viernes, 25 de octubre de 2024

Cambiar biodiversidad por geodiversidad, paso fundamental para una protección efectiva

 Hablar de geodiversidad, y no solo de biodiversidad, implicaría una protección más integral de la naturaleza, nuevos retos para la ciencia, las políticas públicas, las leyes y la conservación del patrimonio natural. Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo por km2 gracias a su diversidad geológica, que va desde suelos áridos hasta casquetes de hielo, montañas, rocas y aguas, tan amenazadas por la actividad humana como los animales y las plantas.

Colombia es el único país de Sudamérica que tiene costas en los dos océanos, Atlántico y Pacífico, con distintos niveles de salinidad, temperatura y densidad. Además tiene selvas húmedas, zonas pantanosas y nieves perpetuas.

“La variedad fisiográfica y geológica hace que todas las formas de vida, plantas y animales también se manifiesten de distintas maneras”, explicó el profesor Sergio Andrés Restrepo Moreno, geólogo adscrito al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, durante su participación en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16) que se adelanta en Cali.

Partiendo de una idea reciente entre los científicos –uno de los primeros artículos sobre el tema data de 2020–, el profesor Restrepo planteó que el término “geodiversidad” sería mucho más amplio y completo que el de “biodiversidad”, una idea que incidiría no solo en el discurso sino también en la investigación y en las políticas públicas para la conservación.

“Pensemos en las más de 26.000 especies de grillos descritas hasta la fecha. Sus diferencias dependen del contexto geológico en el que viven: temperatura, tipo de suelo o disponibilidad hídrica, entre otros factores, lo que nos demuestra que, en esencia, los procesos geológicos son los que garantizan la supervivencia y el funcionamiento de los ecosistemas”, precisó.

Geodiversidad amenazada

Colombia tiene tres puntos críticos, o hotspots ecológicos: los Andes tropicales, el Caribe y el Tumbes-Chocó-Magdalena, es decir tres zonas megadiversas fuertemente amenazadas por las actividades humanas.

“Existen formas muy crueles de explotar la naturaleza, proyectos empresariales legales, pero no siempre legítimos, que sacan maderas finas, carbón, petróleo, oro y cobre que soportarán la transición energética. Por eso es pertinente plantear: ¿debemos hablar del cuidado de la geodiversidad más que del de la biodiversidad?”, agregó.

En el concepto “geo” se inscribe un mundo más amplio: la diversidad biológica, cultural, climática, hidrológica y topográfica. “Este cambio de términos modificaría las agendas de estudio, plantearía nuevos retos para las ciencias de la Tierra y del medioambiente, abriría nuevas prácticas de laboratorio y nuevas discusiones en torno al patrimonio geológico y la conservación de elementos como minerales, suelos y paisajes”.

La vida cambia porque la Tierra cambia

El profesor Restrepo, quien ha estudiado algunos de los períodos más prematuros de la Tierra, explica que “hoy se están interrumpiendo ciclos naturales que han permitido ‘evolucionar’, es decir pasar de organismos unicelulares como los del Precámbrico a otros más complejos como los del Paleozoico”.

“Pensemos en las cinco extinciones en masa que ha habido. La Tierra se ha creado y regulado a sí misma durante millones de años. No obstante, la sexta extinción (la actual) es muy distinta en cuanto a velocidad, y sería la primera ocasionada por una especie consciente”.

Según investigaciones lideradas por el profesor Restrepo, hace millones de años algunas zonas de Antioquia presentaban tasas de 0,1 a 0,02 mm de erosión por año (mm/año), mientras que hoy solo la actividad agrícola ocasiona tasas promedio de 10 a 100 mm/año, cuando la formación de suelo ocurre a cerca de 0,1 mm/año.

Un caso de estudio: la Sierra Nevada de Santa Marta

Actualmente el profesor Restrepo y dos estudiantes –uno de maestría y otro de doctorado– estudian la relación entre biodiversidad, geodiversidad y diversidad cultural en la Sierra Nevada de Santa Marta, el sistema de montaña costera más alto del mundo, con climas y geoformas diversas que han permitido el asentamiento de cuatro grupos indígenas: kogui, arhuaco, wiwa y kankuamos.

“Confirmar, como lo han hecho otros autores, que todo está interconectado, nos permitirá diseñar estrategias de conservación más efectivas. No debemos hablar solo de animales y plantas, sino también de culturas y elementos abióticos o ‘inertes’ como el suelo, máxime cuando en zonas como la Sierra se prevén grandes proyectos mineros para la extracción de cobre. Es un hecho histórico que la COP16 esté aquí, pues como país tenemos toda la autoridad y la evidencia para plantear discusiones como esta”, concluye el docente.