Los habitantes del municipio de Pueblo Bello (Cesar) –en donde habita la comunidad indígena iku, llamada comúnmente como arhuacos– tratan de generar estrategias para mantener su autonomía ante las presiones que les llegan desde el exterior por las distintas modalidades turísticas que, aunque pueden ser una oportunidad económica y cultural, a medida que crece impacta la forma de habitar sus territorios.
El investigador Andrés Ricardo Restrepo Campo, magíster en
Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL),asegura que aunque
algunos indígenas presentan resistencia al turismo, otros piensan en formas que
puedan usar para fortalecer sus propias luchas políticas.
“Buscando la diferencia como atractivo, el turismo también
visibiliza lo indígena, les da valor a los elementos naturales y culturales
como el paisaje prístino, las mochilas elaboradas a mano, o las kankurwas o
templos mayores de la palabra, del pensamiento y la reflexión; y su forma de
vida, que antes era vista solo como obstáculos para los paisajes de la
productividad, hoy son vitales para el paisaje sagrado indígena”, explica el
investigador.
En este sentido, la “turistificación” –término usado por el
experto para referirse a la transformación de los territorios a raíz del
turismo– lleva la subordinación del hábitat a las demandas del mercado y su
instrumentalización para el consumo de los visitantes, lo que implica reducir
el sentido sagrado que le ha dado la comunidad indígena al territorio que
habita.
En este sentido, el magíster señala que “el turismo ofrece
una fórmula para resolver una tensión que normalmente está en las comunidades:
proteger la naturaleza con la necesidad de desarrollarse económicamente, de
proyectos que aprovechen esos recursos naturales y que generen riqueza; pero
muchas veces implica consumir o explotar esa naturaleza, que iría en detrimento
de ella misma. Asimismo promete generar una alternativa turística, aprovechando
ese valor paisajístico, pero que al mismo tiempo se pueda monetizar para
satisfacer otras necesidades”.
Impactos del turismo en zonas naturales
En la Sierra Nevada se han evidenciado cambios,
específicamente en la parte del límite del Resguardo Indígena Arhuaco. Un
ejemplo es Pueblo Bello, en donde se percibe una arquitectura que contrasta con
la tradicional: “casas más grandes, con una estética distinta; que se notan son
de propiedad de grupos sociales distintos al nativo, seguramente de personas
pudientes de Valledupar, convertidas en lo que ellos llaman ‘Casa de campo’ o
‘casas de recreo’ para las zonas rurales”, cuenta el magíster Restrepo.
“En su mismo crecimiento el turismo ejercerá presión sobre
la naturaleza. En un primer momento atrae turistas que no tienen tantos
requerimientos como el mochilero, que se acomoda en una carpa o en cualquier
espacio y no requiere una infraestructura tan compleja, pero en la medida en
que se va masificando el turismo y atrae más gente, se requiere infraestructura
de acomodamiento, alimentación, restaurantes o senderos que implican
intervención sobre esos territorios; a eso se suma que cuando el turismo es descontrolado
genera residuos sólidos, erosión de los suelos por el recorrido de alta
cantidad de gente y contaminación auditiva”, puntualiza.
Al respecto, los indígenas consultados por el académico
manifestaron que en una temporada se veían cosas inusuales como usar
cuatrimotos para llegar a Nabusimake (pueblo sagrado de los pueblos indígenas
de este sector del Cesar) y fiestas hasta muy tarde en la noche con mucho
ruido, por lo que se vieron obligados a poner un portón en su entrada,
custodiado por los ‘semaneros’, indígenas a quienes la comunidad les ha
encargado la tarea de vigilar y controlar quién puede ingresar o no a su
territorio.
“Cabe anotar que la comunidad indígena percibe el
mundo bajo una lógica muy distinta de la occidental, a través del entramado de
sitios sagrados, y establecen las normas que rigen la vida a través desde la
Ley de Origen, un conjunto de normas no escritas presentes en la tradición
indígena que dictaminan cómo se deben relacionar en la sociedad y ante su
hábitat, donde rige el principio de la armonía y el equilibrio con el universo:
una especie de retribución por lo que se toma de la naturaleza”, detalla el egresado
de la UNAL.
Acerca de la localidad
La zona urbana de Pueblo Bello es la única cabecera
municipal ubicada en el macizo montañoso de la Sierra Nevada. Presenta una
población de 14.433 habitantes, de las que el 53,44 % es indígena, pero a
pesar de su alta representatividad, es la población mestiza y su modo de
habitar se hace más evidente a primera vista, ya que su territorialidad y
cultura son las dominantes localmente.
El 51 % de los habitantes residen en zona rural y el
31,49 % en zona urbana. De estas, 11.520 personas están ubicadas en los
dos resguardos indígenas (Resguardo Arhuaco de la Sierra Nevada y Resguardo
Businchama), mientras que los demás se ubican en el casco urbano y en predios
rurales aún no reconocidos legalmente como parte de los resguardos.