martes, 13 de mayo de 2025

Desde los territorios, una ingeniería diferente empieza a cambiar el rumbo

 Desde la cosecha de agua lluvia en Sumapaz hasta los proyectos de agroecología en favelas de Brasil, o la programación en lengua indígena en Bolivia, una investigación doctoral desarrollada en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) sistematizó 210 experiencias que muestran cómo la Ingeniería puede ser una herramienta para la justicia social, la sustentabilidad y la transformación de los territorios.

Se trata de las “Ingenierías Comprometidas”, un enfoque que articula conocimientos técnicos con justicia social, participación comunitaria y sustentabilidad, entendida no solo como el uso responsable de los recursos naturales, sino también como una práctica que busca preservar los vínculos culturales, sociales y ecológicos de los territorios. Este enfoque se construye en diálogo con el Buen Vivir, propuesta filosófica de raíz indígena que plantea una vida en equilibrio entre las personas, la comunidad y el entorno.

Esta visión fue desarrollada por Alexei Gabriel Ochoa Duarte, ingeniero mecatrónico y doctor en Ingeniería Industrial y de Organizaciones de la UNAL. En su tesis sistematizó 210 experiencias de 17 países de América Latina —de las cuales 120 fueron documentadas mediante 57 entrevistas directas—, incluyendo casos de investigación, extensión y docencia. Además realizó otras 13 entrevistas en el marco del proyecto “Ingeniería para la construcción de paz en Colombia: reflexiones, prácticas y futuro(s)”, enfocadas en el territorio colombiano, que permitieron sistematizar otras 23 experiencias.

“Tales experiencias demuestran que otra ingeniería es posible. Han sido impulsadas por estudiantes, docentes y colectivos que quieren construir soluciones con y para las comunidades, no imponerlas desde afuera”, señala el autor.

Crítica a la Ingeniería tradicional

El investigador Ochoa considera que históricamente la Ingeniería convencional ha estado vinculada al capital, la guerra y el modelo de desarrollo extractivista. “El ingeniero no ve más allá de lo técnico”, afirma, retomando la crítica de la académica estadounidense Donna Riley, referente en el campo de la educación en Ingeniería y promotora de enfoques con justicia social. “Se forma como un caballo con anteojeras: el pensamiento matemático se fortalece pero se descuidan las relaciones sociales, la comunicación, y el reconocimiento de otros saberes”.

Este tipo de formación, centrada en la eficiencia y el rendimiento, suele desconectarse del contexto real en el que se implementan sus proyectos. “La Ingeniería ha formado parte del problema en la crisis civilizatoria actual. El discurso del desarrollo, incluso con apellidos como ‘sostenible’, no ha transformado las causas de fondo: sigue justificando la explotación de la naturaleza en nombre del progreso”, advierte.

Del aula a la comunidad

La investigación destaca experiencias como Ingeniería Sin Fronteras Argentina, que ha trabajado en Buenos Aires en el diseño de espacios dignos para mujeres privadas de la libertad y en la construcción de una piscina comunitaria para niños de barrios populares. En Chile, la Universidad de Chile impulsa proyectos de energía y revitalización de lenguas originarias con comunidades mapuches, desde la Subdirección de Pueblos Indígenas.

En Brasil, el núcleo Sociedad, Territorio y Construcción de Conocimientos (Soltec), de la Universidad Federal de Río de Janeiro, trabaja con el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra en proyectos de agroecología y tecnologías libres para favelas. Se trata de un colectivo transdisciplinar que promueve la producción de conocimientos situados y la transformación social desde el diálogo entre saberes académicos y populares.

En Guatemala, el programa EPSUM, de la Universidad San Carlos, vincula a estudiantes de distintas carreras en un semestre de trabajo rural obligatorio, articulando sus conocimientos con procesos comunitarios. Esta iniciativa busca fortalecer la equidad social desde una perspectiva intercultural, abordando temas como el embarazo adolescente, la salud comunitaria y el cuidado de los manglares.

En Colombia, el Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica (PeamaSumapaz, de la UNAL, permite que jóvenes rurales accedan a la Universidad y desarrollen proyectos con sus propias comunidades. Desde cosechar agua lluvia hasta proteger ecosistemas locales, estas acciones transforman tanto a las personas como al territorio. “La Ingeniería tiene sentido cuando se construye con las comunidades, no cuando se les imponen soluciones desde afuera”, enfatiza el ingeniero Ochoa.

Propuestas transformadoras

La tesis doctoral propone acciones concretas para que las Ingenierías Comprometidas se integren en los procesos de formación. Entre ellas destaca el rediseño de currículos para incluir metodologías basadas en proyectos reales con comunidades, fortalecer redes como la Red Colombiana de Ingeniería y Desarrollo Social, y promover el diálogo de saberes.

“Lo primero es reconocer que estas otras formas de hacer ingeniería también son ingeniería. Y eso exige voluntad institucional, apertura epistemológica y metodológica, y una mirada más crítica sobre el papel social del conocimiento técnico”, señala el autor.

También propone aprovechar los programas existentes para fortalecer estas prácticas, crear asignaturas con este enfoque y fomentar la participación activa de comunidades vulneradas en los procesos de formación, investigación y extensión.

En el contexto de la UNAL Sede Bogotá, el ingeniero Ochoa propone ajustar asignaturas como el Taller de Proyectos Interdisciplinarios (TPI), promover semilleros en diálogo con comunidades, y vincular experiencias como el Peama Sumapaz con esta visión crítica de la Ingeniería.

Otra ingeniería es necesaria

La tesis concluye con un modelo de análisis para evaluar cualitativamente el nivel de cercanía de estas experiencias con los principios del Buen Vivir. Este modelo considera aspectos como el origen  del proyecto, el vínculo con la comunidad, el empoderamiento logrado y el tipo de conocimiento que se activa.

“No se trata de conquistar el mundo, sino de hacerlo de nuevo, de otra manera, con otras lógicas. Y eso también es ingeniería”, afirma. Desde esa perspectiva, las Ingenierías Comprometidas no son una alternativa menor, sino una propuesta urgente para pensar el papel de la universidad pública y la educación técnica frente a los grandes desafíos del presente.

En palabras del autor: “como decía el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, ‘mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo’. Y eso es lo que ya está pasando en estas 210 experiencias. Solo necesitamos escuchar, reconocer y actuar”.

















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