Así lo afirmó el paleo-oceanógrafo británico David Thornalley, profesor de geografía en la University College de Londres –conocido por su trabajo sobre los cambios en la circulación del Atlántico Norte durante el periodo Cuaternario–, en el Seminario Ciencias del Mar 2023, desarrollado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede de La Paz.
Según el experto, “aunque existe una alta probabilidad de
que las especies migren hacia latitudes más al norte, la interacción entre este
fenómeno y la circulación oceánica modificará esta distribución en diferentes
regiones”.
“En algunos casos esta reubicación podría desencadenar
conflictos pesqueros, especialmente cuando el calentamiento se acelere
abruptamente. […] En el mundo de los ecosistemas marinos y la circulación
oceánica juegan un papel esencial en la distribución de recursos cruciales”.
Según la Primera Evaluación Integrada del Medio Marino a
escala mundial de Naciones Unidas, los océanos y la vida que contienen son
fundamentales para el funcionamiento saludable del planeta, ya que suministran
la mitad del oxígeno que respiran los seres humanos y cada año absorben un
26 % de las emisiones de dióxido de carbono emitidas a la atmósfera.
“Cada vez hay más evidencias que demuestran el papel
esencial que desempeña la biodiversidad marina para la salud del planeta y el
bienestar social. La pesca y la acuicultura son una fuente de ingresos para
cientos de millones de personas, en especial familias de bajos ingresos; además
contribuyen directa e indirectamente en su seguridad alimentaria”, manifestó el
experto.
Los ecosistemas marinos proporcionan innumerables servicios
a las comunidades costeras; por ejemplo los manglares son una importante fuente
de alimento para más de 210 millones de personas, y otros también ofrecen
medios de subsistencia, agua limpia, productos forestales y protección contra
la erosión y los fenómenos meteorológicos extremos.
“Cambios como que un 57 % de la superficie oceánica
registre temperaturas que en 1870 se consideraban como extraordinarias y que
entonces afectaban como mucho al 2 % de los mares, hoy se ha hecho
habituales”, dijo.
La capacidad de prever estas transformaciones es un desafío
para la humanidad. En este sentido, el científico Thornalley dijo: “a pesar de
los avances en modelos climáticos, todavía existe una brecha significativa en
la comprensión de la variabilidad en el noreste del Atlántico. Este vacío
resalta la necesidad imperante de mantener una vigilancia constante y mejorar
la comprensión de los aspectos biológicos relacionados para evaluar con
precisión los cambios oceanográficos y sus consecuencias ecológicas”.
Uno de los impactos más notables es la reubicación de
especies marinas, incluida la pesca comercial, debido al calentamiento de los
océanos.
El experto manifestó además que “el mecanismo clave detrás
de esta dinámica es la ‘Invertida Meridional Atlántica’, una ‘cinta
transportadora’ que lleva calor y agua salada al Atlántico Norte, donde se
enfría y se sumerge hacia las profundidades”.
“Una vez allí, el flujo de agua se dirige nuevamente hacia
el sur y circula por los océanos globales. Sin embargo, modelos climáticos
indican que este sistema podría ralentizarse debido al calentamiento global y
los cambios en los ciclos del agua”.
El equipo de investigación dirigido por el profesor
Thornalley está abordando este desafío. La investigación ha identificado un patrón
distintivo sobre cómo impactan en el océano los cambios en la Invertida
Meridional Atlántica, en particular cuando interactúa con otros factores, con
el compromiso de generar registros más detallados y precisos para tener una
comprensión más sólida de estos procesos.
“La interacción compleja entre la circulación oceánica y el
calentamiento global está transformando los ecosistemas marinos y generará
tensiones geopolíticas significativas, pues los recursos pesqueros son
esenciales para las economías”.
En ese sentido, una combinación de observaciones continuas y
un profundo conocimiento biológico son esenciales para anticipar y gestionar
adecuadamente los cambios en los océanos y sus consecuencias en la
biodiversidad y la política internacional”, concluyó el científico británico.