Estas dos fuentes hídricas del Caribe colombiano, la Ciénaga Grande de Santa Marta, considerada como la laguna costera más grande del país, y la Bahía de Cispatá (Córdoba), cuyas 8.600 hectáreas de manglares sirven como refugio de peces, moluscos y el caimán aguja, en peligro de extinción, tienen altas concentraciones de mercurio, plomo, estaño y cobre, lo que representa un peligro inminente para la flora y la fauna que estos ecosistemas preservan.
Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)
Sede Caribe y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, financiado por el Ministerio
de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), evalúa desde 2021 el impacto
de los niveles de contaminación por metales.
Según el doctor en Biología Marina Néstor Hernando Campos,
profesor de la UNAL Sede Caribe, “la importancia de realizar estas evaluaciones
radica en el grado de influencia que tienen los ríos Magdalena –en la Ciénaga
Grande de Santa Marta– y Sinú, en la Bahía de Cispatá. Estos cuerpos de agua
son relevantes para el país, pero que están en alto riesgo, así como las
comunidades que viven en esos sectores, por las descargas de contaminantes”.
Por ejemplo, en 2014 se evidenció que en Cispatá el mercurio
producto de la explotación aurífera en la zona estaba causando malformaciones en los cangrejos, y desde hace poco más de
dos décadas se viene advirtiendo sobre el grave deterioro de la Ciénaga Grande, provocado entre otras
razones por la hipersalinización de los suelos, la muerte progresiva del
manglar, el incremento de la erosión costera, la disminución de la profundidad
de cuerpos de agua y el enriquecimiento de estos con materia orgánica,
nutrientes y contaminantes de la zona bananera.
Para la investigación se programaron cuatro muestreos: dos
en época de lluvia y dos en tiempo seco, ya que en este tipo de ecosistemas
costeros las fuentes de entrada de contaminantes son los ríos. Así se tiene una
mirada más clara del efecto de las descargas de los ríos, según el clima y sus
consecuencias.
Se tomaron muestras de sedimentos y de materiales
suspendidos en el agua, divididos entre material inorgánico y orgánico, como
las ostras. El material obtenido se secó a una temperatura de máxima de
60 °C y se envió a la Universidad de Córdoba, donde se contrató un
servicio para la medición de los contenidos de metales.
El experto explica que “una cantidad aproximada de una
milésima parte de un gramo, es decir 50 micrómetros, fue sometido a
calentamiento con una mezcla de ácidos fuertes para producir la destrucción del
material orgánico y así liberar el inorgánico; dicho proceso se utiliza en la
determinación de la cantidad del contenido en relación con el metal pesado, a
través de un equipo especializado para analizar concentraciones bajas de
metales”.
El mismo procedimiento se hizo con moluscos como las ostras,
en las que se analizó el tejido blando (formado principalmente por los órganos
reproductores y digestivos envueltos en un tejido carnoso)
para determinar su grado de contaminación.
Altas concentraciones
El profesor Campos afirma que “después de los estudios se
encontró una fuerte variación de los contenidos de metales. En muchos casos
también hallamos concentraciones relativamente altas, lo cual permite pensar
que estas son peligrosas para los organismos; las ostras sencillamente las
acumulan y concentran”.
Los trabajos e investigaciones adelantadas buscan determinar
cuál es el grado de contaminación, es decir la capacidad que tiene ese
organismo, en este caso la ostra, de tomar y extraer elementos del medio, pues
al estar en raíces de mangle ellos extraen las partículas suspendidas para
alimentarse. Tienen la capacidad de absorber grandes cantidades y
concentrarlos.
“La cantidad de elementos que tienen las ostras indica su
capacidad de acumulación, teniendo como referencia valores de otros sitios, y
así determinar qué se considera como una concentración ‘normal’; en este caso
la concentración sí es muy alta en contaminación”.
Además, esta información se relaciona con la capacidad de
estos animales para transferir y contaminar a otros niveles. Por eso se hacen
mediciones sobre la concentración del metal en los organismos, en los sedimentos
donde viven y en los materiales suspendidos en el agua.
La evaluación es esencial
“La evaluación de la contaminación debe ser muy precisa,
pues lo que se conceptúe puede ser tomado para decisiones, y si no se tiene
certezas puede ser muy riesgoso”, destaca el docente.
Sin embargo, con información disponible por organismos como
la Organización Mundial de la Salud o el Ministerio de Salud y Protección
Social (Minsalud), las cuales determinan las cantidades que una persona puede
consumir por kilogramo de peso de estos elementos, se puede estimar si una
persona está en riesgo o no por consumir determinado número de ostras.
“Con los resultados se publicará un artículo científico.
Además, estamos trabajando en un informe al Ministerio de Ciencia, Tecnología e
Innovación para que implementen regulaciones de manera conjunta con el
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y Minsalud”, concluye el
académico.