martes, 28 de mayo de 2024

Explosiones solares que impactaron la Tierra cambiaron momentáneamente el fondo oceánico

 El pasado 11 de mayo una red de sensores submarinos para monitorear el medioambiente marino en las costas de Canadá detectó repentinos cambios en el campo magnético terrestre, los cuales estarían relacionados con una intensa tormenta geomagnética que en 2013 azotó la Tierra por estas mismas fechas. Experto de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) explica las implicaciones de este fenómeno.

Las tormentas solares, conocidas por emitir una gran cantidad de partículas cargadas de energía, ocurren en ciclos de actividad de unos 11 años. Actualmente estamos entrando en un periodo de máxima actividad solar, similar al que se vivió en 2013. Durante estos ciclos, el Sol experimenta explosiones y erupciones que liberan enormes cantidades de energía, las cuales pueden impactar directamente en la Tierra.

El 11 de mayo, Ocean Networks Canada registró una notable variación en el campo magnético en una de sus estaciones submarinas cerca de la costa de Vancouver. Con unos dispositivos conocidos como “magnetómetros de 3 ejes” observaron desviaciones significativas, equivalentes a un cambio de 30 grados en una “brújula”. Los cambios fueron especialmente evidentes a 25 m de profundidad.

“Dichas variaciones coinciden con un periodo de intensa actividad geomagnética y de auroras, las cuales son manifestaciones visibles de las interacciones entre las partículas solares y la atmósfera terrestre”, explica el físico Camilo BuitragoCasas, magíster en Astronomía de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), miembro del Laboratorio de Ciencias Espaciales (SSL) de Berkeley California.

“Debido a la complejidad e intensidad de los campos magnéticos, las líneas de campo magnético a veces se retuercen, se tensan y finalmente se rompen en un proceso de reconfiguración”, agrega.

En otras palabras: durante dichos eventos, la magnetosfera –capa exterior de la Tierra– se ve bombardeada y reconfigurada, por lo que libera energía y acelera partículas cargadas como los electrones, protones y átomos ionizados, que son energizados a unos 6.000 km de altura de la Tierra. Estas nubes masivas de partículas cargadas se precipitan en dirección de las capas más profundas de la atmósfera terrestre, y subsecuentemente impactan las moléculas y átomos que la componen.

Las tormentas geomagnéticas, aunque impactan los campos magnéticos, también tienen el potencial de causar daños a la tecnología moderna, como satélites y redes eléctricas. Ejemplos históricos incluyen el apagón en Quebec (Canadá) en 1989, causado por una sobrecarga de transformadores debido a una tormenta solar.

Sin embargo, gracias a los avances en la vigilancia y predicción del clima espacial, muchos riesgos se han mitigado a través de monitoreos constantes sobre la actividad solar para emitir alertas y permitir que se tomen medidas preventivas.

El experto puntualiza que “la buena noticia es que no vimos fallas tecnológicas catastróficas por la última tormenta en mayo, que fue una de las más fuertes en más de 20 años”.

“Esto muestra la importancia de los sistemas de monitoreo del clima espacial existentes para dar una advertencia anticipada. Con modelos predictivos mejor informados por todas las fuentes de datos disponibles, incluyendo estas lecturas de magnetómetros en el lecho marino, podemos estar mejor preparados para futuras tormentas”.

Efectos bajo tierra y mar

Aunque las auroras boreales y australes son la consecuencia más visible de una tormenta geomagnética, las perturbaciones magnéticas significativas también pueden inducir corrientes eléctricas en materiales conductores como el suelo, los océanos o las líneas eléctricas. Es probable que el evento haya causado el gran cambio magnético detectado por el observatorio submarino canadiense.

“El océano es un conductor eléctrico, por lo que puede transmitir las corrientes inducidas de manera muy eficiente a largas distancias. Estas corrientes eléctricas luego crean campos magnéticos acompañantes que distorsionan temporalmente las lecturas locales registradas por los magnetómetros en el lecho marino”, concluye el físico de la UNAL.

 





Científicos de la UNAL explorarán la diversidad de aves en el sur de Bolívar

 ¡Un hito para la ciencia!, pues por primera vez en el país un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) ganó la Beca de Tutoría de Pregrado Jed Burtt, otorgada por la Sociedad Ornitológica de Wilson (WOS), con la que llegarán a zonas inexploradas de la Serranía de San Lucas (ubicada entre Bolívar y Antioquia) para buscar nuevas especies de aves por encima de los 1.600 msnm.

