En un rincón volcánico y helado de la Antártida, en donde el frío extremo y el viento constante desafían la vida, un puñado de bacterias rompe todos los pronósticos. Allí, en la isla Media Luna, investigadores colombianos encontraron microorganismos con la particular habilidad de liberar el fósforo atrapado en las rocas. Este hallazgo, que parecería menor, abre una puerta fascinante hacia la Astrobiología, disciplina científica que explora la posibilidad de vida más allá de la Tierra, y también hacia nuevas formas de agricultura en ambientes extremos.
El estudio, liderado por investigadores del Grupo de
Ciencias Planetarias y Astrobiología (GCPA) de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) y la Corporación Científica Laguna, publicado en la
revista Polar Biology, identificó bacterias del género Pseudomonas capaces
de solubilizar fosfatos en suelos volcánicos antárticos. En condiciones que
simulan lo que sería vivir en Marte —bajas temperaturas, alta radiación UV,
escasez de agua líquida y suelos minerales—, estos microorganismos no solo
sobreviven, sino que además transforman el ambiente liberando nutrientes
esenciales para la vida.
“El fósforo es uno de los elementos más escasos del sistema
solar, pero biológicamente es indispensable: forma parte de nuestro material
genético y está en las moléculas que transportan energía en las células. Si se
encontrara fósforo soluble en Marte, eso sería una biofirma, una pista de que
hubo vida capaz de transformarlo”, explica una de las autoras del estudio, la
bióloga María Angélica Leal, estudiante del Doctorado en Ciencias - Biología de
la UNAL y en Investigación Espacial y Astrobiología de la Universidad Alcalá de
Henares (España).
Durante el verano austral, el equipo recolectó muestras de
sedimentos piroclásticos en seis puntos de la isla. En el laboratorio, bajo
estrictas condiciones de refrigeración, aislaron 110 tipos de bacterias
cultivables. Más del 90 % mostró capacidad para solubilizar fósforo y 6
presentaron la mayor actividad de solubilizar fosfato en medios donde este se
encuentra en formas difíciles de aprovechar (insolubles). Esta capacidad se
relacionó especialmente con el contenido de calcio en los suelos, y no tanto con
la cantidad total de fósforo presente.
“El mecanismo que más observamos fue la producción de ácidos
orgánicos, que permiten disolver minerales y liberar el fósforo. Esto tiene
implicaciones no solo astrobiológicas sino también en la recuperación de suelos
degradados o en la agricultura sostenible”, señala David Tovar, estudiante del
Doctorado en Ciencias - Geociencias de la UNAL y de Investigación Espacial y
Astrobiología de la Universidad de Alcalá de Henares (España), coautor del
artículo.
Hallazgos con impacto en la Astrobiología y la
sostenibilidad
Las bacterias encontradas —entre ellas Pseudomonas
yamanorum, P. canavaninivorans y P. libanensis—
son psicrófilas, es decir adaptadas al frío. “Han desarrollado mecanismos
bioquímicos para sobrevivir en condiciones extremas, como la modificación de
sus membranas para mantener la fluidez”, agrega la investigadora Leal.
La isla Media Luna, ubicada en las Shetland del Sur, tiene
un alto potencial para ser clasificada como un “análogo terrestre” de Marte.
“Tiene temperaturas bajo cero, radiación solar intensa, suelos ricos en calcio,
hierro y fósforo, y escasa agua líquida. Estos factores la convierten en un
modelo natural para estudiar cómo se habría originado la vida en el planeta
rojo, o aún persistir”, indica el experto Tovar.
El proceso de trabajo fue meticuloso: las muestras se
recolectaron en bolsas estériles, se conservaron a 4 °C y luego se
cultivaron a 15 °C en medios específicos como el SRS. Para identificar las
bacterias con mayor actividad de solubilización y otras relevantes en el
ciclaje de nutrientes se aplicó una batería de pruebas enzimáticas.
Además de imaginar la vida fuera de la Tierra, los
microorganismos se podrían usar como biofertilizantes en suelos fríos o
empobrecidos, o incluso como aliados en programas de revegetación de desiertos.
“Estamos ante organismos resilientes, creativos, que cooperan entre sí. Esto
nos obliga a repensar lo que entendemos por vida y adaptabilidad”, reflexiona
la investigadora Leal.
Aunque por ahora la posibilidad de cultivar alimentos en
Marte parece una utopía, estudios como este siembran las primeras semillas.
“Quizá no haya que mirar tan lejos para imaginar lo que pudo —o aún puede—
ocurrir en otros mundos. A veces la clave está bajo nuestros pies, aunque sea
en el suelo congelado de una isla antártica”, concluyen los investigadores.