jueves, 20 de marzo de 2025

Pelícanos, entre las especies amenazadas por la construcción en Santa Marta

 Pese al enfoque ecológico de la Constitución Política de Colombia, y al importante número de normas que protegen el medioambiente en el país, no será posible salvar un refugio de pelícanos ubicado en una casa lote de la zona de Bello Horizonte (Santa Marta), en donde se construirá un edificio escalonado de 258 apartamentos. Una de las razones es que las regulaciones de las instituciones públicas involucradas no están integradas, no se complementan, muchas veces se contradicen, y la interpretación delegada a los jueces siempre llega tarde.

Además, 7 eucaliptos sembrados hace más de 30 años junto con árboles frutales bordean parte del lote, que también alberga otras especies de aves, iguanas, serpientes, zarigüeyas y ardillas.

Cuando el terreno se vendió para construir un edificio, algunas personas que ven a diario la llegada de los pelícanos a su hábitat reaccionaron pidiendo la protección preventiva de la fauna y la flora del lugar ante el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (Minambiente), y ante la autoridad ambiental de la ciudad, confiando en que la intervención de las autoridades mitigaría el riesgo medioambiental que representaba la construcción, que contempla la tala total de la flora del lugar.

Un ejemplo de la desarticulación de las entidades es que Minambiente declaró su incompetencia ante diha solicitud, argumentando que aunque forma parte de la rama ejecutiva del poder público solo se encarga de establecer políticas y lineamientos nacionales para la protección del ambiente, y que a las autoridades locales les corresponde cumplir y velar por el cumplimiento de dichas normas. Se entendió que es un Ministerio más legislador que ejecutor.

De otra parte la autoridad local, que en este caso es el Departamento Administrativo Distrital de Sostenibilidad Ambiental (DADSA), respondió adelantando una serie de visitas técnicas al lote y dio cuenta de la variedad de fauna y flora existente en el lugar, representada en una cantidad importante de especies autóctonas de la región.

Como era de esperarse, el proceso de venta y construcción continuó y la Curaduría 2 de Santa Marta ya les anunció a los vecinos que ya existía una solicitud de permiso de construcción. Así mismo, los constructores o sus representantes le presentaron al DADSA una “solicitud de aprovechamiento forestal”, lo que significa la autorización para talar 29 árboles del lote, aparte de las 24 palmas de coco que son de tala libre, lo que significa una pérdida de 53 árboles en total.

Aunque se desconoce el contenido de la solicitud, lo que sí se tiene claro es que los eucaliptos, como especie foránea, pueden ser los más afectados, y por ende los pelícanos. Las normas lo permiten, por lo que la entidad ambiental no estaría incumpliendo sus funciones si concediera el permiso, y la Curaduría 2 de Santa Marta tampoco estaría incumpliendo si concede la licencia de construcción, pues es un ente privado que ejerce funciones públicas, solo debe analizar requisitos estructurales y técnicos para concederla. El medioambiente no forma parte del espectro de lo que se debe considerar para conceder una licencia de construcción.

Desarticulación institucional

Ahora bien, el procedimiento es tan desarticulado normativa y administrativamente, que deja la puerta abierta para que la construcción no tenga ningún tipo de talanquera y para que todos los problemas se resuelvan posteriormente, ya sea con el pago de sanciones o con la siembra de árboles en diferentes sitios de la ciudad, que nadie controla, cuida, ni mantiene. Así se van perdiendo los ecosistemas y correlativamente se videncia que el supuesto liderazgo del país en temas ambientales, es de papel y como se dice coloquialmente “un saludo a la bandera”.

En este caso, las normas permiten que el DADSA otorgue permiso para la tala de árboles, sin que exista un mecanismo que privilegie el traslado de animales antes de que su hábitat sea destruido. En este momento la referencia ya no es a los pelícanos, que tristemente tendrán que partir hacia el Aeropuerto como único sitio que les queda para refugiarse y donde representarán un riesgo para la entrada y salida de aviones, sino también a las iguanas, serpientes, ardillas, zarigüellas y demás especies que habitan el bosque y que huirán a la carretera cuando los 29 árboles y los 24 cocoteros ya no existan.

Además el DADSA carece no solo de personal permanente y suficiente, sino de presupuesto para ejecutar las funciones que le ordena la ley y las que le delega el Ministerio, y esa histórica discapacidad institucional genera aún más riesgo para el medioambiente y más caminos aprovechados y aprovechables para que los intereses privados primen sobre el derecho fundamental a un ambiente sano, que es un derecho colectivo.

No habrá más remedio que despedirse de los pelícanos, de los árboles del hermoso bosque y del resto de sus habitantes terrestres y aéreos, para darle cabida a una piscina, un jacuzzi y cualquier otra clase de amenidades que requieren los apartamentos en primera línea de playa. Estas lindas aves se chocarán contra los grandes ventanales cuando se equivoquen de rumbo y busquen sus árboles perdidos, y nada, ni los mecanismos de la Constitución ecológica, como la tutela o la acción popular, los van a salvar.  

En esta zona existen dos relictos de manglar, denominados Playa Dormida Norte y Playa Dormida Sur que están en procedimiento de delimitación por parte del DADSA, que fueron ignorados por el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) al catalogar el predio “en tratamiento urbanístico de consolidación” que presupone un sector en el que se puede construir indiscriminadamente por cuanto cuenta con servicios.

Los habitantes del lugar saben que la calificación no es adecuada por la falta de agua potable, por la inexistencia de redes de alcantarillado y por la falta de estudios de carga poblacional que pueden soportar los lugares, y en especial las playas. Pero nada de esto le compete a la entidad que otorga la licencia, ni siquiera teniendo a la vista el desastre socioecológico de El Rodadero.

Para finalizar, el hecho de no poder tratar un tema como este de una forma integral interinstitucional, se hace extensivo a todo el país y amerita por lo menos una denuncia colectiva, por cuanto los intereses públicos están siendo amenazados con la “tabla de la ley en la mano” y en ese estado del juego la partida la va ganando el círculo vicioso de la voracidad privada y del ingreso de los municipios por impuestos prediales por impuestos prediales, sin más consideraciones.