jueves, 24 de julio de 2025

El potencial eólico del Caribe colombiano se ha debilitado en los últimos 40 años

 Entre 1981 y 2020 la potencia del viento en el Caribe colombiano se ha reducido un 15 %, fenómeno que se relacionaría con un ciclo natural del Chorro de Bajo Nivel del Caribe, una corriente atmosférica determinante para el régimen de vientos en la región. Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) documenta por primera vez cómo ha cambiado su comportamiento a lo largo del tiempo, con implicaciones directas para el desarrollo de proyectos de energía eólica en departamentos como La Guajira.

El Chorro de Bajo Nivel del Caribe funciona como una autopista aérea que cruza el sur del mar Caribe, a la altura del norte colombiano. Esta gran corriente de viento se forma por las diferencias de presión atmosférica y temperatura superficial entre el océano Atlántico tropical, el mar Caribe y el Pacífico oriental. Al llegar a la Región Caribe, especialmente a La Guajira, el viento se encuentra con las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá generando un efecto embudo que lo acelera y lo vuelve más constante.

Ese aire en movimiento, invisible pero potente, es el que hace girar las turbinas de los parques eólicos y que convierte a esta región en una de las más prometedoras del país para generar energía con el viento; sin este Chorro, La Guajira no tendría su reconocido potencial energético. Sin embargo, en los últimos 30 años ha perdido potencia, y una de las posibles razones es la variabilidad climática natural en la región, como la fase cálida de la Oscilación Multidecadal Atlántica, un ciclo climático que hace que las aguas del océano Atlántico se calienten o se enfríen durante periodos de entre 20 y 40 años.

Es como si el océano tuviera su propio ritmo: una “respiración térmica” de largo plazo que sube y baja la temperatura superficial del mar.

Cuando el Atlántico entra en una fase cálida, el agua libera más calor hacia la atmósfera, alterando los patrones de lluvia, de huracanes y de viento en todo el Caribe. Este fenómeno afecta directamente a Colombia porque puede fortalecer o debilitar el Chorro de Bajo Nivel del Caribe, esa corriente de viento clave para generar energía en regiones como La Guajira.

Esto fue lo que encontró el investigador David Garzón Casas, magíster en Meteorología de la UNAL, quien revisó los datos de viento en 25 estaciones meteorológicas del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y de la Dirección General Marítima (Dimar), ubicadas alrededor de la Región Caribe de Colombia, para analizar cuál ha sido el comportamiento del viento, además de otros datos in situ y de información de reanálisis climáticos históricos.

“En el norte del Magdalena, a unos 10 km del mar Caribe, hay una corriente de viento importante que aún no ha sido estudiada a fondo, pero que se convertiría en un fenómeno relevante para el futuro energético del país”, asegura el experto.

Qué pasará con el viento de Colombia

Además de analizar cómo ha cambiado el viento en las últimas décadas, el investigador Garzón también quiso mirar hacia el futuro. Para ello utilizó los resultados de múltiples simulaciones del sistema climático terrestre incluidas en el proyecto internacional CMIP6, que reúne modelos numéricos para entender los efectos del cambio climático bajo distintos escenarios: unos más optimistas, en los que la humanidad logra reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante políticas sostenibles, y otros más pesimistas, en los que persiste la dependencia de combustibles fósiles y las emisiones contaminantes aumentan.

Con base en estos escenarios, analizó cómo se comportaría el viento en la Región Caribe durante los próximos 100 años. En el caso más optimista, el viento se mantendría estable, sin grandes variaciones. Pero en el peor escenario, es decir, uno en el que la temperatura media del planeta aumentara hasta 5 °C y los niveles de dióxido de carbono crecieran drásticamente, la potencia del viento aumentaría hasta 128 vatios/m2 más, lo que implicaría mayor energía disponible para mover turbinas eólicas, aunque a costa de un planeta mucho más alterado y vulnerable.

Recordemos que el cambio climático puede aumentar la potencia del viento, ya que, al calentar más la Tierra, también intensifica las diferencias de temperatura y presión entre regiones. Y son justamente esas diferencias las que ponen en movimiento el aire: cuanto mayor contraste, más fuerte soplará el viento. Es como si la atmósfera se sobrecalentará y empujará el aire con más fuerza para intentar equilibrarse, generando así corrientes más rápidas y con mayor energía.

“En el peor escenario posible de cambio climático, en el que las concentraciones de CO2 pasen de 400 partes por millón (ppm) en 2025 a 1.100 ppm en 2100, Colombia mantendría un gran potencial para aprovechar la energía eólica y reducir los riesgos asociados con su alta dependencia de la energía hidráulica, como las represas”, explica el magíster.

Colombia tiene viento, pero no tiene cómo aprovecharlo

Aunque el país cuenta con uno de los mejores recursos eólicos del continente, especialmente en La Guajira, aún no ha logrado aprovecharlo como debería. Hoy menos del 1 % de la electricidad nacional proviene del viento, a pesar de que estudios estiman que solo en La Guajira se generaría más energía de la que consume Bogotá.

Uno de los principales obstáculos es la falta de infraestructura. Para que la energía eólica llegue desde el norte hasta los grandes centros de consumo, se necesitan redes eléctricas robustas, que en muchos casos aún están en construcción o ni siquiera existen. Sin estas conexiones, los parques eólicos no pueden enviar la energía que producen.

También persiste una deuda con las comunidades indígenas, pues muchos proyectos se han planeado sin una participación adecuada del pueblo wayúu. La ausencia de consulta previa y de beneficios claros para la población local ha generado bloqueos, tensiones y retrasos. A esto se suman las trabas burocráticas como conseguir permisos, licencias ambientales y aprobaciones oficiales que puede tomar años, y los procesos no siempre están adaptados a las particularidades de la energía eólica. Todo esto retrasa los proyectos y ahuyenta a los posibles inversionistas.

La investigación del magíster Garzón, dirigida por el profesor José Franklyn Ruiz, de la Facultad de Ciencias de la UNAL, contribuye a entender el comportamiento del viento en Colombia, un tema poco estudiado y que, según afirma el magíster, presentaría menos incertidumbre que fenómenos  como la lluvia, de la cual depende en gran parte la matriz energética del país. Esta última se verá afectada por eventos climáticos extremos, lo que hace necesarias alternativas más estables, como la energía eólica.

 

 







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