jueves, 15 de mayo de 2025

Organismos más pequeños advierten la crisis ambiental en los ríos del Meta

 En los ecosistemas acuáticos del Meta, bacterias, microalgas, mosquitos y libélulas están revelando un deterioro silencioso. Investigadores encontraron que estos organismos funcionan como bioindicadores fundamentales para monitorear la calidad del agua, y alertan sobre los efectos de la contaminación por pesticidas, la reducción del caudal y otras presiones humanas sobre los ríos y lagunas del departamento.

Con una de las mayores riquezas hídricas del país, el departamento del Meta enfrenta una degradación progresiva de sus ecosistemas acuáticos. Investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), la Universidad de los Llanos (Unillanos) y la Universidad Santo Tomás (USTA) advierten que factores como la contaminación por pesticidas, la extracción de materiales y la disminución del caudal están alterando profundamente la biodiversidad de ríos y lagunas, afectando organismos fundamentales en la cadena alimentaria.

Para evaluar este deterioro, los científicos se enfocaron en comunidades de perifiton (bacterias, hongos, microalgas y protozoos adheridos a superficies sumergidas) y macroinvertebrados bentónicos (como larvas de mosquitos, escarabajos, libélulas, caracoles y lombrices acuáticas), que funcionan como bioindicadores, es decir organismos cuya presencia, ausencia o comportamiento permite detectar cambios en el ambiente y evaluar el estado de salud de un ecosistema.

“Por ejemplo las libélulas usan el agua para depositar sus huevos, y su desarrollo larval refleja directamente la calidad del ecosistema”, explica el biólogo Gabriel Antonio Pinilla Agudelo, docente de la Facultad de Ciencias de la UNAL.

El estudio empleó técnicas de muestreo, identificación de especies y análisis de abundancia y diversidad, complementadas con modelos aditivos generalizados (GAM) —herramienta estadística que permite analizar relaciones complejas entre variables, como el efecto de la contaminación en la biodiversidad— para cruzar estos datos con variables fisicoquímicas como caudal, pH, oxígeno disuelto, conductividad y temperatura. En el río Orotoy, por ejemplo, mosquitos enanos (quironómidos) fueron abundantes y se asociaron con una mejor calidad del agua.

Los resultados mostraron que la pérdida de biodiversidad microbiana y la disminución de larvas son señales de alarma. Actividades humanas como la agricultura intensiva, los vertimientos domésticos y la minería han alterado la fotosíntesis de las microalgas afectando el perifiton y reduciendo la capacidad de las bacterias para procesar nutrientes y degradar materia orgánica, lo cual provoca desequilibrios en los ciclos bio-geoquímicos y afecta directamente la calidad del agua.

“La reducción del caudal impacta a los organismos microscópicos, y con ellos a los peces, aves y mamíferos como las nutrias, hasta llegar al ser humano”, señala Fabián Moreno Rodríguez, magíster en Gestión Ambiental Sostenible de Unillanos y candidato a Doctor en Biología de la UNAL.


El estudio también analizó los efectos de la extracción de piedras, especialmente en zonas del piedemonte con fuerte inclinación y golpeteo del agua, donde se produce oxígeno esencial para el perifiton. Esta actividad modifica la composición de bacterias y algas, sobre todo en temporada de lluvias.

Según la Agencia Nacional de Minería, el 81 % de las regalías por minerales en el Meta proviene de la explotación de materiales de construcción, a lo que se suma la expansión de cultivos como palma y arroz, cuyas prácticas intensivas contaminan y alteran el equilibrio ecológico.

Frente a este panorama, los investigadores destacan la importancia de conservar áreas no perturbadas como La Macarena y Ariari, que aún permiten estudiar la estructura y el funcionamiento natural de los ecosistemas. “Estos espacios son esenciales para comparar y entender el nivel de degradación en otras zonas y tomar decisiones informadas en conservación”, concluye el investigador Moreno.