigue la extrusora, que es una inyectora pero con un proceso
continuo. Siempre está sacando un filamento de plástico que se puede tejer en
caliente o en frío, hacer tiras, o incluso sacar madera plástica en pequeños
formatos, máximo de una pulgada, con lo que se pueden hacer sillas y marcos de
ventanas, entre otros objetos básicos para la construcción.
En la compresora –una especie de horno– se pone el plástico frío dentro de un
molde, se calienta y se comprime para compactar; después se deja enfriar para
extraer el material que ha adoptado la forma del molde. Es una de las máquinas
más usadas.
La quinta, que no es propia, es la compactadora, que reduce el material en un
20 %, lo que facilita su manipulación y transporte. Se utiliza para
procesar el material que no se introduce en las otras, como las botellas tipo
PET –en las que se envasan las bebidas gaseosas, por ejemplo–. También se
recogen latas y cartón.
Los cerca de 1.200 habitantes de Mayorquín no tienen
acueducto, energía ni recolección de basuras. A esta vereda se llega solo por
lancha.
Oportunidad económica para la comunidad
“Todo lo que baja del río, incluso lo que sale de Buenaventura, ese residuo
para nosotros hoy ya no es basura, podemos decir que todo sirve”, dice Juana
Rentería, artesana de la región y “piangüera” o recolectora de piangüa, un tipo
de molusco que se produce en el Pacífico.
Hasta el momento se han fabricado llaveros, recipientes, tablas de skate pequeñas, tablas de dibujo, contenedores y medallas, entre otros objetos utilizados por las mismas comunidades; y también han realizado conferencias, capacitaciones, jornadas de recolección de residuos y limpiezaPara Robert Vivas, diseñador industrial de la UNAL Sede Palmira, e Iván Felipe Correa, ingeniero electricista de la Universidad Autónoma de Occidente, el objetivo principal de esta iniciativa es que en Mayorquín se deje de quemar o enterrar el plástico.
El diseñador Neira señala además que una de las apuestas para este centro es que se puedan elaborar materiales de construcción para sus viviendas palafíticas. “De pronto en este momento las máquinas no son tan poderosas como para hacer una casa, pero sí para hacer los puentes pequeños que ellos hacen sobre el suelo”, manifiesta.
En este sentido, el ingeniero Correa asegura que el
plástico puede solucionar muchos problemas y “es un producto bueno, pero si
está dispuesto en el lugar que debe ser”.
En julio pasado Plástico Infinito fue reconocido por el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) de la Alcaldía de Cali como el “Emprendimiento más verde”, y sus integrantes fueron seleccionados como beneficiarios del programa “Acelera Región” de iNNpulsa Colombia.
El proyecto de Mayorquín tomó alrededor de siete meses y se realizó de la mano de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, que trabaja con la comunidad de la cuenca. Para Plástico Infinito representa hasta ahora el centro de reciclaje más grande y completo que se ha instalado, además de ser el único que se ha hecho en una comunidad totalmente aislada y con una fuente de energía inagotable: el Sol del municipios.
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