En los últimos 50 años la participación del café en el producto interno bruto (PIB) de Colombia ha sufrido una drástica caída: del 9 % hace medio siglo, y de un máximo histórico del 30 %, pasó a menos del 0,9 % en la actualidad. Este descenso contrasta con el creciente impacto del turismo en una zona cafetera como Caldas, que representa el 9,86 % del empleo y contribuye con un 3,27 % al PIB. Estos datos subrayan la urgente necesidad de potenciar el sector turístico tanto para maximizar sus beneficios para este departamento como para diversificar la economía de la región.
A principios del siglo XX el auge de la industria cafetera
le permitió a Manizales convertirse en una ciudad próspera, con inversiones en
infraestructura como la construcción del Cable Aéreo Manizales-Mariquita y el
Ferrocarril de Caldas, además de un crecimiento poblacional y una marcada
cultura en torno a este cultivo. Sin embargo, la introducción en 1970 del
monocultivo de la variedad caturra –resultado de una mutación genética que
redujo el tamaño de la planta de café– y los problemas ambientales asociados
afectaron negativamente la caficultura de la región.
“La Revolución Verde introdujo un modelo de monocultivo
químico que los campesinos no pudieron asimilar debido a su bajo nivel
educativo. Esto provocó una migración masiva del campo a las ciudades,
transformando a Caldas de un 70 % rural a un 70 % urbano, lo que
generó problemas sociales y ambientales como deslizamientos y fragmentación del
territorio”, explica el investigador Gonzalo Duque Escobar, profesor de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, ingeniero civil con estudios
de posgrado en Geotecnia, Geofísica y Economía.
“La apertura económica de 1991 exacerbó estos problemas, lo
que resultó en la fragmentación social y espacial”, agrega. Aunque Manizales ha
visto un incremento en la producción y ha sido reconocida por su competitividad
y progreso social, además del problema económico también enfrenta el cambio
climático, que representa una amenaza para la producción de café. Los expertos
estiman que la mitad de las áreas cafetaleras del mundo podrían perder su
capacidad productiva.
Una vía verde entre el café y el turismo
Ante este panorama, el Museo Interactivo Samoga de la UNAL
Sede Manizales, dirigido por el profesor Duque, le ha propuesto a las
autoridades locales una solución a este problema social, ambiental y económico:
adoptar una caficultura con sombrío en vez del monocultivo de base
química.
El monocultivo de base química se basa en cultivar una sola
especie –como el café, en grandes extensiones– utilizando fertilizantes y
pesticidas químicos, lo que reduce la biodiversidad, degrada el suelo y
contamina el agua, además de ser insostenible a largo plazo.
La caficultura con sombrío no solo protege el ambiente, sino
que además diversifica los productos disponibles y asegura una mayor
estabilidad en la producción cafetera. Este enfoque busca mejorar la
sostenibilidad buscando el desarrollo económico, el cuidado ambiental y el
bienestar social a partir de la seguridad alimentaria.
En la investigación realizada por el profesor Duque se
ofrece una visión reveladora sobre cómo Colombia puede reactivar su sector
cafetero y su economía rural. En vez de centrarse en un modelo de exportación
que hace dependiente al país, se propone fomentar una agricultura autárquica
tradicional.
“La agricultura autárquica es un modelo que busca la
autosuficiencia alimentaria al permitir que las comunidades locales produzcan
sus propios alimentos en vez de depender de la exportación de grandes
volúmenes. Este enfoque se centra en el cultivo de alimentos y hierbas
medicinales locales, promoviendo prácticas agrícolas tradicionales y el
conocimiento de los recursos del territorio”, explica el investigador.
Este modelo se puede complementar con el ecoturismo,
aprovechando su auge y el atractivo que representa la rica biodiversidad del
país, como sus 1.900 especies de aves, de las cuales el 42 % se encuentran
en Caldas. “Esto puede generar ingresos adicionales y atraer visitantes
interesados en la naturaleza, apoyando una economía sostenible y respetuosa con
el medioambiente”, precisa.
El Paisaje Cultural Cafetero debería estar basado en
prácticas agrícolas tradicionales y sostenibles que protejan la salud del suelo
y del agua. Además se sugiere integrar el turismo fomentando vías verdes en
donde las comunidades locales puedan ofrecer un turismo ecológico y cultural,
no como simples paseos sino experiencias que ofrezcan conocimiento del
territorio.
En este contexto también se propone formar a los jóvenes en
áreas relacionadas con el turismo, como el aviturismo y la artesanía con
denominación de origen, es decir la certificación que reciben los productos
agrícolas, alimenticios o artesanales provenientes de una región específica con
tienen características distintivas por su origen geográfico y por las
condiciones locales en las que se producen.
También se podría replantear el modelo educativo actual para
responder a las necesidades y oportunidades de las zonas rurales. Se propone
una educación que prepare a los jóvenes para aprovechar el potencial del
turismo y otras actividades económicas locales, abriendo oportunidades y
contribuyendo a la reducción de la migración del campo a la ciudad.