viernes, 13 de diciembre de 2024

Sopa de chachafruto con probióticos, rica y saludable combinación

 Aunque en el mercado ya existe una amplia gama de sopas instantáneas con diversos ingredientes, ahora también existe una opción innovadora a base de chachafruto, un fruto autóctono de Caldas. La preparación, desarrollada por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, contiene probióticos que favorecen la salud intestinal, ofreciendo una alternativa saludable, fácil de preparar y perfecta para el consumo diario.

El nombre científico de esta especie de leguminosa es Erythrina edulis, pero recibe nombres populares diferentes según la región: chachafruto en Antioquia, Quindío, Risaralda, Caldas, norte del Tolima y Valle; balú en Cundinamarca y Boyacá; frijol ncpaz o jite en Santander; poruto o chaporuto en el Huila; sachafruto en Cauca; y poroto o sachaporoto en Nariño.

Su sabor es dulce y posee un alto contenido nutricional, representado en proteínas, carbohidratos, fibra y minerales como calcio, hierro y zinc; además es rica en vitaminas A, B1, B2 y C. Pese a este valioso potencial su uso ha sido limitado, y en muchos casos se le considera como un desecho.

Las propiedades nutricionales del chachafruto lo convierten en un alimento ideal para combatir la desnutrición infantil, especialmente en regiones con acceso limitado a otros alimentos nutritivos. Su contenido de proteínas y carbohidratos les proporciona energía a los niños, mientras que las vitaminas y minerales son esenciales para su desarrollo y crecimiento.

La propuesta de los investigadores del semillero de investigación Diseño y Formulación de Alimentos (Difoal) de la UNAL Sede Manizales, dirigido por la profesora Sneyder Rodríguez Barona, de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, apunta hacia el desarrollo de una sopa funcional a partir del chachafruto, con una buena dosis de probióticos para aumentar su valor nutricional y funcional.

El proceso de desarrollo de la sopa funcional comenzó con una formulación básica creada por el ingeniero químico Carlos Iván Palacios, integrante de Difoal, quien había trabajado previamente con una nutricionista para diseñar una sopa de chachafruto. Este producto ya era prometedor desde el punto de vista nutricional.

Según la estudiante Luisa Fernanda Gil Henao, de la Maestría en Ingeniería Química, “el principal objetivo del proyecto era evaluar las condiciones ácidas gástricas, saber si los probióticos que le agregamos sobreviven a esas condiciones”.

Entre los probióticos añadidos se encuentran cepas como Bacillus coagulans, que puede sobrevivir en condiciones adversas como las del sistema digestivo, caracterizadas por su acidez. Este aspecto es crucial, ya que para que un alimento sea considerado como probiótico debe contener una cantidad suficiente de microorganismos vivos que lleguen al intestino.


“Para ser clasificado como probiótico un alimento debe tener al menos 10^6 unidades formadoras de colonia (cifra establecida en la normativa 8/10 de 2021 del Ministerio de Salud y Protección  Social), es decir al menos un millón de microorganismos vivos que aporten positivamente al organismo”, menciona la estudiante. Este fue un desafío importante para los investigadores, quienes debían asegurarse de que los microorganismos mantuvieran su viabilidad a lo largo del proceso de digestión.

Uno de los componentes más innovadores de este proyecto es el uso de un prototipo que simula las condiciones gástricas humanas. En vez de realizar pruebas directas en seres humanos, el equipo utilizó un prototipo de estómago en el que se simulan condiciones de acidez o temperatura.

La profesora Dayana Vanessa Gilón Salazar, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, agrega que “dicho prototipo permite evaluar si los probióticos sobreviven a la acidez y otros factores que afectan la viabilidad de los microorganismos en el tracto digestivo. Para realizar estas pruebas, los investigadores sometieron la sopa a condiciones gástricas simuladas por 2 horas, que es el tiempo aproximado que los alimentos permanecen en el estómago antes de pasar al intestino”.

Se evidenció que los microorganismos no solo sobrevivieron, sino que además mantuvieron su viabilidad, alcanzando las 6 unidades formadoras de colonia necesarias para ser absorbidos en el intestino.

Además de estudiar la viabilidad de los probióticos, el equipo de investigación también se centró en asegurar que la sopa cumpliera con los requisitos de seguridad alimentaria, lo cual incluyó la evaluación de parámetros fisicoquímicos como la solubilidad, la higroscopía y la viscosidad del producto.

El estudiante Fabián Andrés Velásquez Ángel, de Ingeniería Química, explica que “para que la sopa fuera funcional debía cumplir con ciertas características, como una adecuada reducción de tamaño y el uso de aditivos alimentarios permitidos, como el glutamato monosódico, que es un potenciador de sabor comúnmente utilizado en productos instantáneos”.

La docente Gilón subraya la importancia de este enfoque: “tratamos de que sean alimentos saludables y autóctonos”. Esto no solo refuerza la sostenibilidad del proyecto, sino que también resalta la importancia de rescatar y valorizar los recursos naturales de Colombia, a menudo subutilizados o ignorados.

Según los investigadores, los siguientes pasos incluirán pruebas adicionales para optimizar el proceso de fabricación de la sopa de chachafruto y explorar la utilización de diferentes tipos de probióticos. A largo plazo esperan que el producto se convierta no solo en una opción saludable para los consumidores, sino que además impulse la producción de alimentos funcionales basados en recursos locales.

 






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