miércoles, 25 de octubre de 2023

Polímero + arcilla = limpieza de agua contaminada con dañino colorante industrial

 Así lo demostró un experimento realizado en laboratorio, en el cual se mezclaron el quitosano y la bentonita, que, aunque no son superhéroes, sí tienen el poder de la limpieza. El primero es un polímero abundante en la naturaleza y recubre el cuerpo de crustáceos, insectos y hongos, y el segundo, es una arcilla fina formada de ceniza volcánica; al combinarlos removieron en un 90 % agua contaminada con tartrazina, colorante artificial amarillo usado por la industria en helados, panes o bebidas.

La tartrazina representa el 30,78 % de los colorantes más presentes en aguas residuales por encima del rojo y el azul, es altamente soluble y de difícil remoción; tiene una vida media de 300 días en presencia de rayos ultravioleta y su vertimiento presenta un riesgo para el ambiente, ya que impide la penetración de la luz, lo cual afecta los procesos fotosintéticos y el oxígeno disuelto, afectando la flora y fauna de ríos y quebradas entre otros afluentes.

Además, tiene un efecto toxico para algunas especies acuáticas, ya que su descomposición genera aminas aromáticas (sustancias cancerígenas y mutagénicas), por esta razón su tratamiento forma parte de evaluaciones y estudios.

Willy Alexander Velásquez Bustos, magíster en Ingeniería - Ingeniería Ambiental, del Grupo de Investigación en Procesos Químicos, Catalíticos y Biotecnológicos (PQCB) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, probó una alternativa a la captación de colorantes artificiales durante la producción de alimentos, antes de verter el agua de las industrias a ríos y quebradas.

Afirma que, “la bentonita y el quitosano, fáciles de conseguir en el mercado, son eficaces para diseñar métodos de cristalización de aguas, algo que se logra mediante la adsorción, técnica en la que se produce un compuesto de ambos materiales permitiendo que la tartrazina se adhiera a la superficie de la sustancia mezclada en cortos lapsos”.

En cinco ensayos, el investigador trituró una muestra de bentonita que pasó a través de un tamiz (rejilla) para conseguir la muestra más fina del producto; después agregó este fino polvo a un recipiente con agua, y sobre este puso el quitosano; durante 24 horas ambas sustancias se mezclaron en un agitador magnético.

“La estructura molecular de la bentonita genera dos capas, una superior y una inferior, dejando un espacio en medio para que las partículas del quitosano se adhieran generando un compuesto de dos materiales”, señala el investigador.

Para garantizar la mezcla entre los materiales se añadió una pequeña cantidad de glutaraldehído, compuesto químico que garantiza que el quitosano no se disuelva en el agua.

Posteriormente, la muestra se secó a temperatura ambiente, adquiriendo una forma gelatinosa que se trituró y tamizó de nuevo; el resultado fue un polvo fino de tonalidad gris, listo para ser añadido al agua contaminada con tartrazina.

De las cinco muestras de agua residual utilizadas, cuatro fueron artificiales, es decir, creadas en el laboratorio, mientras que la quinta sí fue real, obtenida de una industria alimentaria de Manizales.

Este proceso se hizo teniendo en cuenta diferentes variables como el pH, tiempo de contacto, la carga de adsorbente y la concentración del colorante, dentro de la muestra, con el fin de determinar el valor exacto en el cual se podría generar una contención del colorante.

Así, se evaluaron muestras desde los 30 hasta los 100 mg de tartrazina por litro de agua, a tres temperaturas: 25, 35 y 45 °C, con valores en pH de 3,5, una carga de adsorción del compuesto de 0,2 a 0,4 gramos por litro y una agitación constante 300 revoluciones por minuto a 120 minutos durante 24 horas.

Los resultados mostraron que el valor indicado para remover un 98,6 % del colorante de la muestra es a los 45 °C durante 120 minutos con un compuesto de quitosano y bentonita al 4 % por litro de agua.

Es importante destacar que, a pesar de ser un polvo fino, este no se disuelve en el agua, por lo que se debe retirar mediante un proceso de filtración por celulosa. Este método separa las partículas sólidas o materiales no deseados del líquido mediante un papel de filtro con porosidad controlada, dejando el agua libre de residuos sólidos, en este caso, el compuesto con quitosano y bentonita.










