Desde la cosecha de agua lluvia en Sumapaz hasta los proyectos de agroecología en favelas de Brasil, o la programación en lengua indígena en Bolivia, una investigación doctoral desarrollada en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) sistematizó 210 experiencias que muestran cómo la Ingeniería puede ser una herramienta para la justicia social, la sustentabilidad y la transformación de los territorios.
Se trata de las “Ingenierías Comprometidas”, un
enfoque que articula conocimientos técnicos con justicia social, participación
comunitaria y sustentabilidad, entendida no solo como el uso responsable de los
recursos naturales, sino también como una práctica que busca preservar los
vínculos culturales, sociales y ecológicos de los territorios. Este enfoque se
construye en diálogo con el Buen Vivir, propuesta filosófica de raíz indígena
que plantea una vida en equilibrio entre las personas, la comunidad y el
entorno.
Esta visión fue desarrollada por Alexei Gabriel Ochoa
Duarte, ingeniero mecatrónico y doctor en Ingeniería Industrial y de
Organizaciones de la UNAL. En su tesis sistematizó 210 experiencias de 17
países de América Latina —de las cuales 120 fueron documentadas mediante 57
entrevistas directas—, incluyendo casos de investigación, extensión y docencia.
Además realizó otras 13 entrevistas en el marco del proyecto “Ingeniería para
la construcción de paz en Colombia: reflexiones, prácticas y futuro(s)”, enfocadas
en el territorio colombiano, que permitieron sistematizar otras 23
experiencias.
“Tales experiencias demuestran que otra ingeniería es
posible. Han sido impulsadas por estudiantes, docentes y colectivos que quieren
construir soluciones con y para las comunidades, no imponerlas desde afuera”,
señala el autor.
Crítica a la Ingeniería tradicional
El investigador Ochoa considera que históricamente la
Ingeniería convencional ha estado vinculada al capital, la guerra y el modelo
de desarrollo extractivista. “El ingeniero no ve más allá de lo técnico”,
afirma, retomando la crítica de la académica estadounidense Donna Riley,
referente en el campo de la educación en Ingeniería y promotora de enfoques con
justicia social. “Se forma como un caballo con anteojeras: el pensamiento
matemático se fortalece pero se descuidan las relaciones sociales, la comunicación,
y el reconocimiento de otros saberes”.
Este tipo de formación, centrada en la eficiencia y el
rendimiento, suele desconectarse del contexto real en el que se implementan sus
proyectos. “La Ingeniería ha formado parte del problema en la crisis
civilizatoria actual. El discurso del desarrollo, incluso con apellidos como
‘sostenible’, no ha transformado las causas de fondo: sigue justificando la
explotación de la naturaleza en nombre del progreso”, advierte.
Del aula a la comunidad
La investigación destaca experiencias como Ingeniería
Sin Fronteras Argentina, que ha trabajado en Buenos Aires en el diseño de
espacios dignos para mujeres privadas de la libertad y en la construcción de
una piscina comunitaria para niños de barrios populares. En Chile, la
Universidad de Chile impulsa proyectos de energía y revitalización de lenguas
originarias con comunidades mapuches, desde la Subdirección de Pueblos
Indígenas.
En Brasil, el núcleo Sociedad, Territorio y Construcción de
Conocimientos (Soltec), de la Universidad Federal de Río de Janeiro, trabaja
con el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra en proyectos de
agroecología y tecnologías libres para favelas. Se trata de un colectivo
transdisciplinar que promueve la producción de conocimientos situados y la
transformación social desde el diálogo entre saberes académicos y populares.
En Guatemala, el programa EPSUM, de la Universidad San
Carlos, vincula a estudiantes de distintas carreras en un semestre de trabajo
rural obligatorio, articulando sus conocimientos con procesos comunitarios.
Esta iniciativa busca fortalecer la equidad social desde una perspectiva
intercultural, abordando temas como el embarazo adolescente, la salud
comunitaria y el cuidado de los manglares.
En Colombia, el Programa Especial de Admisión y
Movilidad Académica (Peama) Sumapaz, de la UNAL, permite que
jóvenes rurales accedan a la Universidad y desarrollen proyectos con sus
propias comunidades. Desde cosechar agua lluvia hasta proteger ecosistemas
locales, estas acciones transforman tanto a las personas como al territorio.
“La Ingeniería tiene sentido cuando se construye con las comunidades, no cuando
se les imponen soluciones desde afuera”, enfatiza el ingeniero Ochoa.
La tesis doctoral propone acciones concretas para que las Ingenierías Comprometidas se integren en los procesos de formación. Entre ellas destaca el rediseño de currículos para incluir metodologías basadas en proyectos reales con comunidades, fortalecer redes como la Red Colombiana de Ingeniería y Desarrollo Social, y promover el diálogo de saberes.
“Lo primero es reconocer que estas otras formas de hacer
ingeniería también son ingeniería. Y eso exige voluntad institucional, apertura
epistemológica y metodológica, y una mirada más crítica sobre el papel social
del conocimiento técnico”, señala el autor.
También propone aprovechar los programas existentes para
fortalecer estas prácticas, crear asignaturas con este enfoque y fomentar la
participación activa de comunidades vulneradas en los procesos de formación,
investigación y extensión.
En el contexto de la UNAL Sede Bogotá, el ingeniero Ochoa propone ajustar asignaturas como el Taller de Proyectos Interdisciplinarios (TPI), promover semilleros en diálogo con comunidades, y vincular experiencias como el Peama Sumapaz con esta visión crítica de la Ingeniería.
Otra ingeniería es necesaria
La tesis concluye con un modelo de análisis para evaluar cualitativamente el nivel de cercanía de estas experiencias con los principios del Buen Vivir. Este modelo considera aspectos como el origen del proyecto, el vínculo con la comunidad, el empoderamiento logrado y el tipo de conocimiento que se activa.
“No se trata de conquistar el mundo, sino de hacerlo de
nuevo, de otra manera, con otras lógicas. Y eso también es ingeniería”, afirma.
Desde esa perspectiva, las Ingenierías Comprometidas no son una alternativa
menor, sino una propuesta urgente para pensar el papel de la universidad
pública y la educación técnica frente a los grandes desafíos del presente.
En palabras del autor: “como decía el escritor y periodista
uruguayo Eduardo Galeano, ‘mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo
cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo’. Y eso es lo que ya está pasando en
estas 210 experiencias. Solo necesitamos escuchar, reconocer y actuar”.
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