martes, 10 de diciembre de 2024

Parques con campesinos, modelo de democracia y paz rural en el Meta

 En La Macarena (Meta), escenario de una resistencia campesina que desde los años 80 defiende sus derechos y su territorio tras la declaratoria de Parques Nacionales Naturales en terrenos previamente habitados, lo que dejó a sus comunidades en la ilegalidad, el movimiento “Parques con campesinos” ha sido una exitosa iniciativa para proteger el medioambiente y consolidar la paz, convirtiéndose en un modelo de democracia y resiliencia.

En el suroccidente del Meta, una zona donde confluyen las regiones Andina, Amazónica y Orinoquense, se levanta la Sierra de La Macarena, una formación geológica que pertenece al antiguo escudo guayanés. Este espacio, considerado como uno de los más biodiversos de Colombia, es un punto estratégico donde la naturaleza y la historia se entrelazan. Desde mediados del siglo XX esta región dejó de ser un territorio aislado para convertirse en un escenario de colonización, conflicto y negociación, transformado por la llegada de campesinos y colonos desplazados.

Desde entonces ha sido un escenario del conflicto histórico, marcado por la violencia y las luchas por la tierra. Tras el Acuerdo de Paz de 2016 entre el Estado colombiano y las FARC-EP, las comunidades buscan una convivencia pacífica y sostenible.

La investigación del sociólogo Erick Salomón, magíster en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), documenta mediante entrevistas y trabajo de campo los hechos históricos y las tensiones entre desarrollo rural, democracia y derechos ambientales, mostrando a La Macarena como un reflejo de los retos de Colombia hacia la paz.

“El conflicto se agudizó cuando a finales de los años 80 y principios de los 90 el Estado trazó las fronteras de parques naturales como la Serranía de La Macarena, Tinigua y Serranía de los Picachos sin considerar a las comunidades que ya habitaban esos territorios, sin un censo o consulta, dejando a los campesinos en el limbo legal, obligándolos a desplazarse, esto sin perder de vista que las mismas autoridades promovieron el poblamiento de la zona en periodos anteriores”, explica el sociólogo.

El proceso de colonización del Meta fue promovido por el mismo Estado en los años 50, en un intento por desarrollar zonas inexploradas del país. “Familias campesinas de Santander, Tolima y Boyacá fueron trasladadas al Meta para ‘colonizar el monte’, bajo el amparo estatal, primero los invitaron a deforestar y ocupar la tierra, luego los declararon ilegales”, destaca el investigador, subrayando la contradicción en las políticas públicas de la época.

Campesinos como guardianes del territorio

Dichas tensiones entre colonización, desalojo y conservación persisten hasta hoy. La respuesta del campesinado fue la organización y resistencia pacífica. A través de los núcleos veredales –espacios de participación comunitaria– creados por los habitantes se construyeron los “Parques con  Campesinos”, una propuesta que busca armonizar la presencia de las comunidades con la protección del medioambiente.

Esta agenda plantea que los campesinos se comprometan a cuidar los bosques y la biodiversidad mientras continúan habitando y trabajando la tierra, evitando la deforestación y la llegada de nuevos colonos, para proteger los límites establecidos. Según el magíster “este es un ejercicio de democracia directa, donde la comunidad se autogestiona, dialoga y media con el Estado para defender sus derechos”.

Uno de los episodios más críticos para la comunidad campesina fue la Operación Artemisa adelantada en 2020, “una estrategia militar que buscaba frenar la deforestación, pero que, según denuncias, llevó a violaciones de derechos humanos. El problema se trató como un asunto criminal y no civil. Se militarizó el territorio, destruyeron viviendas y separaron familias”, relata el sociólogo Chávez.

El desarraigo y la violencia estatal han marcado profundamente a estas comunidades. Sin embargo, lejos de desistir, los campesinos han fortalecido su organización construyendo vías, escuelas y otros servicios básicos mediante la autogestión. “La ausencia estatal obliga a las comunidades a suplir sus necesidades y a dialogar tanto con el Gobierno como con actores armados, siempre priorizando su subsistencia”, señala el investigador.

Históricamente La Macarena ha sido un territorio estratégico, no solo para el campesinado sino también para movimientos guerrilleros. Desde los años 60 la zona fue cuna de guerrillas liberales y posteriormente de las FARC, lo que añadió otra capa de complejidad al conflicto. Pese a ello, la organización campesina ha buscado mantenerse al margen de estos grupos y enfocarse en sus propios reclamos sociales.

Hoy el movimiento Parques con Campesinos representa una propuesta innovadora en el contexto del posconflicto colombiano. “No se trata solo de un reclamo territorial sino de una apuesta por la paz y la convivencia en armonía con la naturaleza; es una lección para el país sobre cómo lo democrático puede surgir desde las bases sociales, más allá de las instituciones formales”, reflexiona el investigador.