viernes, 9 de abril de 2021

La Alianza de Bioversity International y el CIAT se une a red colombiana para monitorear la evolución del virus que causa la enfermedad COVID-19

 La tecnología esencial utilizada para monitorear la evolución de virus en plantas es la misma que ayuda a monitorear el virus humano. El laboratorio de virología y protección de cultivos de la Alianza en Palmira, Valle, es pionero en el uso de tecnologías de secuenciación portátiles para la “vigilancia genómica”. Palmira, abril 6 de 2021.


En 2016, los cultivos de yuca en el sudeste asiático comenzaron a decaer debido a un agente desconocido. Los agricultores que esperaban cosechar las habituales raíces grandes de esta planta, consiguieron extraer tan solo trozos de este cultivo básico. Los investigadores determinaron que un virus causante de la enfermedad del mosaico de la yuca (CMD) en el sur de la India, había emergido en el sudeste de Asia, había enfermado a las plantas y se había propagado en los campos locales y a través de las fronteras nacionales.

 Esto ocasionó millones de dólares en pérdidas en tanto que autoridades y expertos se reunieron para mitigar la propagación y hallar una cura. Si bien la escala de pérdidas humanas y las repercusiones económicas de la pandemia por COVID-19 son mucho mayores que los daños causados por CMD, los virus de las plantas pueden ser devastadores para los agricultores de bajos recursos debido a lo duradero de su impacto negativo en sus medios de vida y economías. Sin embargo, la virología subyacente es la misma. Cuando emerge un virus, los científicos se apresuran a monitorear su propagación y genética, de forma que las nuevas variantes puedan ser identificadas con prontitud y sea posible implementar respuestas rápidas.

 Para que esto suceda con eficiencia, se deben implementar nuevas tecnologías, hacerlas ampliamente disponibles, y lo más importante, se requiere la disponibilidad de personal calificado.

Cuando CMD apareció en el sudeste asiático, la Alianza de Bioversity International y el CIAT invirtió en la tecnología y conocimiento necesarios para monitorear la enfermedad y la genética del virus causante, procedimiento que los científicos denominan “vigilancia genómica”. El laboratorio de virología de la Alianza en Colombia es pionero en el uso de tecnologías de secuenciación portátiles (Oxford Nanopore Technologies), para este propósito. 

Esas mismas capacidades están ahora contribuyendo a monitorear la variación genética del SARS-CoV-2, virus que causa el COVID-19, en colaboración con autoridades nacionales de salud y otros 17 laboratorios en Colombia. “Cuando se realiza el diagnóstico de un virus, ya sea en humanos, plantas o animales, los retos y la tecnología necesarios son los mismos,” comentó Wilmer Cuéllar, quien lidera el Grupo de Virología y Protección de Cultivos en la sede regional de las Américas de la Alianza, ubicada en Palmira, Colombia. 

“La información contenida en la secuencia genética de los virus es un recurso invaluable para mejorar el  diagnóstico de enfermedades, la evaluación de nuevos tratamientos y la implementación oportuna de las labores de control a medida que aparecen nuevas variantes genéticas del virus”. Dentro del acuerdo de colaboración, el Instituto Nacional de Salud de Colombia (INS) envía muestras de virus SARS-CoV-2 al laboratorio de la Alianza para su secuenciación.

 Los resultados son transmitidos después al INS por los laboratorios pertenecientes a la red. El INS es el único  responsable de publicar la detección de nuevas variantes genéticas del virus u otra información relevante detectada por el laboratorio de Palmira y los otros laboratorios nacionales de la red. Esta labor es financiada por el INS. 

No es la primera vez que la Alianza colabora con la estrategia de Colombia para responder a la pandemia. En agosto pasado, Cuéllar y sus colegas secuenciaron el primer caso aislado de SARS-CoV-2 de Cali utilizando esta tecnología.

 En el pasado mes de febrero, la Alianza acordó prestar ultracongeladores a las autoridades de salud pública para asistir en la distribución de vacunas contra el coronavirus, las cuales requieren temperaturas extremadamente frías para su transporte y almacenamiento. 

Entrenamiento de nuevos expertos en secuenciación de virus Parte del rol de la Alianza es asistir en el entrenamiento de expertos en técnicas de secuenciación para el estudio de virus.

 Hasta la fecha, el equipo de Cuéllar ha colaborado en talleres de tecnologías de secuenciación portátiles con investigadores de la Universidad del Valle, la sede Palmira de la Universidad Nacional y la Universidad ICESI, universidades que sirven principalmente al suroccidente de Colombia. “La colaboración ha sido una oportunidad para que la Alianza ayude a fortalecer las capacidades en virología para el diagnóstico molecular y la respuesta rápida en el país,” añadió Cuéllar. “Este desarrollo de capacidades tendrá impactos positivos hasta mucho después de que la pandemia desaparezca”.

