Los cambios en la calidad del agua, causados principalmente por la inadecuada gestión de vertimientos humanos en Tumaco (Nariño) y Buenaventura (Valle del Cauca), están alterando el equilibrio natural de estos ecosistemas poniendo en riesgo tanto la pesca de especies comerciales –como barbinche, pelada y ñato– como la diversidad de especies marinas, ya que dichos municipios abastecen alrededor del 80 % del mercado local y regional y garantizan la seguridad alimentaria de miles de familias.
El Pacífico colombiano es una región caracterizada por
albergar algunos de los ecosistemas más ricos y diversos del mundo, pero
también por ser una de las más vulnerables en términos de manejo ambiental y
social. Las bahías de Buenaventura y Tumaco, las dos principales puertas al
mar, se han visto afectadas por años de conflicto, desarrollo urbano
desorganizado, turismo, minería legal e ilegal, agricultura intensiva y
expansión de monocultivos como la palma de aceite.
Diego Esteban Gamboa García, doctor en Ciencias Agrarias e
integrante del Grupo de Investigación en Ecología y Contaminación Acuática
(Econacua) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, menciona
que “en Buenaventura, cada vez que se abren las compuertas de la represa del
río Anchicayá se libera una gran cantidad de sedimentos que alteran la dinámica
del estuario, donde el agua dulce de los ríos —rica en nutrientes y
sedimentaciones— desemboca y se mezcla con la salada del océano, lo que produce
cambios en la salinidad, condición que determina qué especies pueden habitar en
esa zona”.
A esto se suma el hecho de que los dos municipios carecen de
plantas de tratamiento de aguas residuales (PTAR) lo suficientemente grandes
como para manejar las cantidades de vertimientos urbanos. La mayoría de las
descargas de las ciudades terminan en el mar sin ser tratadas, lo que aumenta
la contaminación.
Para su trabajo doctoral, el investigador Gamboa desarrolló
un análisis sobre la relación entre la calidad del agua y su impacto en la
biodiversidad y la pesca artesanal en ambos municipios costeros del Pacífico, y
encontró que los cambios en la salinidad y los nutrientes del agua, aunque son
naturales, se ven alterados por vertimientos de asentamientos humanos y
producen cambios en la variedad de especies que habitan los estuarios.
Estas zonas son fundamentales para la cría de especies
acuáticas aprovechadas por los pescadores locales. La producción pesquera de
esta región es de unas 30.000 toneladas anuales, casi un 65 % de la
nacional, una actividad económica esencial en municipios como Tumaco y
Buenaventura, que abastecen alrededor del 80 % del mercado local y
regional y garantizan la seguridad alimentaria de miles de familias.
coordinador del grupo Econacua, y la codirección de la
profesora Pilar Cogua, de la Universidad Santiago de Cali.
Además tomó muestras de agua a dos profundidades para
evaluar las variables fisicoquímicas –como salinidad, oxígeno disuelto,
nitritos, nitratos, fosfatos y calidad general– asociadas con los sitios de
pesca y captura.
El estudio se enfocó en la captura de peces y
macroinvertebrados, para lo cual se emplearon métodos tradicionales de pesca
artesanal como la red de arrastre, conocida como “changa”, un oficio practicado
ancestralmente en las costas del Pacífico. También analizó dos áreas
específicas en cada bahía (interna y externa) y abarcó épocas tanto de menor
como de mayor precipitación o lluvias.
Diferencias en la biodiversidad por contaminación
Uno de los hallazgos del estudio es que Buenaventura, a
pesar de ser una bahía altamente impactada por la actividad humana y la
contaminación, tiene una mayor diversidad de peces en su zona externa (más
alejada de la costa) en comparación con Tumaco, lo cual obedecería a las
características ecológicas del estuario, que cuenta con áreas de baja salinidad
en su interior, lo que permite la presencia de especies adaptadas a aguas
dulces, mientras que en la zona externa, con mayor salinidad, se encuentran especies
marinas.
Los peces capturados en Buenaventura incluyeron especies
como el barbinche, la pelada y el ñato, todas de importancia tanto para la
pesca comercial como para la subsistencia de las comunidades locales. En
Tumaco, aunque la diversidad de peces fue menor, se observó una mayor
estabilidad en las condiciones del estuario, lo que, por el contrario, favorece
la presencia de especies de macroinvertebrados como el camarón tití y las
jaibas, que requieren hábitats más estables, sin alteraciones fuertes en salinidad
y nutrientes.
En relación con la calidad del agua de los estuarios se
observó que mientras Tumaco registró concentraciones más bajas de nitratos –un
indicador de contaminación por actividades humanas–, Buenaventura mostró
niveles altos, resultado de las descargas de los ríos que desembocan en la
bahía, agravadas por la minería ilegal y la deficiente gestión de residuos en
la cuenca.
“La diversidad fue significativamente menor en Buenaventura,
donde hay menor salinidad por las descargas de los asentamientos humanos, y
mayor concentración de fosfatos y clorofila. Esas zonas se asocian con los
sitios donde descargan los ríos, que cambian muy fuertemente la salinidad,
donde pueden prevalecer las especies tolerantes”, explica el investigador
Gamboa.
Por su parte, el profesor Duque advierte sobre los riesgos
de la eutrofización, “un proceso de acumulación excesiva de nutrientes que
puede llevar a condiciones de hipoxia, afectando gravemente a la fauna
acuática”.
El investigador Gamboa advierte que “si no se toman medidas
urgentes, con el tiempo veremos una reducción significativa en los rendimientos
de la pesca artesanal, lo que afectará directamente la seguridad alimentaria y
la economía de estas regiones”.