martes, 17 de diciembre de 2024

Educación, generación de conciencia y apoyo del Estado combatirían delitos ambientales

 En medio de la creciente preocupación por las crisis ecológicas y las profundas desigualdades que perpetúan el daño ambiental, la criminología verde –una rama del crimen enfocada en el estudio de los delitos y daños ambientales como el tráfico de fauna y flora, la deforestación y la contaminación del aire y el agua entre otros– se propone repensar las dinámicas de castigo que favorecen a las grandes corporaciones en detrimento de las comunidades vulnerables y los ecosistemas.

Durante el conversatorio “Construcción del campo de la criminología verde del sur”, realizado en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), el criminólogo David Rodríguez Goyes, investigador de la Universidad de Oslo, planteó estrategias concretas para transformar las políticas actuales, fortalecer la justicia ambiental y enfrentar las raíces estructurales de los crímenes ecológicos.

El experto, integrante del grupo Política y Derecho Ambiental de la UNAL, resaltó que “en el ámbito ambiental, la criminología verde examina por qué actividades como la minería artesanal frecuentemente son criminalizadas mientras que prácticas de mayor impacto, como la minería a gran escala, son legales, y además promovidas por los Estados”.

“Este contraste revela que las estructuras de poder globales –enmarcadas por lo económico– favorecen a ciertos actores económicos mientras desplazan los costos ambientales y sociales hacia comunidades vulnerables. […] Los procesos de criminalización también están muy vinculados a la victimización ambiental”.

La criminología verde analiza no solo qué comunidades, ecosistemas o especies son más propensos a ser afectados por el daño ambiental, sino también quiénes son reconocidos como víctimas. Este reconocimiento no siempre ocurre, como se observa en el caso de las víctimas de conflictos sociales o ambientales en Colombia, donde a menudo las complejidades legales y políticas excluyen a quienes sufren las peores consecuencias.

El profesor Rodríguez hizo propuestas concretas para fortalecer la justicia ambiental, entre ellas desafiar las estructuras de poder económico y político: “las grandes industrias suelen evadir los costos de sus actividades, los cuales recaen sobre comunidades vulnerables, por eso es necesario reformar las políticas internacionales para que los responsables asuman los costos ambientales, además de fortalecer las regulaciones contra industrias extractivas”.

Según el criminólogo, “al ampliar el concepto de justicia ambiental es fundamental incluir los ecosistemas como víctimas de los crímenes ambientales, ya que las personas no son las únicas que sufren; la naturaleza misma merece protección jurídica. Los marcos legales deben reconocer los daños ecológicos como crímenes graves”.

Otra propuesta es promover la educación y la concienciación ambiental: “la educación es clave para combatir los crímenes ambientales. Capacitando a las comunidades locales en la vigilancia ambiental, y fomentando la denuncia de prácticas ilegales, fortalecemos la acción colectiva y reducimos la impunidad”, aseguró el experto.

Con respecto a la reorientación de las políticas de criminalización, el profesor Rodríguez criticó las políticas que penalizan a pequeños actores –como mineros artesanales o cazadores furtivos– mientras las grandes corporaciones que

En relación con el fortalecimiento de la criminología verde desde el Sur Global, el investigador abogó por visibilizar las luchas de las comunidades indígenas y campesinas, señalando que “estas han sido marginadas, pero sus saberes ancestrales son fundamentales para construir políticas ambientales justas”.

Equidad y sostenibilidad, una prioridad

La criminología verde busca no solo sancionar los crímenes ecológicos, sino además transformar las dinámicas de poder que los originan. El modelo actual beneficia a unos pocos y perjudica a muchos, incluyendo a la naturaleza.

“Necesitamos un enfoque que priorice la equidad y la sostenibilidad, ya que las personas que cometen delitos como tráfico de fauna y flora silvestres, por ejemplo, generalmente están en extrema pobreza y el Estado no hace presencia; si se cambiaran estas prácticas y se apoyara a las personas económicamente y con educación, no tendrían que hacerlo”, concluyó el experto invitado a la UNAL.

Con estas propuestas, la criminología verde se posiciona como una herramienta clave para enfrentar los desafíos ambientales y construir un modelo de justicia que proteja tanto a las personas como al planeta.






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