 

jueves, 8 de abril de 2021

Retos para la agricultura familiar en el contexto del covid -19:

¿Sigue afectando la pandemia del COVID-19 a nuestros campesinos?

Ya ha pasado un año desde que se reportó el primer caso de Covid-19 en América Latina y el Caribe (ALC). Desde entonces, la región ha sido una de las más gravemente afectadas del mundo, con más de 70 millones de casos reportados y más de 1,5 millones de decesos.

Además de la preocupante situación de contagios y decesos, la pandemia ha generado una crisis de hambre. La mayoría de los países de América Latina y el Caribe han percibido retrocesos importantes en temas de seguridad alimentaria debido a una caída en los ingresos y remesas, así como al incremento en los precios de los alimentos.


En junio de 2020, presentamos los resultados de un estudio que, a través de entrevistas telefónicas a una muestra de 105 pequeños y medianos productores agropecuarios de la región, analizó los efectos inmediatos de la crisis del Covid-19 para la agricultura familiar. Este estudio reveló que las principales consecuencias de la pandemia en el corto plazo incluyeron una disminución de las ventas, principalmente debido a dificultades en el transporte de la producción, y una caída en la demanda. Además, se encontraron obstáculos en la obtención de insumos y mano de obra, y restricciones de liquidez causadas por la caída de los precios y la demanda. En suma, este estudio mostraba efectos preocupantes, que podían afectar la continuidad de la producción agrícola y, como consecuencia, empujar a la pobreza a los productores más vulnerables.

Si bien este primer estudio nos permitió entender los efectos inmediatos de la pandemia, la crisis de salud pública y económica en la región continuó por varios meses más. Por tanto, resultaba importante saber si los graves efectos observados durante los primeros tres meses de la pandemia continuaban, y así entender si la situación había mejorado.

A fin de arrojar luz sobre estas preguntas, se realizó el estudio: Retos para la agricultura familiar en el contexto del COVID-19: Seguimiento tras 6 meses de crisis. Entre agosto y noviembre de 2020, dimos seguimiento a la misma muestra de productores de Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y República Dominicana (aproximadamente 15 productores de cada país), para explorar los efectos de la pandemia 6 meses después. Este estudio, por tanto, corresponde a la Fase 2 del estudio anterior.

En general, los resultados del segundo estudio muestran que los problemas encontrados en la Fase 1 persisten y que, en su mayoría, se han acentuado. Específicamente, en la Fase 2, los productores indicaron haber tenido mayores problemas en obtener insumos y conseguir mano de obra, y una mayor proporción de productores manifestó haber enfrentado mayores precios en los insumos. Como consecuencia, los problemas de liquidez observados en la Fase 1 desmejoraron. De hecho, mientras que un 69.5% indicó haber tenido que utilizar ahorros, vender activos o solicitar un préstamo para afrontar la crisis durante la Fase 1, en la Fase 2 esta proporción aumentó a un 82%. Adicionalmente, un 84% de los productores mencionó que sus ingresos se vieron afectados durante la Fase 2.

Esta reducción importante de la liquidez y los ingresos podría afectar la continuidad de la producción y de esta manera agravar la situación de inseguridad alimentaria en el mediano y  largo plazo. De hecho, los resultados de la Fase 2 indican que un 39% de productores encuestados consideró que los ingresos del hogar no son suficientes para la compra de alimentos en el hogar, y el 64.9% de los hogares se encontró en algún estado de inseguridad alimentaria (i.e. leve, moderada o severa). Dado que sabemos que la crisis afecta la producción y los ingresos de estos agricultores, la prolongación de esta misma crisis podría agravar la situación de inseguridad alimentaria aún más.

Fuente: Retos para la agricultura familiar en el contexto del CVID-19: Seguimiento tras 6 meses de crisis

En resumen, nuestros resultados apuntan a que, después de 6 meses de crisis, la pandemia ha afectado de forma crítica la producción agrícola de los pequeños agricultores, convirtiéndose en un ciclo vicioso de baja producción, bajos ingresos y alta inseguridad alimentaria. Los pequeños productores agrícolas se encuentran hoy en una posición más difícil que al comienzo de la pandemia y, dadas las tendencias observadas entre las dos fases de la encuesta, es probable que los múltiples retos identificados sigan afectando la dinámica del sector y la seguridad alimentaria de esta población en el largo plazo.

