miércoles, 12 de marzo de 2025

Aves de los Andes colombianos tendrían riesgo de amenaza mayor al registrado

 El análisis de las principales bases de datos digitales sobre biodiversidad en el mundo mostró que casi toda la información disponible para 11 especies de aves del género Grallaria –dentro de las que se encuentra el tororoí, que habita la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta– presentan errores en los registros sobre los lugares donde habitan y la identidad de las especies. Así, en tres de ellas, descritas en 2020, hay un riesgo de amenaza mayor al que se tenía registrado, pues su distribución geográfica y los lugares en donde se pueden encontrar son menores.

Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo y ocupa el primer lugar en número de especies de aves, con 1.966 (20 % del global), superando a países como Perú, Brasil, Ecuador e India. Aquí por lo menos 82 de estas especies son nativas.

Un ejemplo de esta diversidad está en la Sierra Nevada de Santa Marta, hábitat principal de las aves del género Grallaria –palabra del latín que significa “que camina sobre zancos”–, conocidas por las curiosas y largas patas que las sostienen; de hecho no vuelan sino que saltan y se mueven rápidamente por hábitats boscosos. 

El plumaje de dichas aves es de color pardo, café y un poco anaranjado, una de las características que las hacen difíciles de identificar, y su canto es como un silbido intenso que sigue a una vibración, y es uno de los rasgos principales que durante años le ha permitido a los científicos identificar su presencia, pues son reacios a dejarse observar.

La investigadora Dennys Johana Plazas Cardona, magíster en Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) e investigadora de la Asociación Selva, observó con detalle si los registros geográficos disponibles para varias especies de Grallaria tenían sesgos geográficos que potencialmente influyeran en la sobreestimación o subestimación (tener más o menos datos) de los rangos de distribución, afectando así la evaluación de su riesgo de extinción. 

Luego de trabajar con más de 10.000 registros de las bases de datos de acceso público y que se alimentan de los registros de cualquier biólogo, científico o interesado en “pajarear”, y de usar programas de análisis como RStudio, MaxEnt y ArcGIS, la investigadora encontró que esto sí ocurre. Al “limpiar” la información, es decir eliminar duplicados exactos y cotejar coordenadas de la presencia de las aves, evidenció que los datos disminuían significativamente; por ejemplo algunas especies tenían 4.000 registros sin el filtrado, pero después del análisis se notó que realmente había 800 o menos. Además algunas especies se incluían dentro de una sola especie, lo cual dificulta su identificación.

“Cuanta mayor rigurosidad en el filtrado de los datos menor probabilidad habrá de obtener modelos que estimen mal la distribución geográfica, y por lo tanto los modelos de nicho ecológico utilizados en la investigación son mucho más confiables y permiten tener información de mejor calidad y confiable”, indica la magíster Plazas.

Entre las causas principales de amenaza estarían actividades como la deforestación y la pérdida de los bosques andinos y altoandinos, que se hace para plantar monocultivos de café; también la construcción de carreteras que dañan el tránsito ecológico; la extracción de carbón y oro, una industria marcada en estas zonas que termina contaminando ríos, y aunque falta más investigación, existe la posibilidad de que esto dañe la cadena alimenticia; y el cambio climático, con temperaturas altas y lluvias precipitadas que les dificultan a las aves encontrar alimento. 

Crece el riesgo de amenaza

En 1964 la Unión Internacional para la Conservación y la Naturaleza (UICN) creó la Lista de roja de especies amenazadas, que incluye criterios específicos para hablar del peligro que tienen frente a la extinción. Uno de ellos es la distribución geográfica y el lugar de ocurrencia, es decir el terreno en el que habitan: dependiendo de los kilómetros a la redonda en los que se pueden encontrar varios individuos, se puede hablar de un mayor o menor riesgo.

Dentro del estudio, la investigadora analizó cinco nuevas especies para Colombia, descritas en 2020 por profesores como Andrés Cuervo, del Instituto de Ciencias Naturales de la UNAL. Tres de ellas, que forman parte del complejo G. rufula, presentaron un riesgo de amenaza mayor al registrado, debido a que su distribución geográfica y lugar de ocurrencia en lugares como la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta es más baja, y concuerda con el criterio de la UICN para hablar de especies en grado de amenaza. Una de las especies que presentaría el mayor riesgo es el tororoí del Perijá (G. saltuensis), cuya distribución geográfica es de unos 169 km2, lo que significa que más allá de esa distancia es difícil encontrarlo. 

Esta investigación es un llamado urgente para mejorar la calidad de los datos en plataformas científicas y fortalecer las estrategias de conservación de especies en peligro en Colombia, teniendo a la Serranía del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta como lugares con una amplia diversidad que merecen tener un plan de manejo que reduzca los sesgos geográficos y ayude a proteger sus aves endémicas.







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