Aunque resultaría paradójico pensar en los incendios forestales cuando prácticamente las lluvias no cesan en todo el país, la idea no es descabellada, por el contrario, se necesita de mucha anticipación. Un estudio realizado por un equipo internacional de científicos, en el que participa una investigadora de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), destaca cómo la interacción entre la división de grandes zonas de bosques (bordes) y los incendios está transformando los ecosistemas de sabana y bosque en Sudamérica, y cómo lo seguirá haciendo en los próximos 25 años sino se toman medidas urgentes.
La investigación muestra que entre 1979 y 2013 las
temporadas de incendios se prolongaron aproximadamente un 20 %. El estudio
fue liderado por la ecóloga de ecosistemas Imma Oliveras Menor, del Instituto
de Investigación para el Desarrollo Sostenible (IRD por sus siglas en francés),
directora científica del proyecto Fire-Adapt, y por la profesora Dolors
Armenteras Pascual, de la Facultad de Ciencias de la UNAL, como co-líder
sénior.
Además, los modelos de cambio climático utilizados en el
estudio, basados en escenarios de bajas emisiones del Panel Intergubernamental
sobre el Cambio Climático (IPCC), sugieren que para 2030 la superficie quemada
aumentará entre un 9 y un 14 %, y para 2050 entre un 20 y un 33 %,
incluso en el escenario de emisiones más bajas, es decir donde los países
cumplen sus compromisos climáticos (tipo Acuerdo de París), reduciendo el uso
de combustibles fósiles, lo que conlleva menores emisiones de gases de efecto invernadero.
Con respecto a las estimaciones, la profesora Armenteras
explica que “los modelos se basan en simulaciones climáticas globales con
diferentes escenarios de emisiones del IPCC. En este caso, el artículo usa un
escenario conservador (el de bajas emisiones) para ilustrar que incluso con
medidas climáticas ambiciosas los incendios seguirán aumentando”.
“Los esfuerzos no se deben orientar solo a la respuesta de
la emergencia, sino que, más allá de la prohibición del uso del fuego, la
prevención de incendios implica entender el rol de este en los ecosistemas
naturales y su uso controlado en sistemas productivos, lo cual es abordado en
el enfoque de Manejo Integral del Fuego”.
El manejo integral del fuego es un proceso participativo y
colaborativo orientado a formular, ejecutar, hacer seguimiento y evaluar
políticas, estrategias, planes, programas, regulaciones, instrumentos, medidas
y acciones permanentes para conocer el rol ecológico, cultural y socioeconómico
del fuego y reducir el riesgo por incendios, además de incorporar estos
elementos en la planificación y el manejo sostenible de los territorios,
promoviendo la seguridad, el bienestar y la calidad de vida de las personas; en
otras palabras, es una herramienta esencial para hacerle frente a los incendios
forestales en un contexto de cambio climático.
“Además, sus acciones se basan en tres tipos de
conocimiento: el local y tradicional (que surge de las personas que habitan el
territorio), el técnico (gestores del territorio, organizaciones locales,
etc.), y el científico”, aporta la experta Oliveras.
Teniendo en cuenta tales aspectos, el equipo de
investigadores realizó una revisión de las prácticas actuales de gestión de
incendios, centrándose en el manejo integrado del fuego, su progreso y los
desafíos en su implementación en diferentes regiones del mundo, con un énfasis
especial en Suramérica.
Además de las estimaciones mencionadas, entre los aportes
del estudio se encuentra la identificación de 5 estrategias para mejorar la
gestión del fuego; estas son:
- Promoción
de paisajes resilientes: reducción de la carga de combustible y
diversificación del uso del suelo.
- Revalorización
del conocimiento indígena y local: integración de prácticas ancestrales en
estrategias de manejo modernas.
- Restauración
ecológica posincendios: protección de la biodiversidad y los servicios
ecosistémicos.
- Reducción
de emisiones de carbono: control estratégico del fuego para minimizar su
impacto climático.
- Fortalecimiento
de la gobernanza del fuego: cooperación entre gobiernos, comunidades y
científicos para una gestión eficaz.
Impacto del fuego en la Orinoquia
Un ejemplo sobre la manera como los incendios impactan en los bosques es la investigación “Diseño participativo de estrategias para la reducción de incendios forestales, la conservación de la biodiversidad y el desarrollo regional en paisajes multifuncionales”, financiada por el Sistema General de Regalías y realizada en los paisajes de sabana de la Orinoquia por el Laboratorio de Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod) de la UNAL.
En las zonas de transición sabana-bosque de los paisajes de sabana tropical como el de la Orinoquia, conocidas como bordes, los incendios influyen significativamente en la integridad estructural y las características funcionales de los árboles, con implicaciones para la resiliencia de los ecosistemas, el almacenamiento de carbono y la biodiversidad.
La profesora Armenteras, directora de Ecolmod, señala que “cerca de los bordes, donde termina el bosque, los árboles tienden a ser más pequeños, con menor biomasa y menor densidad de madera, o al revés, los árboles más altos están hacia el interior del bosque. Esto significa que los bosques con más bordes, normalmente más fragmentados o divididos, podrían almacenar menos carbono y ser más vulnerables a las perturbaciones. Detectamos estos efectos en promedio hasta los 50 m del borde”.
Los incendios hacen que los efectos de los bordes sean mayores. En áreas de bosque afectadas por incendios que provienen de la sabana se observaron cambios en la composición de especies y en los rasgos funcionales de los árboles.
Lo anterior sugiere que el fuego no solo elimina especies sensibles, o sea arboles con baja densidad de madera o hojas grandes, típicos de bosques húmedos, que no están adaptados al fuego, entre las que se encuentran Richeria grandis, copal (Protium guianense) y epená (Virola carinata), sino que también favorece la expansión de especies más resistentes como el saladillo (Caraipa llanorum) y Eschweilera parviflora, que es resistente al fuego.
De igual manera, se reduce la diversidad funcional del ecosistema, o sea que las especies que sobreviven tienen características similares, lo que disminuye la variedad de funciones ecológicas (por ejemplo, tipos de raíces, altura, eficiencia en captura de carbono, etc.), haciendo el ecosistema menos resiliente y menos capaz de adaptarse al cambio climático.
“Los resultados subrayan la urgencia de desarrollar políticas de conservación y manejo del fuego que protejan la biodiversidad y la capacidad de estos ecosistemas para resistir el cambio climático”, concluye la investigadora Armenteras.
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