 





 


 


 

 








 


 







 



 





 




 


Entre burocracia y taponamientos, ciénagas en Bolívar se están secando

 No hay certeza sobre la cantidad de ciénagas sedimentadas o secadas en el complejo cenagoso de Cascaloa, en Magangué, lo cual afecta a cientos de campesinos que dependen de la pesca. Un problema que se agravó con la construcción de una vía carreteable en 2002, pues taponó la conexión de estas aguas con el río Magdalena. Las autoridades aún no tienen respuesta, por lo que un grupo de investigadores trabajó con la comunidad para intervenir estos puntos, una tutela sería la solución.

El complejo cenagoso de Cascaloa tiene cerca de 11.000 hectáreas, con 92 ciénagas, en las que más de 23.000 personas se benefician de la pesca; sin embargo, desde los años setenta, y debido a los cambios en el uso de estos ecosistemas, esta actividad tradicional se ha disminuido considerablemente, dando lugar a cultivos de arroz, que deterioran y modifican cada vez más las ciénagas.

Así lo describe el investigador Juan Manuel Quinche Roa, magíster en Gestión y Desarrollo Rural de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), para quien el problema es que los playones junto a estos humedales son “terrenos baldíos”, superficies que no tienen una delimitación clara en el país y de las cuales se supone el Estado es dueño. Los procesos administrativos para conocer su extensión son lentos e impiden la atención de fenómenos de apropiación iniciados por actores que no forman parte de las comunidades tradicionales.

“Los procesos de delimitación de estas zonas se llaman deslindes, y determinarían desde qué punto se pueden constituir propiedad privada, disminuyendo los riesgos de apropiación; sin embargo, a febrero de 2023, solo un proceso de este tipo se había culminado en el municipio de Simití, sur de Bolívar, luego de que la Corte Constitucional fallara a favor una acción de tutela interpuesta por las organizaciones campesinas”, asegura.

Desde hace tres años el investigador se ha interesado en aportar de alguna forma a que esto no siga ocurriendo, y a que factores que aceleran los procesos de sedimentación de las ciénagas, como la construcción de vías carreteables que taponan caños como el “rompedero”, no impacten de manera negativa el ciclo reproductivo de los peces, que dependen de un flujo de agua óptimo entre el río y las ciénagas.

Aproximación pionera

En ocasiones pasadas no se había tenido en cuenta la variable del “deslinde”, clave a la hora de atender los conflictos en torno a la tenencia la tierra que afectan a las comunidades. En este caso, el experto analizó la relación existente entre la no culminación del deslinde y el taponamiento de los caños con ocasión a la construcción de la vía carreteable antes mencionada.

Fueron numerosas entrevistas a líderes campesinos y pescadores que habitan la ciénaga, la revisión de 32 expedientes de deslindes abiertos en el complejo, una exhaustiva revisión de  sentencias proferidas por tribunales de todo el país, y la sistematización de la información que la Agencia Nacional de Tierras tiene sobre las ciénagas en el sur de Bolívar.

El experto indica que este es un gran logro, pues las administraciones municipales no habían atendido las peticiones que buscaban rehabilitar el caño, lo cual es paradójico, porque alrededor de 2021 la vía carreteable sufrió graves daños, y en vez de tener en cuenta las demandas de la comunidad para restaurar las ciénagas y contemplar obras civiles que no generaran taponamientos en el tránsito del agua, se volvieron a rellenar con material los mismos puntos en donde el daño y la obstrucción ya estaban presentes.

“Debido a los taponamientos de los caños, hay regiones de las ciénagas que aceleran su sedimentación, acentuando problemas de vieja data en humedales sin delimitar como la deforestación, la expansión de ganadería extensiva o los monocultivos. Se busca que con la tutela se suspendan las obras que impiden la conectividad ecológica, interviniendo y garantizando la rehabilitación de los caños, y teniendo procesos de concertación con los habitantes para que la pesca no se vea marchitada”, expresa el magíster.

Para él es importante hacer la distinción entre la forma en que antes se realizaban cultivos temporales que no modificaban el ecosistema cenagoso, y lo que se está haciendo hoy en día en la región, dando lugar a que diversos puntos de las ciénagas tengas cercas y diques, afectando el tránsito natural de agua y materia orgánica entre los ecosistemas.

“Es necesario seguir con los procesos de concertación en torno a la restauración ecológica mientras se espera la culminación del deslinde y una decisión de la tutela presentada. La idea es que las autoridades administrativas y las corporaciones regionales tengan en cuenta la voz de los pescadores artesanales, y que establecer y respetar los límites del complejo cenagoso sea una prioridad”, asegura el investigador.

La tutela fue producto de un trabajo conjunto con la comunidad y la Corporación Tiempos de Vida, y está siendo estudiada por la Corte Constitucional en el despacho de la magistrada Natalia Ángel Cabo.