jueves, 26 de septiembre de 2024

Economías verdes o disfraces del mercado: el reto de la sostenibilidad y el desarrollo

 Durante el conversatorio “Críticas a los enfoques de la economía verde aplicables a las crisis ecológica y climática global”, desarrollado en el marco del evento Pre-COP16 en la UNAL Bogotá Región, se expuso la necesidad de hacer política pública desde el territorio; además, que el mercado de carbono no conduce a la sostenibilidad ni resolvería el cambio climático, y que no todos los productos pueden volver a la economía en términos de economía circular.

Al evento asistieron las docentes de la UNAL Nubia Janeth Ruiz, Vicerrectora de Investigación; Carolina Jiménez Martín, Vicerrectora de la Sede Bogotá, y Teresa Mosquera Vásquez, Directora de Investigación y Extensión de la Sede Bogotá.

En su intervención, la profesora Ruiz señaló que “más de 30 años después de iniciar este trasegar por la lucha contra el cambio climático, de firmar múltiples acuerdos multilaterales, de proponer procesos que intentan reducir el cada vez más acelerado calentamiento global, el resultado no puede ser más devastador. La medición de las temperaturas desde 1994 hasta 2023 muestra que el calor en la Tierra habría aumentado en 1,48 °C. Los informes anuncian hoy, con gran preocupación, que hemos llegado a 1,5 °C, dato que pone al planeta en un umbral del cual muchos ecosistemas tendrán dificultades para adaptarse”.

En el conversatorio se expuso que el modelo de desarrollo depredador debe cuestionarse y las políticas públicas centrarse en una economía ambiental. Sin embargo, mientras algunas personas consideran que la economía verde es portadora de grandes esperanzas para lograr salir de la crisis multifuncional por la que pasa el mundo, otros creen que no es el camino adecuado y que muchas de las propuestas a lo que llevan es a perder tiempo que ya no hay.

Todo lo anterior haciendo referencia a los diferentes enfoques de la economía verde, entre ellos: la bio-economía, entendida como un modelo económico que se enfoca en la producción y el uso de recursos biológicos, con productos derivados de la biodiversidad; la economía circular, que implica un modelo de producción que aproveche los productos existentes el mayor tiempo posible, como el reciclaje; y la economía verde, que es un modelo económico que busca reducir el impacto ambiental y promover el desarrollo sostenible fomentando la eficiencia energética y el uso de energías renovables, entre otros propósitos.

“Existen numerosas evidencias de los mercados de carbono y que algunos enfoques de la bio-economía y de la economía ambiental pueden conducir a grandes asimetrías y desigualdades, no solo económicas, sino también ecológicas y sociales, y muchos de estos mercados se han convertido en especulaciones perversas y burbujas financieras sin que tengan impacto alguno sobre el objetivo para el que fueron creados”, planteó la profesora Castiblanco.

Bio-economía

Johana Regino, líder de la Misión de Bioeconomía y Territorio del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación y estudiante del Doctorado en Estudios Ambientales de la UNAL, expresó que la política pública se debe deconstruir en términos de complejidad, teniendo en cuenta que se basa en mostrar ejecución y no realmente en analizar si se está contribuyendo a generar un impacto en los territorios, pues la naturaleza se percibe como un recurso económico, y constantemente se estudia su uso útil.

“El concepto de bio-economía seguirá perpetuando la lógica de crecimiento económico, y tanto para la academia como para la política pública es un reto trabajar para definir los enfoques, ya que desde la formulación de la política hay un vacío porque se hace en un escritorio de Bogotá, cuando el verdadero impacto será en el territorio y se convierte en un desafío socializarla con las comunidades cuando estas expresan otras problemáticas”, aseguró la líder Regino.

Cambio climático

El economista Carlos Enrique Díaz, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la UNAL, aseguró que todas las organizaciones internacionales que presionan para que en cada país se implementen políticas públicas que mitiguen el impacto del cambio climático, en realidad tienen un interés económico de fondo.

“La Política Nacional Ambiental de Colombia se construyó desde afuera, se construyó del exterior. Estados Unidos, a través de entidades como GIZ, Usaid o el Fondo Acción, presiona para que se desarrolle una guía de instrumentación con políticas públicas de largo plazo, dejando imposibilitado al Gobierno nacional para generar cambios estructurales en materia de ambiente, ya que existen compromisos internacionales que no permiten que se hagan políticas publicas pensando en las comunidades y el territorio, sino en sus intereses”, sostuvo el panelista invitado.

Economía circular

Es un modelo económico que busca minimizar el desperdicio y maximizar el uso eficiente de los recursos. A diferencia del modelo lineal tradicional (“extraer, producir, desechar”), la economía circular propone un ciclo cerrado en el que los productos, materiales y recursos se reutilizan, reparan, reciclan y se les da un nuevo uso, evitando así que se conviertan en residuos.

La panelista Nidia Yaneth Rincón Velásquez, economista de la UNAL, considera que no es posible asegurar que todos los recursos volverán a la economía. “Lo que nos están vendiendo es un discurso en el que supuestamente volveremos a reutilizar todos los recursos y lo que nos dicen es ‘traiga lo usado’, pero compre más, y es ahí donde se crea esa ironía, y lo que denota es que la economía circular es una economía débil y no fuerte. Desde nuestros hogares es imposible que eso suceda porque un producto se puede reutilizar 2 veces, pero no 3, y ahí se corta esa economía circular donde el producto vuelve al mercado”, sostuvo.

El conversatorio resaltó críticas fundamentales a los enfoques predominantes de la economía verde, especialmente en su aplicación a la crisis ecológica y climática. Los panelistas señalaron que el mercado de carbono y otros mecanismos económicos globales no son soluciones viables para la sostenibilidad, ya que no abordan las realidades locales ni el impacto en los territorios.

También se cuestionó la efectividad de la bio-economía, pues perpetúa lógicas de crecimiento económico sin considerar las necesidades de las comunidades. Además, se puso en duda la viabilidad de la economía circular, señalando que no todos los recursos se pueden reutilizar como se propone. En general, el debate dejó en evidencia la necesidad de una política pública que se construya desde el territorio y no desde intereses externos o teóricos, para abordar de manera efectiva las crisis ambiental y climática.