En el extremo austral del planeta, donde el hielo y el fuego conviven en una caldera volcánica activa, un grupo de científicos colombianos y europeos propone que la isla Decepción, en la Antártida, sea reconocida como un análogo planetario de Marte. Su geología, clima extremo, presencia de microorganismos en condiciones inhóspitas y registros de interacción entre magma, lava y hielo la convierten en un laboratorio vivo para entender la posibilidad de vida fuera de la Tierra.
En el campo de las ciencias planetarias un análogo
planetario es un entorno terrestre que comparte características físicas,
químicas o geológicas con otro cuerpo celeste, y que permite simular y estudiar
procesos similares. Entre los más reconocidos del mundo están el desierto de
Atacama (Chile), por su aridez extrema y radiación solar intensa; el Valle de
la Muerte (EE. UU.), por sus suelos salinos y temperaturas extremas, y el
ártico canadiense, por su permafrost y aislamiento.
La propuesta de la UNAL busca incluir a la isla Decepción
dentro de esta red de sitios esenciales para la investigación planetaria y se
sustenta en una revisión publicada en la revista International Journal of Astrobiology, en la
que se detallan las características de la isla, que la convierten en un
escenario ideal para explorar procesos similares a los que podrían haber
originado la vida marciana.
“Se trata de un entorno en donde confluyen volcanismo
activo, permafrost, glaciares cubiertos de ceniza volcánica, gases sulfurosos y
comunidades microbianas extremófilas”, explican David Tovar y María Angélica
Leal, investigadores del Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología (GCPA)
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Hasta hace pocos años los estudios en la isla Decepción se
centraban por separado en la actividad volcánica o los glaciares. Fue gracias
al trabajo conjunto con el geólogo planetario Miguel Ángel de Pablo, de la
Universidad de Alcalá, que se empezó a integrar una mirada astrobiológica y
planetaria del lugar, reconociendo su potencial como análogo marciano.
Entre los hallazgos más relevantes se encuentran tapetes
microbianos en zonas hidrotermales, estructuras glaciovolcánicas bien
preservadas y la detección de percloratos en el piroclasto volcánico,
compuestos también presentes en Marte. Estas condiciones extremas permiten
estudiar potenciales formas de vida que podrían haber existido –o existir– en
el planeta rojo.
“Hemos identificado microorganismos termófilos, psicrófilos,
endolíticos y tolerantes a radiación, capaces de sobrevivir en suelos
calientes, dentro de rocas o bajo hielo. Estos organismos, en proceso de
caracterización, representan modelos valiosos para entender los límites de la
vida”, señalan los investigadores. De hecho, el equipo prepara una publicación
exclusiva sobre estos microorganismos y su potencial astrobiológico.
También se realizaron estudios geoquímicos comparativos
usando datos de sensores remotos captados por orbitadores en Marte. Al
contrastarlos con muestras recolectadas en la isla se obtuvo un índice de
similitud (FOM) de 0,80, considerado como “muy alto” para este tipo de
estudios.
“Aunque no hay análogos terrestres idénticos, este valor
indica que Decepción se aproxima bastante en composición mineralógica a zonas
marcianas como el cráter Gusev”, explica la bióloga Leal, estudiante del
Doctorado en Biología de la UNAL y en Investigación Espacial y Astrobiología de
la Universidad Alcalá de Henares (España).
Ciencia en acción
La isla también ha servido como escenario para la
calibración de instrumentos como el sensor REMS, hoy operativo en el
rover Curiosity. Además, la base Gabriel de Castilla cumple
condiciones para desarrollar misiones análogas.
“Estar allí es como caminar en otro planeta. No hay árboles,
no hay sonidos humanos. El aire es limpio, seco, sin el olor de la tierra
mojada. El viento golpea a más de 80 km/h. Es un lugar que no solo se
parece a Marte, sino que se siente como Marte”, relata el geólogo David Tovar,
estudiante del Doctorado en Geociencias de la UNAL y de Investigación Espacial
y Astrobiología de la Universidad de Alcalá (España), quien considera la
Antártida como uno de los entornos más exigentes del mundo.
La propuesta de estudiar la isla como análogo planetario
nació en Colombia, liderada por el Grupo de Ciencias Planetarias y
Astrobiología (GCPA), avalado por la UNAL y la Corporación Científica Laguna.
El proyecto fue aprobado por el Programa Antártico Colombiano (PAC) y el Comité
Polar Español, y cuenta con la participación de investigadores de Chile,
España, Italia, Argentina y Alemania. El trabajo ha sido posible gracias al uso
de laboratorios e infraestructura científica colombiana y espacios aliados internacionales.
“Pusimos la primera piedra para posicionar esta isla como un
análogo planetario reconocido internacionalmente”, señala el geólogo Tovar,
codirector del GCPA.
Por su parte la investigadora Leal señala que “Colombia no
tiene satélites propios ni telescopios de gran escala, profesionales, pero
tiene talento, ciencia y alianzas. Estos estudios demuestran que podemos
aportar a las ciencias planetarias desde nuestros entornos y capacidades”.
Actualmente el equipo promueve la propuesta en congresos
internacionales, redes de ciencias polares y foros de astrobiología. Se prevé
organizar una campaña con investigadores –hombres y mujeres– de varios países
para desarrollar proyectos conjuntos en la isla durante los próximos años.
“Queremos que más investigadores del mundo vean la isla
Decepción como un lugar esencial para ensayar ciencia espacial en la Tierra. Ya
empezamos a mover esta idea en congresos y redes académicas, y soñamos con ver
allí, en unos años, nuevas misiones análogas con participación internacional”,
concluye la experta Leal.
Con apuestas como esta, Colombia fortalece su presencia en
la ciencia polar y planetaria demostrando que incluso sin grandes telescopios o
satélites puede liderar estudios de frontera desde su propia experiencia y
territorio aliado.