Hace apenas un siglo Colombia contaba con 14 glaciares, hoy sobreviven apenas 6, y, de seguir la tendencia actual, en pocas décadas estos ecosistemas desaparecerán por completo. Su pérdida acelerada no es solo un efecto visible y palpable del cambio climático, sino también una amenaza ambiental que alterará el equilibrio tanto de las cumbres nevadas de las montañas como de la cultura de las comunidades que históricamente han vivido en torno a estas zonas.
Camila Martínez Arenas, geóloga de la Universidad Nacional
de Colombia (UNAL) e investigadora del Semillero de Clima y Glaciología de la
Asociación Europea de Geocientíficos e Ingenieros (EAGE), advierte que el
retroceso glacial es irreversible y que estamos siendo testigos de las últimas
décadas de los glaciares en el trópico.
Un fenómeno único en peligro
Los glaciares son una gran masa de hielo que se forma en las
partes más altas de las montañas (4.900 msnm en Colombia) o en los polos
terrestres, donde la nieve se acumula durante años. Estos ecosistemas cumplen
funciones como regular la temperatura y la humedad local, enfriar el aire y
favorecer la generación de lluvias; son reserva de agua dulce que alimenta los
páramos y bosques altoandinos, y su valor paisajístico y cultural es de los más
importantes del país; además, comunidades indígenas como arahuacos en la Sierra
Nevada de Santa Marta o los u’wa en el Cocuy los consideran como parte de su
identidad.
Colombia alberga glaciares en pleno trópico, a escasa
distancia del ecuador terrestre, un fenómeno que convirtió el país en un caso
de estudio global, ya que cerca del 45 % de los glaciares ecuatoriales del
planeta están en territorio colombiano, según el Instituto de Hidrología,
Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam). Pero el cambio climático inducido
por la actividad humana está poniendo en jaque estos ecosistemas, llevándolos a
su desaparición por derretimiento.
La investigadora Martínez señala que “aunque el planeta
siempre ha atravesado ciclos naturales de enfriamiento y calentamiento
—conocidos como períodos glaciares e interglaciares—, el calentamiento global
del último siglo ha sido más rápido e intenso que cualquier otro en la historia
reciente. Lo que les preocupa a los científicos es la rapidez con la que la
temperatura global ha aumentado en el último siglo. Nuestra actividad
industrial ha acelerado el calentamiento del planeta, y los glaciares están respondiendo
a ese cambio”.
¿Por qué son tan importantes los glaciares?
Aunque su aporte hídrico es de apenas el 7,5 % del
total nacional —por lo que no es la fuente principal de agua—, su desaparición
sí impactará directamente a las comunidades aledañas que dependen de ellos y a
los sistemas ecológicos que están en equilibrio gracias a su presencia. La
ausencia de los glaciares también representa un impacto simbólico y cultural,
ya que resalta la conexión espiritual de las comunidades con estos paisajes
como zonas de rituales o de origen de la vida y su valor como parte del patrimonio
natural.
“Perder glaciares en Colombia es un hecho que no tiene
vuelta atrás. Más allá de la importancia de sus fuentes hídricas, lo que se
está perdiendo es parte de la identidad de muchas personas que han crecido
viéndolos, ya sea de cerca, o no tan de cerca”, señala la geóloga.
El profundo vínculo que mantienen las comunidades con los
glaciares obedece a que estas los consideran como guardianes de su identidad, y
por eso muchos miembros se involucran en iniciativas de protección, promoviendo
su cuidado mediante la conciencia ambiental y la preservación de los
ecosistemas circundantes. Por eso la desaparición de estos glaciares es una
pérdida ecológica y además un golpe emocional y cultural para las poblaciones
que, generación tras generación, han vivido en estrecha relación con estas
imponentes formaciones.
¿Qué se puede hacer?
Detener el retroceso glacial en Colombia ya no es una opción
viable, pero sí es posible ralentizar su desaparición y reducir sus impactos.
Esto implica compromisos globales, como la reducción de emisiones de gases de
efecto invernadero y acciones locales como la protección de los ecosistemas de
alta montaña y la educación ambiental en comunidades cercanas.
“El mayor aporte hoy es la conciencia. Saber que los estamos
perdiendo, entender por qué son importantes y actuar en consecuencia, desde lo
académico, lo político y lo ciudadano”, concluye la experta Martínez.
A pesar de la evidencia, la respuesta institucional ha sido
limitada. Existen esfuerzos académicos, como la declaración de 2025 como el Año
Internacional de la Conservación de los Glaciares por parte de la ONU, con el
objetivo de aumentar la conciencia sobre la importancia de estos ecosistemas
para el ciclo del agua y el clima, y fomentar acciones de protección. Sin
embargo aún falta una política integral del Estado que priorice la conservación
activa, la educación ambiental y la mitigación del impacto climático.
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