Esta es la historia de la estudiante de biología Leidy Carolina Martínez Vargas, oriunda del municipio de Santa Rosa del Sur –que forma parte de la Serranía–, y el profesor Andrés Mauricio Cuervo, del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la UNAL, quien en 2001 ya había estado en este santuario para las aves y logró el primer registro en el país del pájaro picoagudo (Oxyruncus cristatus), un hallazgo muy importante, pues su comportamiento y rasgos son muy distintos a los encontrados en Centro y Suramérica.

La beca entregada por la WOS –institución fundada en 1888– se creó en 2016 y su nombre es un homenaje al científico estadounidense Alexander Wilson, considerado como uno de los padres de la ornitología en América. Es uno de los centros para el estudio de aves más importantes del mundo.

Como asegura la integrante del Semillero de Investigación en Ornitología, desde los 1.400 msnm estas montañas tienen uno de los mayores endemismos de aves de Colombia, es quiere decir que allí están presentes aves nativas del territorio, y eso la convierte en un baluarte para la biodiversidad del país con la mayor cantidad de aves en el mundo, con cerca de 1.966 especies, el 20 % del registro mundial, según el Fondo Mundial para la Naturaleza.

Sin embargo, añade que la máxima altura a la que han llegado investigaciones pasadas es a alrededor de los 1.600 msnm, y la Serranía de San Lucas llega hasta los 2.300 msnm. Lo que busca su proyecto es alcanzar por lo menos alturas que vayan desde los 1.600 hasta los 2.300 msnm, y que están inexploradas en cuanto a aves.

Las exploraciones han sido pocas, pues históricamente la región ha sido afectada por el conflicto armado en el país y es de difícil acceso; sin embargo, esto no ha impedido el hallazgo de especies únicas y muy raras, por ejemplo, el colibrí de raquetas (Ocreatus underwoodii), un polinizador muy importante en la zona cuyos los machos se caracterizan porque las plumas de su cola tienen forma de raqueta para cortejar a las hembras y unos pompones anaranjados en sus patas.

También se destaca el primero registro para la cordillera Central del zorzalito overo (Catharus maculatus), un pájaro de entre 15 y 17 cm y un peso de alrededor de 30 gramos que se alimenta de insectos y arañas, y cuyo plumaje de color marrón oliva se distingue mientras se encarga de dispersar semillas, ayudando en la regeneración y mantenimiento de los bosques de la Serranía de San Lucas.

“Las investigaciones pasadas se enfocaron en estudiar los mamíferos de la zona, pues animales como el jaguar, el puma, el oso andino o el tigrillo recorren estos corredores del Magdalena medio, pero de las aves se conoce poco, y de hecho el profesor Cuervo, con quien gané la beca, es una de las personas que más se ha interesado por documentar la avifauna de la Serranía”, indica la investigadora.

La estudiante de la UNAL afirma que, entre las tensiones presentes en la zona, específicamente en el municipio de Santa Rosa del Sur, se encuentran los desafíos económicos, ya que la minería de oro constituye uno de los principales sustentos de sus habitantes. Además en los últimos años la región ha sido gravemente afectada por la deforestación, impulsada por el crecimiento de la población.

Carolina es la primera mujer latina en ganar la beca, y con el dinero realizará el trabajo de campo en la Serranía, en el que se buscará reportar todo lo que se pueda, y registrar los especímenes de aves que estén en la zona, además de capturar algunas especies focales o importantes que puedan ser un aporte para la colección de ornitología de la UNAL, en donde se analizarán los tejidos, plumajes, picos y demás partes de cada ave encontrada.

En sus planes está comparar cada especie capturada con instrumentos como las redes de niebla, con las se han registrado en otros puntos de las cordilleras andinas, en busca de vínculos genéticos y taxonómicos. Así mismo, otro de los aportes que se espera realizar durante este tiempo es la grabación y el análisis de los cantos y melodías de estos pájaros, pues en estos sonidos está la clave para entender rasgos de su comportamiento y evolución.

“Es un sueño trabajar por la tierra que amo, y trabajar como investigadora y como residente por nuestro espacio y territorio, en la zona que me vio crecer. Lo cual es un sueño compartido con el profesor Cuervo, quien ha querido volver a la Serranía, y con la beca ahora lo puede lograr”, indica.