miércoles, 21 de mayo de 2025

Manizales: amenazas naturales se agravan por la acción humana

 Las lluvias no dan tregua en la capital de Caldas, en donde rige la alerta amarilla por riesgo de deslizamientos e inundaciones. Aunque no se ha llegado a una situación crítica, expertos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) advierten que la amenaza no proviene solo del clima: factores como la saturación del suelo, la urbanización inadecuada y la falta de articulación entre normas y prácticas culturales están agravando el riesgo.

Según reportes recientes de la Unidad de Gestión del Riesgo (UGR) del municipio, en los últimos 25 días se han registrado acumulados de lluvia superiores a los 200 mm en zonas como Bosques del Norte (230,3 mm), Chipre (226,8 mm) y Alcázares (215,4 mm). Estos niveles, por encima de lo habitual, han intensificado la vigilancia en sectores vulnerables y mantienen en alerta a las autoridades y comunidades.

Ubicada en el corazón del trópico andino, Manizales comparte con gran parte del país una condición geográfica tan privilegiada como frágil. Su topografía montañosa, la presencia de fallas geológicas activas y la cercanía a zonas volcánicas hacen que el territorio esté constantemente expuesto a amenazas naturales como deslizamientos e inundaciones.

A estas condiciones naturales se suma una urbanización acelerada y en muchos casos desordenada, lo que convierte a Manizales en un territorio especialmente vulnerable. En los primeros meses de 2025 las lluvias han sido tan intensas que los suelos de Caldas están sobresaturados. Aunque el agua es parte fundamental del ciclo de vida en la región, también se puede convertir en detonante de emergencias cuando coincide con ocupaciones inadecuadas del terreno.

La profesora Jeannette Zambrano Nájera, del Departamento de Ingeniería Civil de la UNAL Sede Manizales, considera que atribuir los desastres solo a las lluvias es un diagnóstico incompleto. Aunque las precipitaciones funcionan como detonantes, la verdadera raíz del problema está en múltiples factores humanos que agravan las amenazas naturales y transforman el entorno en un escenario de riesgo.

“La eliminación de la cobertura vegetal, la urbanización en zonas de alto riesgo, la impermeabilización del suelo y la construcción en laderas o cerca de ríos son acciones humanas que transforman una amenaza natural en un riesgo social”, afirma la profesora Zambrano.

En Manizales la cobertura vegetal ha disminuido significativamente en las últimas décadas. Según un estudio de la Universidad de Manizales, entre 1986 y 2023 los espacios verdes en el área urbana pasaron del 59,6 al 53,7 % evidenciando una pérdida de 5,9 puntos porcentuales. Esta reducción afecta la capacidad del suelo para absorber agua y aumenta la vulnerabilidad a deslizamientos e inundaciones.

La impermeabilización del suelo, producto de la expansión urbana y el uso excesivo de materiales como el cemento, impide la infiltración natural del agua incrementando la escorrentía superficial y la presión sobre los sistemas de drenaje. Esto agrava el riesgo de inundaciones, especialmente en zonas con pendientes pronunciadas.

En relación con la topografía es importante recordar que la capital de Caldas se caracteriza por su topografía montañosa, con pendientes que en algunos sectores superan los 30°, lo que, combinado con suelos húmedos y poco consolidados, incrementa la susceptibilidad a deslizamientos. La construcción en laderas y cerca de ríos, a menudo sin una adecuada planificación y sin considerar las normas urbanísticas, expone a las comunidades a mayores riesgos durante las temporadas de lluvias intensas.

“La manera en que ocupamos el territorio está transformando profundamente la dinámica de las amenazas: hoy los eventos son más intensos y frecuentes, no solo por el cambio climático, sino por nuestra intervención sobre el entorno”, advirtió la profesora Zambrano.

Frente a este panorama, ella insiste en que la ciudadanía no se debe ver solo como víctima sino también como protagonista del riesgo. La forma en que cada persona interactúa con el entorno puede aumentar o disminuir el riesgo. Por eso subraya que “la prevención debe comenzar en lo cotidiano: sembrar árboles adaptados al territorio, no obstruir los drenajes, conservar las zonas verdes, y sobre todo respetar las advertencias técnicas y las normas urbanísticas”.

Las áreas arboladas cumplen un papel clave en la prevención de desastres: ayudan a regular las lluvias, protegen el suelo y disminuyen la escorrentía. Sin embargo esta lógica ambiental ha sido desplazada por una visión de desarrollo urbano centrada en el cemento, que sella el suelo, impide su respiración natural y dificulta la regulación del agua. Según la experta, “recuperar la vegetación nativa y garantizar espacios permeables no solo es deseable sino también una medida urgente de adaptación y resiliencia frente a las amenazas crecientes”.

Tecnología y ciencia ciudadana: el aporte de la UNAL para reducir el riesgo

La UNAL Sede Manizales ha desempeñado un papel fundamental en el fortalecimiento del Sistema de Alertas Tempranas (SAT) de la ciudad. A través de un convenio interadministrativo con la UGR de la Alcaldía se han instalado estaciones pluviométricas y miras limnimétricas en zonas críticas como Lusitania, Providencia y las cuencas de los ríos Chinchiná y Manizales. Estas herramientas permiten monitorear en tiempo real variables como la saturación del suelo, los caudales y las condiciones atmosféricas facilitando una respuesta oportuna ante eventos de riesgo.

“Uno de los avances más notables del sistema de alerta temprana ha sido la integración de tecnología asequible con el conocimiento local”, afirmó la profesora Zambrano. Así, esta articulación ha permitido que estaciones automáticas trabajen en sintonía con la observación atenta de las comunidades rurales.


Además la UNAL ha liderado iniciativas de ciencia ciudadana para fortalecer la gestión comunitaria del riesgo. Un ejemplo destacado es el proyecto desarrollado en la quebrada Manizales, en donde se capacitó a los residentes de barrios como Maltería y Juanchito en el uso de sensores de bajo costo y pluviómetros manuales para monitorear participativamente las variables  hidrometeorológicas. Esta estrategia ha permitido una mayor apropiación del conocimiento y una respuesta más efectiva ante posibles emergencias.

Estos esfuerzos se enmarcan en una visión integral de la gestión del riesgo, la cual reconoce la importancia de la articulación entre la academia, las autoridades locales y la comunidad. La experiencia de Manizales ha sido reconocida nacional e internacionalmente como un modelo de gestión del riesgo de desastres, destacando la necesidad de superar enfoques asistencialistas y tecnocráticos para avanzar hacia una planificación del desarrollo que integre la reducción del riesgo como un componente esencial.

Según la profesora Zambrano, la academia cumple un rol fundamental en la prevención de desastres. Su aporte va más allá de la investigación técnica: incluye la formación de ciudadanía, la planificación territorial con enfoque de riesgo, y la construcción de puentes entre la comunidad, las autoridades y las instituciones. Por eso insiste en que esta articulación es esencial para avanzar hacia territorios más seguros y resilientes.