Para impedir que esto suceda, es necesario realizar mayores esfuerzos con políticas públicas encaminadas a reducir los problemas de liquidez y mejorar la seguridad alimentaria de los campesinos. En el futuro, durante una eventual fase de recuperación de la crisis, jugarán un papel importante aquellas políticas que provean apoyo a los grupos más vulnerables y que aseguren una producción constante de alimentos para los mercados locales, evitando así un posible quiebre de la producción agrícola y ayudándolos a superar la inseguridad alimentaria.



domingo, 4 de abril de 2021

Cascarilla de cacao, novedoso ingrediente para brownies más saludables

Con una herramienta de medición sensorial propia, estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) trabajaron en la elaboración de un ponqué tipo brownie con harina de cascarilla de cacao, la cual aportó fibra, entre otras cualidades.


Laura Melissa Ramírez Gómez y Jorge Eduardo Villamizar Villamizar, ingenieros químicos con maestría en Ciencia y Tecnología de Alimentos de la UNAL Sede Bogotá, trabajaron dos proyectos individuales pero con el mismo propósito: producir un ponqué más saludable y nutritivo que los convencionales.

De la cadena de producción de cacao se generan tres subproductos: el mucílago, la cáscara y la cascarilla. Esta última llamó la atención de los integrantes del Grupo de Investigación en Química de Alimentos de la UNAL Sede Bogotá, quienes ya tenían un indicio de que este residuo posee un alto porcentaje de fibra dietaria.


En Colombia se aprovecha solo el 20 % del fruto del cacao y se estima que se generan 43.940 toneladas anuales de residuos agroindustriales de este cultivo. En el caso particular de la cascarilla de cacao, cada año se desechan en el mundo cerca de 700.000 toneladas anuales.

La ingeniera Ramírez señala que “este tipo de desechos suelen disponerse en suelos generando muchas consecuencias contra el ambiente, por lo que quisimos ver cómo podíamos emplear la cascarilla de cacao en algo diferente a su uso como alimento para animales, que es uno de los principales”.


Apuntándole al mercado saludable

Como la cascarilla de cacao tiene un al alto contenido de fibra dietaria, el grupo quiso aprovechar para elaborar un producto que dirigiera a las tendencias saludables del mercado actual. Se eligió un ponqué tipo brownie debido al color café del grano de cacao.

El primer paso fue comprobar la composición de la fibra dietaria, carbohidratos, grasas y demás nutrientes de la cascarilla de cacao. Después se evaluó cuánto cadmio tenía, ya que en Colombia el cacao se cultiva en suelos volcánicos. Se determinó que sí se podía utilizar como ingrediente, pues los valores se ajustaron a la norma.

Otro proceso consistió en evaluar su viabilidad para el consumo humano teniendo en cuenta la calidad microbiológica antes y después de un proceso de tostado a diferentes temperaturas. El resultado fue positivo.

Después se molió la cascarilla hasta convertirla en harina y se realizaron varias formulaciones para ver cuáles tenían potencial para agradar más a los posibles consumidores.

El responsable de optimizar este proceso fue el ingeniero Villamizar, quien elaboró una herramienta para medir la textura y firmeza de los ponqués. Para esto tomó diferentes productos comerciales de tres marcas reconocidas en el sector de alimentos, a los cuales les realizó un protocolo estandarizado de medición instrumental de textura y firmeza con un texturómetro.

Por último, se hizo una prueba con consumidores en la que se les presentó cada uno de los productos para que los calificaran. Al cruzar esta percepción con las pruebas instrumentales se determinó el nivel de firmeza que más agrada a los consumidores y que podría generar más aceptación.

Este indicador, que queda como insumo para futuros proyectos que busquen diseñar ponqués con inclusión de fibra, ayudó a determinar el porcentaje de cascarilla de cacao que debe incluir el producto.

Menos harina de trigo

Se comprobó que la cascarilla de cacao puede ser un ingrediente eficaz de una parte de la harina de trigo para brownies de chocolate. Así, en vez de usar un 100 % de harina de trigo se utilizó un 60 %, adicionando un 40 % de harina de cascarilla de cacao.

El brownie que se obtuvo tiene buena cantidad de fibra dietaria y menor cantidad de calorías; además, más del 60 % de quienes lo probaron manifestaron que les gustó su sabor, color, olor y textura, y que sí lo comprarían si se ofreciera comercialmente.

La ingeniera Ramírez señala que “para llevar este producto al mercado lo único que haría falta es el interés de la industria. Nosotros hemos comprobado que la cascarilla tiene buenas propiedades”.

Las dos investigaciones involucradas en este proyecto fueron dirigidas por la profesora Liliam Alexandra Palomeque Forero, de la UNAL Sede Bogotá.