miércoles, 16 de julio de 2025

Peces loro en San Andrés, muy jóvenes para salvar el arrecife

 Aunque los peces loro son comunes en la Isla, la mayoría son juveniles que aún no alcanzan la talla mínima para reproducirse. Esta situación, sumada a la ausencia casi total de especies grandes como Scarus guacamaia o S. coelestinus, compromete su capacidad para controlar las macroalgas que asfixian los corales.

En las últimas décadas los arrecifes coralinos del Caribe han sufrido un deterioro progresivo, la cobertura de coral vivo ha disminuido cerca del 80 % desde los años setenta, y en varios sectores ha sido reemplazada por macroalgas verdes y pardas, que crecen rápidamente y compiten con los corales por espacio, luz y nutrientes. No se trata del sargazo pelágico que flota en mar abierto, sino de algas bentónicas que colonizan el arrecife cuando faltan herbívoros.

En el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, donde se concentra el 77 % de la cobertura coralina del país, esta amenaza es especialmente grave, ya que sus islas forman parte de la Reserva de Biosfera Seaflower, y albergan los arrecifes más extensos de Colombia. Su deterioro pone en riesgo actividades como la pesca artesanal, el turismo y la protección natural de la costa. A esto se suma que el Archipiélago presenta una conectividad ecológica excepcional entre arrecifes, manglares y pastos marinos, que permite completar los ciclos de vida de muchas especies, incluidas las de valor comercial.

Los peces loro (Scaridae) —coloridos y vitales habitantes de los arrecifes— cumplen una función ecológica esencial, ya que raspan y consumen las algas que crecen sobre los corales y los fondos marinos, permitiendo que los arrecifes respiren y se regeneren. Por eso se les conoce como los “jardineros del arrecife”. Su ausencia acelera un cambio de fase arrecifal, en el que las algas desplazan al coral vivo, dominando las coberturas del fondo (bentos), por lo se impone un nuevo equilibrio degradado.

Un nuevo estudio realizado por la médica veterinaria Diana Carolina Castaño Giraldo, especialista en Fauna Marina y magíster en Ciencias – Biología Marina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe, advierte que aunque estos peces todavía están presentes en la Isla, el 93 % de los individuos registrados son juveniles, es decir que aún no han alcanzado la talla necesaria para reproducirse ni para cumplir eficazmente con su función de herbivoría.

Según la investigadora, “muchos de estos peces son capturados antes de reproducirse por primera vez, lo que compromete la recuperación de sus poblaciones”.

Además, el estudio reporta la desaparición casi total de especies de tallas grandes como S. guacamaia o S. coelestinus, que pueden llegar a medir hasta 120 cm de longitud, valiosas por su capacidad de remover grandes cantidades de algas en cada mordida.

“Sin peces grandes ni adultos, la función de limpieza del arrecife se debilita y se favorece el dominio de las algas sobre los corales. Durante los 5 años de monitoreo solo se registraron 5  individuos de cada una de estas especies, con ausencia en los últimos años, una cifra alarmantemente baja para su función ecológica”, agrega la autora.

¿Qué es la biomasa y por qué es importante?

Uno de los indicadores usados para evaluar la salud de los arrecifes es la biomasa: el peso total de los peces registrados en un área determinada. No basta con contar cuántos peces hay; es necesario saber si esos peces están creciendo, si se están reproduciendo, y si su tamaño es suficiente para ejercer su función ecológica de control de las algas.

La especialista en Fauna Marina explica que, “la función de herbivoría de estos peces está directamente relacionada con su tamaño: cuanto mayor es la talla, mayor es la fuerza de mordida y la cantidad de algas que pueden remover del arrecife”.

En este caso, la biomasa promedio de peces loro en San Andrés fue de 2.253 gramos por cada 100 m², un valor que se encuentra en el rango de estado “regular” para el indicador (menor a 2.740 gr/100 m2), y aunque supera el umbral “crítico” (990 g/100 m²) definido por iniciativas como Healthy Reefs for Healthy People Initiative –una organización internacional que promueve el monitoreo y la conservación de arrecifes en el Caribe–, no garantiza por sí solo la estabilidad del arrecife si la mayoría de los peces son juveniles.

De hecho, el estudio encontró que en algunos sitios con mayor biomasa también se registró una alta cobertura de macroalgas, lo que sugiere que el número y tamaño actuales de los peces aún no son suficientes para controlar su crecimiento.

Cinco años de monitoreo

El estudio se realizó entre 2013 y 2019 en cuatro estaciones: Bajo Bonito, Luna Verde, Wild Life y Bahía Honda; en este se registraron 3.120 individuos de peces loro pertenecientes a 11 especies. La investigación consistió en censos visuales subacuáticos de peces, realizados por buzos en transectos de 50 x 2 m. Se registraron las especies, su talla y abundancia, y estos datos se usaron para estimar la biomasa mediante modelos biológicos. Además se registraron en video los fondos marinos (videotransectos) para analizar la cobertura de coral, algas y pastos.

“El equipo de trabajo aplicó una metodología estandarizada que incluyó cuatro roles: un buzo para el censo visual, otro para los videotransectos, uno para medir la complejidad estructural, y un último encargado de los datos complementarios como el registro de invertebrados”, relata.

Las especies de peces loro más comunes fueron S. taeniopterusS. iseriS. aurofrenatum y S. viride, todas de tallas medianas, con longitudes comunes entre 18 y 38 cm y umbrales de madurez sexual que oscilan entre los 15 y 18 cm.

Los sitios con mayor cobertura coralina –como Bajo Bonito y Wild Life– presentaron los valores más altos de biomasa y diversidad. En cambio, Bahía Honda, dominada por arena y pastos marinos, registró los valores más bajos y una alta proporción de peces en etapa juvenil, lo que sugiere un uso del área como hábitat temporal o zona de crianza.

En 2019 el monitoreo detectó un incremento notable y atípico de peces loro de tallas medias en algunas estaciones. Por ejemplo, en Bajo Bonito se registraron picos de biomasa de hasta 9.907 g/100 m², con una mayor presencia de individuos de S. taeniopterus

E9.907 g/100 m², con una mayor presencia de individuos de S. taeniopterus, especialmente con rangos de tallas alrededor de los 20 cm, que superaban la talla de madurez sexual (unos 17 cm), lo cual obedecería a posibles agregaciones reproductivas temporales.

Según la magíster, “la biomasa actual no indica un estado crítico, pero sí representa una alerta temprana que se debe atender con educación ambiental y aplicación efectiva de sanciones, así como de alternativas para los pescadores para diversificar su economía y fuente de alimentos”.

Esta investigación ofrece una base científica sólida para ajustar los planes de manejo del Sistema Regional de Áreas Marinas Protegidas. También resalta la urgencia de proteger a estas especies no solo por su belleza o su valor ecológico, sino porque desempeñan funciones vitales para la salud del arrecife y los miles de isleños y raizales cuyos medios de vida que dependen de él.

El trabajo fue dirigido por la profesora Adriana Santos Martínez, de la UNAL Sede Caribe, y co-dirigido por el profesor Amílcar Cupul, de la Universidad de Guadalajara (México).








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